Por Martín Miguel De Güemes Arruabarrena
En la historia del país de los argentinos, todos aquellos intelectuales que alguna vez cuestionaron la política del río de la plata, aquella forjada por Mitre y sus seguidores, fueron silenciados, olvidados o suprimidos. Porque las ideas no se matan, pero lapidaron a los hombres que portaban reflexiones, cuestionamientos o acciones contrarias al sistema portuario (construido después de Pavón), enemigo declarado de las provincias.
En su libro: Alberdi y el Mitrismo, el maestro del revisionismo provinciano Fermín Chávez, expresa: “(…) En efecto, quien se tome el trabajo de leer el vasto conjunto de las Obras Completas y de los Escritos Póstumos alberdianos advertirá, por sus cabales, que un setenta u ochenta por ciento de los textos son antimitristas. La crítica alberdiana apunta fundamentalmente a desenmascarar a los falsos liberales del Plata, propósito que lleva a cabo con un brillo que sus mismos adversarios le facilitan en los hechos.”.
Alberdi por sus escritos adolescentes, fue incorporado a hurtadillas al panteón de los pensadores liberales. Sobre todo por sus Bases y Puntos de Partida que proyectó el triunfo del puerto, del cosmopolitismo, motorizado por el poder exógeno. Es decir: el sistema porteño, ligado al Imperio Británico. Donde las provincias se convirtieron en “los trece ranchos” y los gauchos fueron corridos a la Frontera. Se reservaron (los gestores semicoloniales) no ventilar, no difundir, el Alberdi póstumo, aquel que defendió la Confederación forjada y presidida por Urquiza (“el proyecto olvidado), y que cuestionaba duramente a Sarmiento, a Mitre … y al genocidio de la Guerra del Paraguay.
Sobre esta inicua guerra, Alberdi dice: “(…) Curiosa compasión la que acredita el general Mitre hoy por unos inmigrados ingleses expuestos a los rigores del hambre en el Paraguay, estando allí cercado de 200 mil cadáveres de americanos, que él hizo morir de hambre en su última guerra. (Escritos Póstumos, VIII, Pág. 492)
El despotismo turco en la historia que ejerció Don Bartolo, tuvo condigna respuesta en los escritos de Alberdi. En su libro: Grandes y pequeños hombres del Plata, cuestiona al Presidente Mitre, y su tarea historiográfica al servicio de la política porteña “(…) La revolución de mayo de 1810, hecha por la provincia de Buenos Aires, creó un gobierno provincial, creó el provincialismo, el localismo de Buenos Aires, que dura hasta hoy.”
¿Qué significa Alberdi, como pensador nacional? ¿Podemos encontrar en él, una senda perdida de un posible liberalismo nacional? ¿Cuál es su proyección intelectual, a nuestros días? Como contestación a estas preguntas, Alberdi expresa:
“(…) Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto, ni conocen. Ser libre, para ellos no consiste en gobernarse a sí mismos, sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. A fuerza de tomar y amar al gobierno, como libertad, no quieren dividirlo, y en toda participación de él dada a los otros ven un adulterio. La libertad de los otros, dicen ellos, es el despotismo; el gobierno en nuestro poder, es la verdadera libertad. Así, esos liberales toman con un candor angelical por libertad lo que no es en realidad sino despotismo: es decir, la libertad del otro sustituida por la nuestra.
Profundizando este análisis, confirmado en nuestros días, define: “(…) el liberalismo, como hábito de respetar el disentimiento de los otros ejercido en nuestra contra, es cosa que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente, es enemigo; la disidencia de opinión, es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte. (Escritos Póstumos, X, 155-157)
Las preguntas realizadas, pueden ser ampliadas al campo cultural, histórico, social y económico, dado el enorme bagaje intelectual que porta el pensador norteño, tucumano pa más datos. Caso casi único, en nuestra Suramérica, de pensador auténticamente liberal.
En relación al lugar de su nacimiento, me gustaría resaltar lo siguiente: Alberdi nació en la Intendencia de Salta del Tucumán (abarcativa de Tarija, Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca) y en el tiempo de mayo (para ser exactos, a dos meses de la revolución de mayo en Buenos Aires). Afirmamos: ¡nació en la única Intendencia del Virreynato que apoyó la Revolución de Mayo! ¡En la ciudad donde se declaró la Independencia Nacional! En la jurisdicción del Virreynato del Río de la Plata, que abarcaba los actuales países de Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay, norte de Chile y sur de Brasil. Alberdi pertenecía por origen territorial y epocal a la Patria Grande. Por ello Alberdi es tan tucumano como norteño, en eso nos recuerda a Güemes, ambos no pueden ser minimizados a una visión aldeana, localista, provinciana, por más orgullo que podamos sentir tucumanos y salteños, por el lugar exacto donde nacieran el Prócer y el Caudillo.
Otro tema que encauza la posibilidad de realizar un interesante ensayo sobre Alberdi, es su amistad familiar con el Caudillo Alejandro Heredia, quien de Jefe de la Vanguardia del Ejército de Milicias Gauchas que comanda el General Güemes, pasa con los años a ser el gran protector del Norte “(…) Ese tucumano de físico menudo y escasa salud que fue Juan Bautista Alberdi, había nacido en el hogar de don Salvador Alberdi y de doña Josefa Aráoz, el primero, español naturalizado argentino, y la segunda, criolla de vieja estirpe. Su hermano mayor, Felipe, que era amigo y consejero del Coronel y Doctor Alejandro Heredia, le consiguió una beca a Juan Bautista Alberdi para que estudiase en el Colegio de Ciencias Morales de Buenos Aires.”. (“Alberdi y el Mitrismo” de Fermín Chávez). La presencia del paisaje norteño, y su historia, en el pensador argentino, es fundamental en el origen de su pensamiento libertario, no anarquico. Es tan rico el pensamiento póstumo del tucumano, que nos recrimina desde el ayer los errores de hoy, por ejemplo cuando expresa: “(…) No achaquéis a los campos la anarquía. Ella ha sido hija de la revolución, que ha dividido campos y ciudades. La localización de la civilización en las ciudades y la barbarie en las campañas, es un error de historia y de observación, y manantial de anarquía y de antipatías artificiales entre localidades que se necesitan y complementan mutuamente. ¿En qué país del mundo no es la campaña más inculta que las ciudades? El catecismo de esa falsa doctrina es el Facundo. (Obras Completas, IV. 69). Es la refutación más exacta a la dicotomía Civilización y Barbarie, zoncera mayor que las parió a todas, tan esgrimida en estos días por los seguidores de Mi Ley (al grito: ¡Viva la Libertad, carajo! Cuya mayor definición económica, es: “No hay plata”.
Necesitamos ojos mejores para mirar a la Patria. Ante tanta miopía histórica, ante tanto astigmatismo cultural, Alberdi nos suministra anteojos bifocales para mirar de cerca y de lejos nuestros problemas. Para ejemplo, basta un botón, leamos esta confesión: “(…) Para mí, ser libre ha sido pensar, hablar, y escribir con entera libertad, de la política de mi país. Que sólo he podido serlo al favor de la ausencia, lo prueba el hecho de no poder volver hoy mismo sin inconvenientes por la sola razón de mis escritos: los únicos que se hayan hecho sin bajeza, sin odio, sin interés de lucro, sin adular, ni al pueblo, ni a sus tiranos, ni a sus eunucos, ni a sus corruptores. (Escritos Póstumos, VIII, 321).
No podemos permitir: Nación y provincias, porteños y provincianos, que Alberdi sea el gran ausente del mentado Pacto de Mayo; que la ciudad autónoma de Buenos Aires, el puerto, las finanzas internacionales, olviden y sometan a nuestra Patria.