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Grande Durand se fue a los caños

La noticia de ayer en el ámbito local fueron las declaraciones de Martín Grande respecto a la Fiscal Penal Verónica Simensen de Bielke.

En una frase poco feliz pero muy digna del actual legislador nacional dijo “Tengo libertad de opinión y me lleva a mí a declarar por el tema Huergo cuando en realidad es ella la que debería llevar a declarar a Huergo y a todos sus cómplices, inclusive los que están en la Municipalidad de Salta después del tremendo afano que hicieron el año ante pasado”. El problema del diminuto comunicador es que lo llamó a declarar a pesar de tener inmunidad de opinión. Lejos de ponerse a disposición de la Justicia para esclarecer una situación judicial en la que de alguna forma se encuentra inmerso desde antes de pasar a tener inmunidad legislativa. Hablamos de las Facturas Apócrifas en la Municipalidad de Salta. “Es una ineficiente funcionaria”, expresó con enojo y agregó que “Huergo era un salame” y “esta fiscal me parece una atorranta”.

Simensen de Bielke no tardó mucho en responderle. “Ahora también me trata de atorranta. Un Diputado Nacional que se dirige hacia una mujer en esos términos (aunque ya me había dicho que era una mentirosa y otras expresiones) no merece el más mínimo respeto. ¡Basta de violencia hacia las mujeres! Mejor que se dedique a trabajar que poco y nada hizo en la Cámara. Usted sí debería dar cuentas de su trabajo”.

Martín Grande contestó a través de Twitter, pero esta vez para pedir disculpas: “Hoy en una entrevista radial traté a la fiscal Simensen De Bielke de atorranta. Atorrante es un americanismo que significa vago, holgazán, desvergonzado, no fue la palabra más adecuada, pido disculpas públicas a la Fiscal”. Pero en realidad, el tono superado con el que el legislador se refiere a la palabra, tampoco es el real. es solo una acepción lunfarda que nada tiene que ver con el origen o los orígenes de la palabra.
Resulta que, en la década de 1860, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, se comenzó a realizar la canalización de los arroyos que atraviesan Buenos Aires. El trabajo se realizó mediante grandes tuberías. Para ello, se importaron caños de desagüe de Francia, que venían con el sello de la constructora A. Torrant.

Los caños tenían más de dos metros de diámetro y sirvieron como refugio para las personas que dormían en la calle, a quienes se les llamaba Atorrantes, porque dormían en los caños de la empresa A. Torrant.

Otro origen de la palabra viene de la época de la esclavitud en el Río de la Plata. Se ponía a los esclavos a tostar las semillas del café, acción que se conoce como «torrar» y cuando se los encontraba descansando en horas en que debían estar tostando el café, se decía que estaban «atorrando». De ahí que se designase dicha palabra para referirse a alguien que no trabaja o no cumple con sus obligaciones.

Hay una tercera versión que dice que la palabra proviene de torare, verbo napolitano de uso generalizado entre la gente baja de las poblaciones costaneras para designar a la tranquila paciencia de los pescadores cuando no hay pesca.

La palabra figuró en notas sobre lunfardo tituladas Los Beduínos Urbanos, publicada en La Nación del 18 de marzo de 1879 y Caballeros de Industria, del 6 de abril de 1879 con el significado, «dormir».

En 1897, en Memorias de un vigilante, José S. Álvarez hacía referencia a los desgraciados que dormían en los grandes caños apilados en la zona costera de la ciudad.​ Desde entonces, la expresión «atorrante» se popularizó a tal punto que aparece en las letras de varios tangos y relatos populares de principio de Siglo XX.