Sin ser tomado en cuenta por organismos estatales salteños, el transporte público constituye una problemática específica para las mujeres. Son ellas quienes más lo utilizan y más lo padecen. (Andrea Sztychmasjter)
14.00 de un miércoles. Estela levanta sus dos canastas con flores, bolsas, tijera y una pinza. Le dice a su hijo pequeño “agarrá tu mochilita, ya nos vamos”. La primera parte de su venta de flores por el centro salteño ha terminado y debe volver a su hogar para seguir trabajando. Ella realiza las tareas domésticas al igual que muchas mujeres del planeta.
Con hijo y canastas se dirige a la parada del colectivo donde cerca de quince personas esperan. El cansancio y su panza de ocho meses de embarazo empiezan a pesar en sus piernas. Espera casi media hora de pie hasta que llegue el colectivo, no hay cerca ningún lugar donde pueda sentarse y mucho menos un techo que cubra del sol que a esa hora calienta con más fuerza.
Logra entre empujones de colegiales, señoras con bolsas y demás usuarios treparse al colectivo junto a su enorme panza, su hijo y sus dos canastas. Se queda al lado del chofer porque ya “no entra ni un alfiler más”. Logra con la ayuda de un señor colocar sus dos canastas en la parte delantera del colectivo, casi junto al conductor. Una chica grita “que alguien le dé un asiento, está embarazada”. Unas señoras que se encuentran sentadas en los primeros asientos dejan de charlar, se miran y una decide decirle a una estudiante de secundario -que se encuentra como en un mundo aparte con su celular- “nena, dale el asiento a la chica”.
Con un poco de equilibrio, Estela logra sentarse junto a su hijo, mientras un señor le dice “yo te cuido las canastas”. A esa hora el transito es caótico. Todxs quieren regresar a sus hogares lo más rápido posible. Al parecer nada más importa entre lxs conductores de autos. El señor que le cuidaba las canastas le grita “ya me bajo, fijate las canastas se te van a caer”. Unas cuadras después pasa lo obvio. El chofer frena de golpe y una de las canastas cae a las escaleras. Entre los que se encuentran cerca ayudan a levantarla. Estela apenas puede moverse sentada en los primeros asientos. Hasta que le toca bajarse. En el viaje de todos los días parece una odisea llegar a destino; suerte mezclada con valentía. Apenas logra descender del colectivo, con su hijo y sus dos canastas, el viento se le lleva algunas bolsas que solo atina a mirar volteando la cabeza.
Movilidad y género
Desde los años noventa la movilidad urbana ha sido una de las principales preocupaciones de las geografías de género. El uso del transporte público y las experiencias cotidianas aparecen como factores que inciden en la calidad de vida de las mujeres. Esto ha permitido constatar que los procesos de movilidad son heterogéneos y desiguales, en la medida que tanto la estructura urbana, así como los comportamientos individuales y la percepción de los espacios urbanos, están de diferentes formas influenciados por los factores socioculturales tales como género, edad, tipo de actividad, entre otras.
Un relevamiento a nivel nacional del Centro de Investigaciones Sociales (CIS) señala que el uso general del colectivo crece entre las mujeres (56% contra un 40% de los hombres) y conforme cae el nivel socioeconómico de la población (38% en la clase alta, 48% en la clase media y al 50% en sectores más bajos). Inversamente, el automóvil es mayoritariamente utilizado por hombres (31% contra 17% de mujeres), a mayor edad y mayor estatus socioeconómico (43% en estratos altos, 27% en la clase media y 19% en sectores bajos). El uso de la moto (6%) y la bicicleta (4%) son también prácticas mayormente masculinas, que se incrementan a menor edad y en el interior, donde las proporciones se duplican, señala el informe nacional.
Pese a la carencia de estadísticas locales y análisis sobre la situación del transporte público y el uso que las salteñas hacen de él, sólo basta con mirar quienes más lo utilizan para saber que el mayor porcentaje de usuarias son mujeres. Incluso varias veces al día. Para llevar lxs hijxs a estudiar, para hacer las compras, para realizar trámites. Las estadísticas nacionales describen además que las mujeres con hijxs usan en promedio un 13% más el transporte público.
Mientras que las mujeres son quienes más lo utilizan, en Salta directamente no existen políticas públicas ni pedidos de organismos oficiales (en el informe 2018 del Observatorio de Violencia contra las Mujeres no hay ni una línea sobre el tema) para incorporar la perspectiva de género en los espacios públicos, muchos menos en el uso que hacen las mujeres del transporte.
En consecuencia lo que vemos es que las mujeres siguen padeciendo el poder desplazarse, situación que en un contexto de ajuste se recrudece. SAETA ya anunció que tendrá menos frecuencias en horas valle y fines de semana; esto sumado a la poca frecuencia en horarios nocturnos y al aumento progresivo del boleto que repercute doblemente en la economía femenina.
En ese sentido, entender que el género funciona como parte medular de la estructura de la sociedad no sólo contribuye a definir las prácticas, comportamientos y roles. Se deduce que los patrones de viaje y prácticas de desplazamiento son diferenciales. Que las disposiciones del uso de los espacios públicos actuales solo apuntan a un sujeto masculino, sin tener en cuenta particularidades propias por género y las relaciones de poder en los procesos de movilidad/inmovilidad cotidianos.
Violencia en el transporte
Los datos de organismos internaciones también señalan que la violencia en el transporte público va en aumento. La forma en la que se viaja constituye una violencia económica y simbólica para las mujeres, que además deben padecer el acoso sexual. Pese a que en julio de este año la organización urtubeycista MuMaLá acordó con SAETA establecer una relación de colaboración para promover actividades relacionadas “con la capacitación, divulgación y acción para los derechos de las mujeres”, de ese tiempo hasta ahora no se perciben mejoras.
Mujeres en movimiento
En el marco del International Transport Forum Summit 2018, mujeres expertas en el sector del transporte firmaron la iniciativa “Mujeres en movimiento”, que promueve la equidad de género y, por tanto, la participación de las mujeres en el transporte. El documento “Mujeres en movimiento” (en inglés) destaca la inclusión de las mujeres en: la toma de decisión, planeación y operación del transporte, las políticas públicas de movilidad, energía y medio ambiente, infraestructura y ejecución de proyectos que se enfoquen a la movilidad sustentable.