Edith Román tenía 17 años y fue víctima de un brutal crimen.
El norte provincial volvió a enlutarse este fin de semana tras un nuevo femicidio. Esta vez se trató de Edith Román, una joven wichí de 17 años, de la comunidad Betania en Santa Victoria Este, hecho por el cual hasta el momento hay 4 varones detenidos: su cuerpo fue hallado en una zanja, salvajemente golpeado lo que refleja la vulnerabilidad total en la que se encuentran sumidas las niñas y mujeres de las comunidades indígenas frente a la avanzada incesante de los crímenes de odio machista.
La información fue confirmada por Reynaldo Román, el padre de la víctima en diálogo con la periodista Teresita Frías. En efecto, y según detalló, el cuerpo de su hija fue hallado sin vida en la mañana del 13 de diciembre en una zanja golpeada, brutalmente maltratada y con signos evidentes de violencia.
Román relató que la última vez que Edith fue vista con vida fue el 12 de diciembre, en la previa a una salida junto a su prima a las 20 horas para visitar a familiares, algo frecuente y hasta ese momento sin ningún peligro para ella.
Según el testimonio de su padre, Reynaldo Román, la prima de Edith se fue con su pareja alrededor de las 4 de la madrugada, dejando a la joven junto a cuatro hombres que se convertirían en sus presuntos agresores: Javier Gómez, de la comunidad 24 de Julio, Segundo Erazto, Sergio Pisco y Joaquín Pisco, los tres de la comunidad La Estrella. Uno de ellos, menor de edad, fue trasladado al centro de menores de Tartagal.
Fue recién al otro día cuando Reynaldo tomó conocimiento de lo que pasó con su hija, tras el aviso de su cuñado y otro hombre. Edith yacía desnuda, con golpes visibles, moretones, los dientes rotos y sus manos completamente fracturadas.
La causa preliminar de su muerte, según el certificado de defunción, fue: “asfixia por sumersión, tec. grave y politraumas”. Sin embargo, aún se esperan los resultados finales de la autopsia para determinar el alcance completo de la violencia que sufrió.
Vecinos de la comunidad wichi Betania y Santa Victoria claman por justicia, en un contexto en donde lamentablemente estos episodios no son aislados.
Nuevo Diario dialogó con la periodista Teresita Frías que analizó: “Se trata de un acto de violencia indescriptible que pone de manifiesto las múltiples capas de opresión que atraviesan las mujeres en las comunidades originarias de nuestro Norte argentino. Este crimen, ocurrido el 13, es un reflejo de la situación de vulnerabilidad extrema a la que están sometidas las mujeres indígenas, expuestas a la violencia de género en todas sus formas, desde el maltrato doméstico hasta los asesinatos que parecen no cesar. El flagelo de la violencia machista, alimentado por la inseguridad y el consumo de sustancias, ha transformado estas comunidades en escenarios de recurrentes tragedias”, enfatizó.
Violencia estructural
Frías continuó analizando este episodio a la luz de las intersecciones y la complejidad de la vida diaria para las comunidades originarias, y más aún para las mujeres.
“La constante lucha por la supervivencia y el despojo de tierras no es lo único que sufren; también enfrentan una lucha silenciosa, pero mortal, contra una violencia estructural”, sostuvo apuntando a las permanentes vulneraciones de las que sufren sus cuerpos e identidades.
“Este femicidio, más allá de ser una pérdida irreparable para la familia, se inscribe en un proceso más amplio de etnocidio. Es el último eslabón de una cadena histórica de exterminio, marginación y despojo que busca borrar la identidad, la cultura y la vida de los pueblos originarios”, señaló en la misma línea a lo que desde las luchas feministas vienen sosteniendo y reclamando de manera sistemática. “En pleno siglo XXI, las mujeres indígenas siguen siendo doblemente víctimas: por su condición de género y por ser parte de un pueblo cuya identidad sigue siendo arrebatada”, finalizó.