El intendente de Pinamar, Martín Yeza, mudó su oficina al hospital local. Busca regularizar las cuentas y asegurar el funcionamiento del sistema de salud en esa ciudad. «No quiero que me vengan a contar nada, quiero verlo yo», declaró.

«No quiero que me vengan a contar nada. Quiero verlo yo», explica una y otra vez el intendente de Pinamar, Martín Yeza, cuando se le pregunta por qué decidió mudar su despacho a una de las salas del Hospital municipal. Desde hace algunos días, el joven líder comunal ocupa una pequeña habitación detrás de las ventanillas de atención al publico. Allí se reúne con su gabinete y toma decisiones mientras intenta regular un sistema de salud local que incluye mala administración, problemas edilicios y hasta médicos que cobran sin ir a trabajar.

La mudanza de la intendencia fue el 1° de marzo y, en principio, durará un mes. Sin embargo, podría extenderse. «Nos quedaremos el tiempo que sea necesario. Si son tres meses, serán tres», cuenta Yeza mientras atiende teléfonos, revisa estados contables y saluda pacientes.

«El sistema de salud tiene uno de los desfasajes más importantes de los últimos años», dice, y destaca entre los problemas más importantes que están mal afinados los vínculos con el sistema privado.

«Cualquiera que viene al hospital con su obra social es atendido, como tiene que ser, pero después no se le factura a las prepagas. El problema no es cuánto gastamos, sino cuánto recuperamos. En Pinamar existen centros de salud privados, pero son pequeños y atienden cuestiones puntuales. Los tratamientos más complejos se hacen siempre en el hospital», señala.

Otro conflicto advertido por Yeza tiene que ver con el personal profesional. «Hay muchos médicos que cobran horas por las que no trabajan. Es bastante normal que paguemos por 48 horas y hagan 12 horas reales. Eso, además de ser injusto, hace imposible tener un sistema de turnos serio», sostiene Yeza, convencido de que «el sistema tiene que volverse más sincero».

No es la primera vez que Yeza sorprende con una medida de este tipo. Asumió la intendencia el 10 de diciembre último con apenas 29 años y enseguida comenzó a tomar medidas llamativas, que varios emparentaron con el marketing y hasta llamaron «tribuneras».

En los últimos días de 2015, lanzó un hashtag en Twitter (#AnecdotasDeTransicion) con el que relató el estado del municipio recibido. «En un área importantísima llegamos al mediodía y la Secretaria del área estaba tomando birra con los empleados #Anecdotasdetransicion», contaba el flamante intendente. Otro de los mensajes fue: «#Anecdotasdetransicion en tránsito de la muni hay 24 vehículos en el inventario, de los cuales funcionan 1 auto, 1 moto y una bici».

Además, durante su corta gestión logró desarticular a los trapitos de su ciudad en plena temporada, redujo su sueldo a la mitad, mantuvo fuertes cruces con los guardavidas y recibió amenazas de vendedores ambulantes, que en varias oportunidades quisieron golpearlo en la puerta de la intendencia.

En el futuro estima que hará algo similar en otras áreas, como «servicios urbanos», sector incargado de la limpieza, la luminaria y las veredas de Pinamar.

Fuente: La Nación