“Yo he aprendido que el lugar del poeta no es el del vencedor sino el del derrotado total. El del humillado, el del caído que se ha metido hasta las cachas del corazón en la basura del mundo”, escribió dos años atrás Luis Ferrario, el autor de un libro de poesía que se vende en las librerías locales.
También dijo: “Para ser poeta hay que beber aguas amargas. No se puede ser poeta desde la comodidad, desde una clase, desde un ámbito de dominio. No. Hay que experimentar la nada, hay que volverse nada, borrarse, no figurar, no ambicionar, no ser. Ese es el único orgullo del poeta”.
Ese hombre publicó, semanas atrás, el libro Poesía Rescatada. Fue un acontecimiento importante para la literatura salteña: el poeta oculto, el hombre que tiene 18 o 19 libros manuscritos guardados en algún baúl, finalmente nos entregó una primera parte de una antología. Lo que quedó afuera es mucho, pero hablemos de lo que se ha publicado. Expliquemos, sobre todo, por qué este libro es importante.
Hay muchas razones, básicamente porque son muchos los Ferrarios que encierra este libro. Está el Ferrario Anacrónico. El que se nutre de Lorca y Quevedo y Góngora y pone a un lector del tercer milenio en grandes aprietos: los sonetos exigen mucho a un joven lector contemporáneo, volver a la rima, la métrica y a un lenguaje mucho más rico que el que hoy está de moda (William Faulkner una vez insultó de esta manera a Ernest Hemingway: “Este tipo nunca ha sido conocido por usar una palabra que el lector deba buscar en el diccionario”. Ferrario nos obliga a volver al diccionario. Nos obliga a ser mejores lectores).
La palabra “anacrónico” no es la mejor para hablar del libro. En realidad parece escrito por un eternauta, por un viajero del tiempo, por alguien que a su antojo se desplaza, contempla, entiende los problemas de cada momento y escribe. Escribe con todos sus recursos, sin tratar de mimetizarse o mezclarse con la moda literaria. La búsqueda de estilo de Luis ha sido personal: un hombre que sólo pelea contra sí mismo.
Y así como da la impresión de poder moverse por los tiempos, también muestra que puede hacerlo todo, que cualquier técnica está disponible para él. Algunos escritores sólo tienen una o dos trucos en sus cajas de herramientas y se las arreglan como pueden; Luis, en cambio, puede hacerlo todo.
El libro es raro porque no busca ser raro. Porque además de los despliegues técnicos, en medio de las rimas, las emociones que transmite siguen intactas. La muerte, la soledad, la imposibilidad ante las injusticias, la vida no vivida y la derrota son algunos de los temas que trasuntan las 200 páginas. Y esos sentimientos se quedan adheridos a uno, aún terminada la lectura.