Son las indias pata sucia, dicen, las excluidas, las que llevan el humo pegado en la piel con orgullo ancestral.“Indias en pie” se creó en enero de este año ante la necesidad de visibilizar y denunciar situaciones de violencias que sufren mujeres y disidencias indígenas de diferentes comunidades de la ciudad de Rosario.

“Fui muy criticada por salir en las redes sociales con el pañuelo verde. Sí, las comunidades indígenas somos defensoras de la vida, pero me dio tanta bronca, porque las mujeres indígenas somos las primeras aborteras.” La que habla es una de las hermanas del Movimiento de Mujeres Indígenas Autoconvocadas “Indias en pie”, que se creó en enero frente a la necesidad de visibilizar y denunciar las situaciones de violencias. Son mujeres y disidencias indígenas de comunidades mapuches y quom, entre otras, de diferentes zonas de la ciudad de Rosario. Reclaman la aplicación del protocolo de Interrupción Legal del Embarazo (ILE) en sus lenguas para que pueda ser accesible, y buscan que las intervenciones del Estado no las violenten. Para reclamar esos derechos deben enfrentarse también a los hombres de su comunidad. Desde un anonimato que mantienen para garantizar la seguridad de otras mujeres que son víctimas, se rebelan contra las hipocresías y contra la negación de “los propios hermanos”, que miran hacia otro lado e invisibilizan. Ellas trabajan para pensar en una construcción que tenga en cuenta las diferencias. “Nosotras tenemos una forma de salud propia, pero está en la clandestinidad por miedo.”

El paisaje es chato, de casas de materiales diversos, patios de tierra, perros flacos en las calles, los vecinos tomando mate en la vereda, el olor a humo mezclado con el de torta asada y zanjas abiertas. El patio de la casa es fresco y el mate está listo. Son seis hermanas indígenas, la diversidad se les nota en la piel, en sus rasgos de tierra y trabajo duro, en su hablar tranquilo y confiado. Buscan las palabras, se toman su tiempo para explicar en palabras blancas lo que su lengua dice desde hace siglos.

Por Lilian Alba