Página 12 le dedico una excelente nota a Bárbara Sarasola-Day, la directora salteña de “Deshora”, el largometraje que narra la desestabilización de un matrimonio ante la aparición de un tercero. Cuando “El otro me ha dejado de llamar la atención, hay un desgaste. Cuando alguien nuevo nos mira, nos actualizamos”.
Oscar Ranzani es el periodista que realizó la larga y sustanciosa entrevista a Sarasola-Day, la tercera cineasta nacida en Salta que estrenó su ópera prima en el Festival de Berlín (febrero de 2012), después de Lucrecia Martel (La Ciénaga) y Daniela Seggiaro (Nosilatiaj, la belleza). “Empieza a haber una descentralización”, dice la realizadora en relación con las posibilidades de hacer cine en otras regiones que no sea solamente el área metropolitana de Buenos Aires. “Yo creo que el Nuevo Cine Argentino tuvo un montón de directores y directoras de las provincias. Pero siempre el epicentro de cada producción era Buenos Aires”, entiende la cineasta, quien considera que lo que está sucediendo actualmente es que “muchas de estas producciones se realizan en las provincias, y con gente de las provincias; por ahí se llama a algunos técnicos o cabezas de equipo de Buenos Aires, pero empieza a darse con más fuerza en cada región”. Es por eso que considera “muy importante y muy interesante poder representarnos nosotros a nosotros mismos”.
La historia de Deshora transcurre en una finca tabacalera en el noroeste argentino, donde viven Ernesto (Luis Ziembrowski) y Helena (María Ucedo), que forman un matrimonio con el desgaste producto de la rutina y con el deseo un tanto alterado por la dificultad para concebir un hijo. Hasta que a ese lugar de campo tranquilo llega la tía de Helena, que le pide un favor a la pareja: su hijo Joaquín (el colombiano Alejandro Buitrago) acaba de salir de una clínica de rehabilitación por adicciones y la mujer cree que la finca es el sitio idóneo para que Joaquín descanse y tenga un tiempo de adaptación a la vida social. El matrimonio acepta y aquello que, en principio, parecía oxigenar el ambiente termina por desestabilizar la relación de Ernesto y Helena. Y las pasiones atraviesan ciertos límites que están vedados en una sociedad conservadora.
Para la joven cineasta, “La idea de intimidad tiene una complejidad muy grande. Lo íntimo que tiene cada uno es algo que se reformula todo el tiempo y siempre depende de quién es el otro. Siempre estamos en ese movimiento entre lo que vamos a mostrar de nosotros (cuando se trata de alguien nuevo siempre mostramos la parte ideal, hay una idea de presentarse de la mejor manera) y, por otro lado, el espacio de lo íntimo, que es lo que reservamos para nosotros. Y ahí habitan partes de sentimientos muy complejos. Es lo que reservamos para nosotros, pero casi como un secreto. Y ahí hay sentimientos que son innombrables, cosas que nos avergüenzan, tabúes, miedos. Y esa zona oscura era la que me interesaba”.
A la hora de relatar la forma en que construyó el perfil psicológico de los personajes que arriban a esas zonas oscuras, la realizadora respondió que “Para cada personaje me basé un poco en personas que conozco y en cuentos reales que he escuchado y también en cosas que he vivido muy de cerca. Después, está el acontecimiento, porque uno es un poco lo que le acontece. La construcción de la personalidad tiene que ver con eso. Entonces, al momento de construir los personajes pensé de dónde venían. Hice un trabajo de historia previa de los personajes y cómo con esa historia arriban a ese fragmento de sus vidas que cuenta la película”.
También precisó que hubo un trabajo acentuado en lo corporal con los actores: “Me interesaba mucho la relación que tuvieran con su propio cuerpo porque, si bien a mí me interesa lo discursivo, la palabra y el modo de decir no es aquello en lo que más confío. En general, es una característica humana que el cuerpo vaya a contramano, a veces, de la palabra (…) a veces, sus movimientos y los gestos terminan siendo como más precisos en algunas cuestiones. Me interesa mucho el significado que puede dar el cuerpo.
“¿La llegada de un tercero ayuda a profundizar un contexto de crisis de pareja?”, fue una de las últimas preguntas realizadas por Oscar Ranzani y la respuesta fue la siguiente: “La crisis ya está. Justamente hay una pérdida del deseo: “El otro me ha dejado de llamar la atención”. Hay un desgaste. Por ahí, el deseo de tener un hijo es lo que los mantiene unidos, pero ya están bastante distanciados en un punto. Y la presencia de un tercero trae, por un lado, una inyección de vitalidad. Es una nueva mirada. Sentirse mirado por alguien nuevo también despierta cosas en uno. Hay como una actualización. Cuando alguien nuevo nos mira, de alguna manera nos actualizamos”.