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Femicidio encubierto

Ana María Hernández, profesora de la UBA y autora del artículo “Femicidios. La ferocidad del patriarcado”, asegura que en Argentina muchas muertes de mujeres registradas como “suicidio” podrían ser femicidios encubiertos. Al hablar de Salta y Jujuy resalta que el nivel de suicidio femenino es superior a la media nacional.

Hernández llevó adelante una investigación titulada “Análisis de la mortalidad por causas externas y su relación con la violencia contra las mujeres” y extractos de la misma fueron publicadas por Página 12. Al respecto se resaltó que los informes internacionales establecen una relación estadística entre suicidios y homicidios, donde la tendencia en la mayoría de los países es que los suicidios superen a los homicidios. “En nuestro país la relación es de 2,2, es decir que eventualmente se presentarán en la población general el doble de suicidios que de homicidios. Pero nuestra investigación observó que, en algunas provincias, esta relación con respecto a mujeres puede variar sustancialmente. Llama la atención que en Salta y Jujuy se presentaron casi cuatro veces más suicidios que homicidios; en Catamarca y La Pampa se registraron seis veces más suicidios que homicidios. Esto, sumado a los métodos utilizados en esos supuestos suicidios, genera una fuerte sospecha”, indica el informe.

Objeto de interés de la investigación fue los métodos empleados para quitarse la vida. Según la literatura internacional, los varones utilizan para suicidarse, en primer lugar armas de fuego y en segundo lugar el ahorcamiento mientras las mujeres recurren con mayor frecuencia al envenenamiento con plaguicidas, las sobredosis de psicofármacos, arrojarse al vacío, tirarse al paso del tren. Una situación que no ocurre con las mujeres de nuestro país en donde la mayoría de las mujeres se suicidan por “lesión autoinfligida intencionalmente por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación en vivienda” y en segundo lugar por disparo de arma de fuego”. Algo que llevó a la investigadora a preguntarse porqué  las dos modalidades más comunes de suicidios de mujeres en la Argentina no responden a los patrones internacionales. Al respecto, Hernández indica que puede conjeturarse que en un número significativo de tales casos se trataría de femicidios encubiertos.

Al respecto la autora señala sobre la necesidad de que ante todo muerte de mujer donde se sospeche femicidio, “sería de suma utilidad diseñar y operacionalizar autopsias psicológicas específicas: indagar si, a la vista de familiares cercanos, amistades, vecinos, esa mujer había sufrido antes de su muerte algún vínculo sentimental posesivo, abusivo, violento, maltratos, aislamiento de seres queridos u otras formas de violencia de género que pudieran haber antecedido al desenlace fatal”. Para que semejante encubrimiento sea posible, han sido menester complicidades explícitas o implícitas, deliberadas o naturalizadas, extremas negligencias burocráticas y/o llanos delitos. Hay que distinguir tres modalidades de encubrimiento diferentes, que a su vez pueden combinarse.

1) Participación deliberada de agentes de organismos oficiales. Cuando existe mucha celeridad en la resolución de casos dudosos puede sospecharse que lo que se presenta como suicidio sea en realidad un homicidio, más aún cuando aparece la premura de incinerar el cadáver. Para transformar un homicidio en un suicidio, se debe contar con un médico que firme el certificado de defunción, personal policial que sepa alterar la escena del crimen, fiscales y jueces que no investiguen debidamente, medios de comunicación que instalen de entrada la idea de suicidio o accidente, etcétera. Es una acción más factible para varones con poder, relaciones y recursos económicos. La misma asimetría patriarcal que determina la violencia permite mover los hilos necesarios para encubrirla.

2) El peso de lo patriarcal. El patriarcado confiere distintas modalidades de poder y legitimidad a los varones en general, aunque no pertenezcan al poder social o económico. a través de la acción de significaciones imaginarias sociales instituidas. Si el marido mata a su mujer y luego llama a la policía, llorando, “mi mujer se suicidó”, muchas veces a nadie se le ocurre ir más allá. No se investiga si esa muerte estuvo antecedida de violencia de género. Se ignora, se prefiere ignorar algo que los estudios sobre violencia de género señalan sistemáticamente: para las mujeres el hogar es más inseguro que la calle.

3) Inducción al suicidio. Está demostrado que la violencia de género sostenida en el tiempo puede generar abatimientos existenciales o depresiones significativas. A esa persona que se siente muy mal, cuyo psiquismo ha sido progresivamente arrasado, que no encuentra salida a su situación, pueden creársele condiciones favorables a que se quite la vida. No se trata aquí del encubrimiento de un homicidio, sino de que se la “ayudó un poco”. Se trata de algo aún muy poco estudiado: los suicidios inducidos de mujeres y su relación con la violencia de género. Particularmente en suicidios de chicas adolescentes, cuando se los investiga es frecuente encontrar situaciones de abuso sexual, generalmente incestuoso por parte de padre, hermanos, tíos, abuelos. Producido el suicidio, la familia trata de tapar todo con celeridad; quizá no de modo consciente, intuyen al mismo tiempo que desmienten que un ataque incestuoso ha operado como disparador de la decisión de la joven.