“Favorables a los clientes y proxenetas, estos movimientos que se ocupan de aparentar ser movimientos de liberación sexual para integrarse en el movimiento feminista, saben encontrar apoyo”, señala la traducción de Prostitución Una Guerra Contra Las Mujeres.
Extracto de un capítulo de la destacada obra de Claudine Legardinier: Prostitución Una Guerra Contra Las Mujeres, dedicado a las estrategias de lobbying de la industria proxeneta:
En el plano político, era esencial probar que las mismas mujeres prostituidas eran quienes demandaban un estatus que normalizara su actividad. COYOTE, emblema de esos movimientos y rodeado de un halo de indispensable perfume subversivo fue el primero en su tipo.
Creado en Estados Unidos en 1973, resultó que en realidad reunía un rompecabezas dispar de personalidades: liberales de toda clase, gente de los medios, políticos, clientes… La realidad es que en 1981, las prostitutas representaban… 3 % de los 10 000 a 30 000 miembros (según las fuentes) de la organización. Un engaño magistral. Pero el mito funcionó, en particular en los medios de comunicación. Ese era el objetivo, la fundadora Margo Saint James en persona lo dijo sin reparos: “Un sindicato de prostitutas, es simplemente imposible”.
Favorables a los “clientes” y proxenetas, estos movimientos que se ocupan de aparentar ser movimientos de liberación sexual para integrarse en el movimiento feminista, saben encontrar apoyo. En el caso de Coyote, fue subvencionado por la Fundación Playboy. A los ojos de los medios y de la opinión publica, la demanda de legalización del oficio surge de las principales afectadas. ¿A quien se le ocurriría oponerse?
Hoy en día, “sindicatos de prostitutas” florecen en toda Europa y en el mundo. Si miramos más de cerca, nos damos cuenta de que en Inglaterra, por ejemplo, el sindicato IUSW, International Union of Sex Workers, está de hecho “abierto a toda persona perteneciente a la industria del sexo”, por lo tanto “trabajadores, así como gerentes y patrones”. De este modo, el representante del sindicato de prostitutas, un tal Douglas Fox, que se presenta como “escort boy”, es en realidad el fundador, a través de su compañero John Dockerty, de una de las agencias más grandes de “escorts” de Gran Bretaña.
Esta porosidad entre personas que se presentan como prostitutas y proxenetas interesados en la descriminalización de la industria es omnipresente. En Suiza, Madame Lisa se exhibe como “puta y orgullosa de serlo”, cuando en realidad dirige el prostíbulo mas grande de Ginebra. En Canadá, Terri Jean Bedford, que inició un juicio al estado en 2007 en nombre de los intereses de “trabajadoras sexuales”, había sido condenada por dirigir un prostíbulo.
Sindicatos de “prostitutas” albergan entonces indiscriminadamente a los explotadores y los explotados como si defendieran los mismos intereses.
Un ligero tinte marxista – “sindicato”, “autogestión” – es suficiente para darle el color de defensa de los trabajadores a grupos corporativos de defensa del “trabajo sexual”, pero de la industria y sus ganancias. En Francia, el Strass, “sindicato del trabajo sexual” que se presenta en los medios como movimiento de defensa de personas prostituidas, y adopta la postura de minoría sexual oprimida milita, bajo el patrocinio de “Manifiesto de sex-workers en Europa”, por la derogación de las leyes sobre el proxenetismo, es decir, por el derecho de ser proxeneta. Está fuertemente respaldado por algunos ecologistas. Estos grupos despliegan un arsenal intelectual que se ocupa de distorsionar y desvirtuar la noción de libertad y de derechos. De esta manera, se reivindica el derecho a ser “sumisa”, el de trabajar para un patrón de prostíbulo o inclusive “el derecho al sexo sin deseo”.
Derechos que las mujeres han tenido tiempo, a lo largo de los siglos, de conocer muy bien.
Estas personas tienen evidentemente derecho a reivindicar el sistema que les convenga; pero no el derecho de arrogarse la representación del conjunto de las personas prostituidas.
Su discurso minoritario, fuertemente organizado y omnipresente, a pesar de los gritos contra la “censura” que imponen, logra ocultar la voz de la mayoría prostituida que se enfurece al verse representada por personas que pueden escribir en su página Internet Lesputes.org (grupo hoy disuelto) : “Cuando los medios nos piden testimonios sobre nuestra experiencia, es más interesante negarnos a hablar de lo que hemos padecido y hablar solo de los que nos hacen padecer y señalar entonces a los responsables de la putofobia: las abolicionistas, la policía, los gobiernos, etc” (13). En otras palabras, con el objetivo de “terminar con los estereotipos de la víctima”, guardar silencio sobre las violencias vividas en la prostitución – las de “clientes” y proxenetas – para acusar principalmente a las “abolicionistas”, o sea, a las que se niegan a que la prostitución se convierta en una profesión de futuro”.
Fuente tribunafeminista
Todos los artículos sobre el STRASS https://ressourcesprostitution.wordpress.com/2014/08/12/quest-ce-que-le-strass/