La ambición de Urtubey y el pragmatismo del ministro Juan Pablo Rodríguez parieron un proyecto que nadie desmiente: una lista conjunta de diputados nacionales que responda a quienes se constituyeron en sus propios jefes políticos: Urtubey, Romero y Sáenz. (Daniel Avalos)
La iniciativa aún debe sortear obstáculos para concretarse, pero es una realidad por la que muchos trabajan con fervor mientras otros buscan abortarla con la desesperación propia de quienes sienten que una tormenta no anunciada amenaza con aguarles los sueños. Ya nos detendremos en ello. Entreguémonos primero a caracterizar ese proyecto que, forzando las comparaciones, nos recuerda a los frentes únicos que en la década del 30 y el 40 impulsaron coaliciones entre burgueses y comunistas para enfrentar la amenaza del nazismo y el fascismo. Táctica que incluso se trasladó a nuestro país cuando conservadores, radicales, socialistas y comunistas concluyeron equivocadamente que el peronismo era una expresión criolla del fascismo y conformaron la Unión Democrática, finalmente derrotada en las elecciones del 24 de febrero de 1946 por ese peronismo que trastocó la armonía agroexportadora y diversificó la matriz productiva del país.
Frentes únicos que, siendo hijos de una determinada coyuntura histórica, llevaban al máximo una de las lógicas recurrentes del proselitismo: a las alianzas se llega siempre para enfrentar una amenaza mayor. He allí la curiosidad del Frente Único salteño, que no busca librar a Salta de una amenaza capaz de esclavizarla, sino brindar a Urtubey una herramienta que le permita resolver la carencia de candidatos capaces de despertar el entusiasmo de los salteños en unas legislativas nacionales que debe ganar para mantener encendida la llama que lo impulse a una contienda presidencial en el 2019. Ese es el objetivo del proyecto que aspira a reunir en una fórmula electoral a candidatos a diputados nacionales bendecidos por quienes hasta hace dos años protagonizaban rencillas políticas, carpetazos judiciales y descalificaciones varias: Urtubey, el exgobernador Romero y el jefe comunal capitalino, Gustavo Sáenz.
La idea empezó a susurrarse en los pasillos palaciegos del poder provincial y municipal en julio de 2016 y este medio lo reflejó con un artículo titulado “A todo o nada”. La realidad finalmente confirmó la factibilidad del plan que tiene un autor intelectual preciso: Juan Pablo Rodríguez, el ministro de Gobierno que en 2011 consolidó su rol de armador político del Gobernador y capitaneó la campaña reeleccionista de ese año, el triunfo de Rodolfo Urtubey sobre Juan Carlos Romero en el 2013 y la paliza electoral del propio Juan Manuel al exgobernador en el 2015. El operador político que, prescindiendo de cualquier esquematismo doctrinario, maldiciendo a lo que (des)califica de orejeras ideológicas y ejercitando un rechazo visceral por lo abstracto, está concentrando ahora en lograr que su Jefe llegue a disputar la presidencia prescindiendo para ello de lucubraciones complicadas y apegándose a las cosas fundamentales del conjunto.
El estrecho pero poderoso entorno del exgobernador Romero no pone grandes reparos al proyecto que garantizará la continuidad de esa familia como factor de poder provincial. Distinta es la situación del intendente Gustavo Sáenz según se encargan de comentar desde su propio entorno. Es él, Sáenz, quien recibe la presión de partidos menores y dirigentes alineados a su figura que se oponen al proyecto aduciendo al menos dos razones: resulta letal para la recuperación de los partidos políticos y generaría honda confusión y desencanto entre los salteños que aspiran a un cambio. Los que así hablan juran estar motivados por fuertes dosis de idealismo, generosidad republicana y altruismo político aunque la realidad esconde también otras preocupaciones: las de aquellos que sabiéndose incapaces de crear un nuevo equilibrio provincial sin la presencia de Sáenz, temen que un acuerdo de éste con el Gobernador y el exgobernador ate al primero a compromisos futuros que priven al saenzismo de primera hora del control del Estado provincial ante una potencial gobernación; otros, los menos acomplejados, también se oponen al acuerdo pero sólo hasta que los diagramadores del mismo garanticen puestos expectantes en las listas provinciales de este año y compromisos sólidos para el futuro.
Unos y otros juegan por ahora sus mejores cartas: atizar la natural desconfianza de la que es dueño el Intendente quien teme que tras las elecciones los compromisos se deshagan; y fomentar, su vez, cierto rasgo mesiánico que anida en el Jefe comunal que está convencido de que personalizar el “cambio” en la provincia forma parte de su misión histórica. Sobre cómo el Grand Bourg intenta disipar los temores de traición que invaden a Sáenz, es algo que desconocemos, aunque no deba descartarse el compromiso a elegir candidatos a diputados nacionales cuya proyección hacia 2019 resulte imposible: que el propio Juan Pablo Rodríguez explicite su preferencia para el cargo de un ministro como Mariano Ovejero quien se muestra apegado a lo técnico y carente de carisma, abona esa teoría por ahora incomprobable. Lo segundo, en cambio, es más fácil de verbalizar para los operadores del municipio y del Grand Bourg: acostumbrado Rodríguez a ejercitar sin complejos movimientos que lo acerquen al objetivo buscado, no dudará en compartirle al Intendente algunas verdades: cualquiera de los potenciales candidatos a gobernador del oficialismo hacia el 2019 -Miguel Isa, José Urtubey, Andrés Zottos, Javier David, Pablo Kosiner- carga con apellidos y trayectorias directamente vinculados a la actual gestión lo que vuelve imposible relacionar a los mismos con el famoso “cambio”. “Cambio”, por supuesto, que tanto Rodríguez como el propio Sáenz asocian a caras y apellidos renovados más que a voluntades puestas al servicio de la creación de fuerzas y proyectos distintos a los operantes.
Lo último explica por qué el proyecto de Frente Único puede representar una amenaza a la credibilidad del sistema de partidos, aunque ello esté lejos de convertirlo en algo insólito. Fundamentalmente porque el mismo posee una lógica y una tradición firme en la historia reciente de los frentes electorales en la provincia: figuras que migran súbitamente de una fuerza política a otra sin que necesariamente ese salto sea penado por el voto de los ciudadanos; coincidencias ideológicas que ahora se cristalizaron con un macrismo explícito en los tres jefes provinciales involucrados en el entuerto, y conveniencias mutuas que permitirán a Urtubey sortear el último desafío electoral en la provincia, a Romero mantener su condición de patriarca de una familia poderosa y a Sáenz proyectar su potencial candidatura a gobernador en el 2019 garantizando a su elegido un transitar tranquilo hacia la senaduría por la capital provincial y obteniendo una mayoría cómoda en el Concejo Deliberante de la ciudad.
El proyecto de Frente Único del Consenso, en definitiva, existe. Es el objetivo de máxima que se impuso el Grand Bourg aunque no haya que descartar otro de mínima: que una lista para las legislativas nacionales impulsada por el Intendente le otorgue algún semblante de competencia democrática a los comicios, sin que ello suponga que el propio Sáenz le otorgue algún tipo de calor popular a los ungidos y menos el montaje de una maquinaria capaz de dar presencia territorial a los candidatos a través de esa mezcla de rufianes y asistentes sociales prácticos que son los punteros políticos. Entre esos extremos siempre se podrán encontrar alternativas que no violenten el espíritu del acuerdo.
Así están las cosas. Con cúpulas que se dan palmadas en las espaldas, con un Grand Bourg que invita al Intendente a ser parte de un tipo de Poder que se autointerpreta como lo único posible en Salta. Seguramente advirtiéndole solapadamente que no es bueno andar protagonizando guerras que no se pueden ganar, o cuyo triunfo requiera de un precio tan alto que los costos terminan comiéndose los beneficios en medio de una política en donde los sobrevivientes suelen abrirse camino entre los cadáveres. Un Grand Bourg que espera amablemente la decisión del jefe comunal, confiando también en que los emisarios de la Casa Rosada como Rogelio Frigerio -quien arriba el lunes a la provincia- haga lo suyo: explicar a los amigos lo necesario que resulta que la Casa Rosada cuente con los tres legisladores salteños en el Congreso Nacional y que el propio Urtubey siga ejercitando los malabarismos verbales que, con mucha elegancia, es cierto, aseguran que el país maravilloso pero irreal del que habla el presidente Macri efectivamente existe.