En la vecina provincia de Jujuy está creciendo el número de adolescentes y jóvenes adictas que dan a luz bebes con problemas metabólicos, sífilis congénita y hasta con síndrome de abstinencia de paco por la adicción de sus madres.
Amalia Eyzayaga, es la periodista que desde San Salvador de Jujuy redacto el informe para el diario La Nación que conviene transcribirla íntegramente.-
“Carla es adicta al paco, vive en situación de calle y está embarazada. A los 19 años, su salud y la de su beba de más de siete meses de gestación son muy delicadas. Laura, la mamá de Carla, hizo lo imposible para retenerla y para que recibiera atención médica mucho antes de saber que iba a ser abuela. Peregrinó por reparticiones públicas, por centros de salud y por distintos juzgados. En los últimos meses, aparecieron algunas luces de esperanza. Pero en los hechos Carla siguió siempre allí, entre el barrio Azopardo y San Francisco de Alava, prostituida y dominada por una droga.
La evidencia del narcotráfico y de su crecimiento en el país se revela de forma dramática: adolescentes y mujeres adictas que quedan embarazadas y dan a luz bebes con síndrome de abstinencia, problemas metabólicos, sífilis congénita o prematuros.
Los casos van en aumento en la provincia, según las consultas realizadas por LA NACION. «Hay chicas que llegan con trabajo de parto y el paco en la mano», dijeron en un servicio de maternidad de esta ciudad. La mayoría de las embarazadas se hace, con suerte, sólo un par de controles prenatales. ¿Y los bebes? Muchas los abandonan o los dan en adopción; otros quedan al cuidado de familiares y otros se intentan abortar, con métodos «caseros».
Profesionales de distintas áreas del hospital Pablo Soria, el centro de salud de cabecera de la provincia, dan cuenta de que se trata de un cuadro frecuente.
El de Carla es quizás un caso paradigmático. LA NACION reveló su historia en diciembre último, con nombres ficticios para resguardarla. Hasta hoy, Laura, su madre, intentó de todo y -agotada- también abandonó la lucha. Hace seis meses interpuso un amparo contra el Estado provincial, junto a otros familiares de adictos, instancia que casi no avanzó en Tribunales y que el gobierno rechazó: consideró en un escrito que presta servicios adecuados para el tratamiento de adicciones. Laura siguió pidiendo ayuda en distintas oficinas públicas como quien deambula en una maraña de obstáculos.
Pero no obtuvo soluciones, sólo derivaciones y negativas. No existen en Jujuy -como en muchas jurisdicciones- protocolos judiciales, sanitarios ni gubernamentales que indiquen qué pasos seguir en el caso de personas adictas. Así, un número creciente de hombres y mujeres, muchos de ellos muy jóvenes, quedan a la intemperie social porque nadie se hace cargo.
Ahora, «agarrar» a Carla, como dice su madre, es complejo. La calle es su hogar. «Está muy consumida», describe Laura. Se refiere al consumo cotidiano de pasta base, esa droga que la hace tener movimientos desarticulados y reacciones incontrolables.
El sábado último por la noche, Laura hizo otro intento: logró llevar a su hija adicta y con un embarazo avanzado al hospital, por un ardor muy fuerte en la zona vaginal. «Le preguntaron a mi hija si se quería quedar internada y ella dijo que no. Entonces, me dijeron que como estaba intoxicada no la podían retener y que volviera el lunes (por anteayer)», dijo Laura a LA NACION. En otras palabras, le pedían a Carla -drogada como está desde hace años- su consentimiento voluntario. Laura logró llevarla el lunes, pero le dieron otro turno para ayer, para hacerse análisis. «Ahora ya se me fue a la calle. Yo la conozco, no voy a encontrarla», explicó entre la resignación y la desesperanza. También en esta instancia hubo confusión en la atención: del Pablo Soria la derivaron a la nueva maternidad provincial y de allí la enviaron de regreso al hospital central.
Laura, junto con Aldo Coca, un abogado voluntario que la asesora, presentó ayer el caso de Carla ante un tribunal de familia. Al ser ella mayor de edad, les anticiparon que sería considerada «capaz»; también, que al no haber nacido su bebe no había mucho para hacer por el momento, según explicaron el letrado y Analía Ruiz, vecinalista y amiga de la familia.
Sólo en lo que va del año, profesionales de los servicios de Educación para la Salud y de Trabajo Social del hospital Pablo Soria relevaron entre seis y ocho casos de mujeres adictas a las drogas y embarazadas.
Sin embargo, serían varias más. No hay estadísticas públicas que registren la realidad de esta problemática. El último estudio sobre consumo de estupefacientes en Jujuy fue realizado a través de una encuesta en el área de emergencias del Pablo Soria, en 2012, por el Observatorio de Drogas de la Sedronar, pero excluyó a las mujeres que hacían consultas obstétricas o por maternidad.
En una ciudad donde nacen más de 5000 niños por año, estos casos pueden no ser muchos en números relativos, pero sí lo son en términos de impacto humano.
En tanto, este año, el Ministerio de Salud de Jujuy se propuso incorporar la adicción a estupefacientes como variable a ser relevada de manera independiente en los más de 250 centros de atención primaria para la salud de toda la provincia, según voceros de esa repartición. Pero para los datos habrá que esperar.
Según Estela Alvarado, trabajadora social del hospital Pablo Soria, en 2014 y en lo que va de 2015 se incrementaron los casos de chicas adictas embarazadas. En este tiempo escuchó relatos estremecedores.
«Quiero salir de esto, y dejar de prostituirme y mejorar, pero no puedo», le contó una chica de 25 años que llegó al servicio de maternidad con 39 semanas de gestación y a punto de dar a luz. Según le confió, la joven empezó a drogarse a los 16; antes, fue violada en reiteradas ocasiones por más de un hombre. «Llegué a gastar 3000 en el día, porque cada papelito (por la dosis de paco) te dura segundos, cuesta $ 25 y uno solo no te hace el efecto, siempre querés más», le dijo. Hay chicas que al llegar al hospital dijeron no tener domicilio estable y que su única actividad era drogarse. Se trata de jóvenes, como Carla, que viven en aguantaderos y casas ocupadas.
«Por supuesto (que me prostituyo), si no, ¿de dónde consigo plata? A veces te vendés por un rato y ya tenés para comprar, o te usan y te dan droga», le dijo una paciente que llegó al hospital con más de 20 semanas de gestación. Allí, en los barrios donde se consigue pasta base con tanta facilidad como el pan o las golosinas, están los «transas», los vendedores que se convierten también en proxenetas.
En medio de esta problemática están los bebes. Según Alvarado, por lo general las mamás con adicciones expresan que quieren quedarse con sus hijos, pero que no tienen cómo mantenerlos. Al igual que en el caso de Carla y de su beba por nacer, el futuro de estas mujeres y de sus niños se convierte en un gran interrogante.