A un profesor del Bachillerato Humanista lo hicieron pasar por muerto y se apropiaron de sus propiedades. La maniobra habría precisado de la complicidad de abogados y personal de Inmuebles. El hombre trató de hablar con Urtubey, quien fuera su alumno en el secundario. Ni siquiera lo quiso atender. (DOM)
De no ser por el miedo, la indefensión y el peligro concreto, el especialista en Arte, Jorge Adolfo Martorell podría disfrutar del matiz evidentemente kafkeano de lo que le está sucediendo. Algunos de sus amigos se lo dicen: parece una novela. Pero por la forma en que lo grotesco e inverosímil ha contaminado su vida, no hay posibilidad alguna de disfrute.
Todo comenzó el 3 de noviembre de 2012: el portero del edificio colindante a su propiedad, en calle Santiago del Estero 119, lo llamó para decirle que le estaban reventando el departamento: la propiedad estaba siendo violentada y despojada de sus bienes muebles. Martorell llamó al 911 y los oficiales detuvieron a dos intrusos: después, en Comisaría, le tomaron la denuncia Nº 6397.
Ese fue el primer aviso. Doce días después lo asaltaron y esta vez sí robaron todo de otra de sus propiedades, de calle España 243: destrozaron puertas, candados y se llevaron de todo. La lista es larga, larguísima, pero lo más importante puede ser esto: un piano de cola valuado en 300 mil dólares, 8 tapices de Luracatao de 5 mil pesos cada uno, arañas, juego de comedor y dormitorios, escritorios, bibliotecas, juego de muebles de cocina, televisores… y continúa.
La denuncia en la que consta este último incidente lleva es la número 16747. El 22 de noviembre Martorell constató otra irregularidad: habían cambiado los candados de esta propiedad de calle España. Y adentro de este departamento había okupas. Realizó una nueva denuncia sin que la policía reaccione. En un interín, las dos propiedades figuran como vendidas. Surge otro hecho inverosímil: un supuesto juicio sucesorio realizado en la provincia de Neuquén. En este raro expediente figura que él, Jorge Martorell, había muerto y que el que había iniciado el juicio, un tal José Ramón González, era un hijo no reconocido, devenido heredero de esas propiedades.
Las minutas del expediente de Neuquén fueron presentadas en la Dirección General de Inmueble el día 12 de setiembre de 2012 a horas 10,55 y la otra a horas 13 con carácter de trámite urgente firmadas, las dos minutas, por el abogado Rogelio Aníbal Estrada. A su vez, el 26 de setiembre de 2012 el abogado Marcelo Arancibia presentó nota al Director General de Inmueble donde dice ser autorizado por el Dr. Rogelio Aníbal Estrada a diligenciar ante la provincia para inscribir las propiedades a nombre de José Ramón González por el fallecimiento de Jorge Adolfo Martorell. Y con una rapidez inaudita, la dirección General de Inmueble adjudica las células parcelarias en cuestión, de manera provisoria, a José Ramón González.
Con fecha borrosa (puede ser el 1 o el 31 de octubre de 2012) la Dirección General de Inmueble Programa Jurídico firmado por Salomé Sánchez, supervisor técnico, donde comunica al juez del CC y Minería Nº1 de Cipolleti la definitiva inscripción de las propiedades de Martorell a nombre de José Ramón González. Otra vez, en un abrir y cerrar de ojos, el 11 de octubre de 2012 la propiedad de Santiago del Estero 119 fue vendida a un tal Rafael Sergio Gudiño, compra venta realizada por la escribana Ana Carolina Sanso Baldi. El 13 de noviembre se vende nuevamente a Natalia Fernanda Vilca con la misma escribana.
De manera paralela, el 18 de octubre la propiedad de calle España 243 fue vendida a Héctor Dardo Cáceres, escriturada por la Escribana María Valeria Zambrano Videla.
Martorell fue nuevamente a la policía el 2 de diciembre, para probarles, entre otras cosas, que estaba vivo. Llevó, además, los comprobantes sobre las propiedades. A los policías no les interesó mucho que el caso de un juicio sucesorio por alguien que aún estaba vivo. Ni siquiera prestaron atención a este detalle: que el pretendido hijo no reconocido -José Ramón González- tiene sólo 5 años menos que su supuesto padre: en algún mundo paralelo, Martorell se tiraría una cana al aire cuando tenía una edad de cuatro años y tres meses.
Uno pensaría que un problema, erigido sobre una falacia tan fácilmente refutable, ya estaría solucionado. Pero Cuarto Poder se reunió con Martorell el 7 de abril pasado, casi dos años después de la okupación y las ventas, y las irregularidades no se han corregido. Incluso, el caso adquirió tonalidades más oscuras: a Martorell lo persiguen de manera constante. Lo amenazaron varias veces de muerte, destruyeron su vereda y desagües, y hasta trataron de envenenar a su perra, que lo salvó en un intento de asalto. Todo esto ha sido presentado ante la justicia, que sigue sin prestar atención.
Incluso para Martorell es evidente que también hay cierta complicidad en los juzgados: se le negó conocer todos los pasos de su expediente y saber si algunos de los implicados están procesados o imputados en las causas.
Hasta la fecha de esta publicación, la causa está frenada por un Recurso de Apelación desde el 11 de junio de 2013 –Resolución Nº 08/13 de la Dirección de Inmueble Expte 760607. “Sin la complicidad de esta Dirección General de Inmueble no se hubieran cometido estos graves, peligrosos y vergonzosos delitos de Asociación Ilícita”, dice, en un pequeño departamento en el que habita ahora. Para llegar hasta allí, hay que sortear tres puertas, una de hierro que resguarda todo el piso: se nota que sus temores son reales. “A pesar de estar totalmente probados todos los delitos mencionados, no logro obtener la legítima posesión de mis inmuebles, ni se sabe el paradero de todo el mobiliario robado”, dice.
Malos alumnos
A pesar del miedo y del giro hacia el grotesco que ha tomado su vida, todos los días sale a hacer lo que sabe: dar clases de arte y música. Sigue siendo docente del Bachillerato Humanista, donde trabaja desde 1958.
Allí tuvo como alumnos a Juan Manuel Urtubey, Eduardo Sylvester y María Inés Diez. Por eso trató de contactarlos a los tres. Sylvester era ministro de Seguridad, pero no lo atendió. María Inés Diez tenía el mando de Justicia, tampoco respondió sus mensajes. Una vez logró comunicarse con la secretaria del gobernador. Martorell le explicó que había sido profesor del ahora mandatario, explicó su situación una vez más y pidió hablar unos minutos por teléfono. Entonces escuchó la voz inconfundible de Urtubey dirigiéndose a la secretaria: “No lo pienso atender, dígale que no estoy”.
“Urtubey no era buen alumno, se recibió a los ponchazos. Pero no era malo-malo. Porque para latín y griego hay que tener cierta… disciplina… Se recibieron. No eran brillantes, eran del montón”, recuerda, algo dolido.
Martorell no pidió a ninguno de sus ex alumnos un trato diferencial. Ni siquiera un favor especial. Tan sólo quería que se respete un derecho básico, que cualquier salteño merece