Mientras algunos economistas recomiendan bajarle la calidad a la comida, otros usuarios más creativos decidieron subirle la calidad al combustible… o al menos eso intentaron.
En el marco del Plan Güemes, una iniciativa del Ministerio de Seguridad para combatir el delito en el norte del país, la Gendarmería Nacional interceptó una Toyota Hilux que venía, digamos, con un aditivo sospechoso. El operativo se realizó en la intersección de las Rutas Nacionales Nº 9 y 34, a la altura de Rosario de la Frontera.
El vehículo fue detenido por la Patrulla Fija “El Naranjo” del Escuadrón 45 “Salta”, en lo que parecía una inspección rutinaria. Pero claro, cuando uno viaja por el norte con más misterio que equipaje y ruedas que parecen haber hecho un curso intensivo de desmontaje, la GNA empieza a sospechar.
El conductor —aparentemente, un mecánico autodidacta o un fanático de Rápido y Furioso versión NOA— explicó que viajaba a Burruyacú, Tucumán, y que su chata estaba en condiciones óptimas. Bueno, óptimas hasta que la Gendarmería usó un escáner portátil y descubrió que en el interior de las ruedas había algo más que aire y llantas: diez paquetes de forma dudosa y aroma criminal.
En presencia de testigos, los gendarmes desarmaron las ruedas y extrajeron ocho panes y dos “paquetes amorfos” —la nueva tendencia en logística narco, aparentemente— que el test de Narcotest confirmó como cocaína, con un peso total de 10 kilos y medio. Una performance digna de un taller clandestino y una narcofábrica en simultáneo.
El conductor, indignado, habría declarado que “a la Hilux me dijeron que para que vuele, había que meterle cocaína”, así que eso hizo. No contaba con que Gendarmería no estaba tan al tanto del nuevo manual de mantenimiento del vehículo.
El plan era simple: mejorar la performance, ganar unos pesos y llegar a destino con una Hilux “voladora”. Pero los gendarmes, aguafiestas como son, no lo vieron con los mismos ojos. Confiscaron el rodado, el “aditivo del vuelo” y detuvieron al conductor por infracción a la Ley 23.737, que, para su sorpresa, no contempla beneficios por “intención técnica”.
Mientras tanto, el resto del país sigue debatiendo si se puede vivir a base de fideos de baja calidad, gaseosas truchas o pan con pan. Pero no todo está perdido: siempre habrá quien intente subirle el octanaje a la vida —aunque sea a fuerza de polvo blanco y una excusa creativa.