Analizamos algunos aspectos de la Teoría política de filósofos en clave feminista. (Andrea Sztychmasjter)

Para Aristóteles las mujeres se encuentran exentas de participar activamente en la vida pública. En Maquiavelo el sujeto político en busca de la Virtud se materializará en fuerza masculina y astucia ligada a la virilidad. En Hobbes el poder ciudadano se materializará a través de un contrato social, que es un pacto entre los dos sexos, pero en el que las mujeres pactaran su sujeción a cambio de la protección de los varones.

«La filosofía feminista es un movimiento de autoras que reconstruyen el canon filosófico incluyendo la obra de mujeres que han hecho aportaciones a la filosofía pero no han sido incorporadas al contenido que se enseña en el ámbito filosófico»

Para Aristóteles los hombres deben saber gobernarse a sí mismos para luego poder gobernar a otros, porque la finalidad de la polis es la felicidad o el bien vivir, la armonía y el justo medio. Dentro de esta organización, los esclavos, los niños, los extranjeros y las mujeres se encuentran exentos de participar activamente en la vida pública, quedan fuera de la polis en donde se constituyen como ciudadanos.

Para Aristóteles, la familia forma parte de la génesis de la ciudad, porque “la hembra y el macho” poseen una disposición natural a dejar tras de sí a otro semejante a ellos. Aunque establecerá una diferencia natural entre la “hembra y el esclavo”. Consignará que entre los “barbaros”; la “hembra y el esclavo” tienen la misma posición: ninguno de los dos posee el elemento gobernante por naturaleza.

Aristóteles en su organización jerárquica plantea cómo debe ser la administración doméstica, allí describe  tres tipos de relaciones entre las partes primeras de una casa: la del amo y el esclavo, la del marido y la esposa y la del padre y los hijos.

Aunque Aristóteles describe la importancia de educar a las mujeres y a los hijos con vistas a un régimen de gobierno para una ciudad perfecta, puesto que las mujeres son la mitad de la población libre y de los niños salen los miembros de la comunidad política, vemos que su organización toma forma de pirámide, donde el varón se encuentra arriba, dominando a todos.

Por su parte la filósofa María Luisa Femenías  plantea cómo el modelo organicista de Estado que sustenta Aristóteles se constituye analogable a la estructura del organismo animal y conlleva necesariamente relaciones de parte/todo y un orden que supone una jerarquización o estratificación natural y necesaria para alcanzar los fines que la polis se propone. En la Política, Aristóteles apunta las virtudes femeninas por naturaleza: incapacidad para el mando, sumisión y pasividad, debilidad corporal, areté propia de las tareas domésticas, valentía subordinada, moderación, modestia y silencio.

Femenías sostiene: “En lo que a la mujer concierne, su areté es propia de las tareas domésticas, lo que la convierte en un instrumento del cuidado de la oikía en general y del varón en particular. Respecto de la reproducción de la especie, mientras que el hombre aporta la forma, la mujer hace lo propio con la materia. Vimos que, la mujer, por una parte es la clase complementaria de la espe­cie; por otra, la reproducción en términos de gestación la condiciona biológicamente y, en consecuencia, se la limita a cumplir sólo con funciones naturales, a las que se agrega el cuidado y atención de los niños y, por extensión, de los adultos varones y la casa en general; estas últimas activi­dades las cumple aun cuando nada biológico la determine a ello”.

Es así que nos encontramos ante una situación de subordinación que no está dada por el or­den natural, tal como lo dispone Aristóteles, sino por un orden puramente social, basado en la necesidad de un tipo de organización societaria y jerárquica. En Aristóteles, las mujeres forman parte de modo funcional a contribuir a la perfección de ese varón libre que debe buscar la virtud, para saber gobernarse a sí mismo y luego gobernar a otros.

Dice Aristóteles en el capítulo 1 de la Política: “De diversa manera manda el libre al esclavo, y el varón a la mujer, y el hombre al niño. Y en todos ellos existen las partes del alma, pero existen de diferentes maneras: el esclavo no tiene en absoluto la facultad deliberativa; la mujer la tiene, pero sin autoridad; y el niño la tiene pero imperfecta”.

El destino de las mujeres

Con Maquiavelo empieza a configurarse una fisiología del poder, surgen quiebres con los antiguos mecanismos ontológicos y la totalidad comienza a desmoronarse. Aparecen un principio de incertidumbre y la reflexión del sujeto; y la Fortuna para explicar justamente la incertidumbre en el destino de los hombres. La idea de la Fortuna en Maquiavelo sustituirá la idea de la Providencia divina cristiana. Con Maquiavelo se configuran los mecanismos de gobierno para sostener ese poder y se percibe que a partir de la racionalidad de la acción política se constituye una ciencia política destinada a manejar ciertos métodos para perpetuar el poder y dominación.

Será a través de la Virtud, que con su capacidad el hombre convertido en sujeto político podrá controlar ese destino. El libre albedrío, tal como lo estipula Maquiavelo al servicio de que cada hombre pueda ser dueño de al menos la mitad de sus acciones humanas. Pero,   ¿quién es ese sujeto político?

“Considero que es preferible ser impetuoso y no cauto, porque la fortuna es como la mujer, y es preciso, si se la quiere tener sumisa, golpearla y maltratarla. Y se ve como se deja dominar por éstos, antes que por los que actúan con tibieza. Y, como mujer, es amiga de los jóvenes, porque son menos prudentes y más fogosos y se imponen con más audacia.” (El príncipe, cap. XXV)

La configuración de este sujeto político en busca de la Virtud se materializará en fuerza masculina y astucia ligada a la virilidad. Será un sujeto capaz de pensamiento, sujeto excepcional que deberá sortear las vicisitudes de la Fortuna y mostrar control, al igual que el hombre lo hace con la mujer. Será un varón joven que deberá mostrar capacidad para traspasar lo que el azar imponga. Dice Celia Amorós que si en la novela erótica el marido viejo de la dama objeto de conquista es burlado por la astucia, la inteligencia y la habilidad del varón joven, en política la Fortuna prefiere conceder sus favores a la pericia de los jóvenes y no de los viejos señores.

Sostiene Amorós: “El dominio de la Fortuna en el ámbito de la simbólica, es signo de poder y de reconocimiento por parte de los propios varones, investidura de virtú, mientras que la incapacidad para el control de lo femenino denota déficit de virilidad: así el que no sujeta la feminidad no se sujeta a sí mismo, está a merced del azar y de la alteridad. No se constituye por tanto en sujeto”.

Hannah Arendt definió que abundan conceptos en la obra de Maquiavelo que podría llevar a interpretar erróneamente su doctrina como una ‘teoría del cambio político’, a diferencia, señala la autora existe en el autor de El Príncipe interés por lo inmutable, lo invariable y lo inalterable, es decir, lo permanente y lo perdurable.  Puesto que fue el primero que meditó sobre la posibilidad de fundar un cuerpo político permanente, duradero y perdurable.

El contrato sexual

El lugar desde donde Hobbes piensa el mundo está escindido y fragmentado, no es orgánico como en Aristóteles. Comienza un proceso importante de individualización, en donde la relación ética con la verdad es puramente estratégica.

En la propuesta de Hobbes, el soberano no sólo posee toda la fuerza de la sociedad para ejecutar su voluntad sino que, además, al no ser parte del contrato, no ha de rendir cuentas a sus súbditos sobre el modo en que realiza sus tareas.

Hobbes plantea que antes de un estado de sociedad el hombre se encontraba en un estado de naturaleza. En este estado de naturaleza el hombre es libre y egoísta. Aquí aparece la figura de un contrato público, que permitirá la unidad entre individuos que deciden “voluntariamente” ceder parte de este deseo infinito para adquirir un supuesto poder ciudadano.

Es así que el Estado no solo se convertirá en una razón utilitaria artificial y en un monopolio para legitimar la violencia, también legitimará el ejercicio en el abuso de poder. El poder ciudadano se materializará a través de un contrato social, que es un pacto entre los dos sexos, pero en el que las mujeres pactaran su sujeción a cambio de la protección de los varones, lo que en la teoría feminista se conocerá como “contrato sexual”. Aunque algunos autores afirman que el pensamiento político de Hobbes quebró la idea aristotélica predominante hasta entonces sobre la desigualdad natural y en cambio sostuvo que la desigualdad sólo podría aflorar en un segundo momento con la construcción artificial del orden civil, y aunque Hobbes va a cuestionar la autoridad  patriarcal y la desigualdad entre hombres  y mujeres como expresión de una ley de la naturaleza, va a hablar también del carácter convencional de la sujeción de las mujeres y va a exponer que la familia funciona bajo la misma regla de operación de los estados, mediante el pacto. Y es justamente este contrato el que hace posible que el derecho ‘natural’ de los varones sobre las mujeres se transforme en derecho civil patriarcal.