El “chineo” y la doble violencia en comunidades originarias

 

Aunque hace 7 años atrás era prácticamente invisibilizado por la agenda académica, política y social, a partir de trabajos en medios de comunicación se logró poner en agenda pública a las violencias que viven las mujeres de las comunidades.

 

Andrea sztychmasjter 

 

El 3 de junio de 2019 al realizarse una nueva marcha nacional para decir basta de violencias contra las mujeres, las organizaciones convocantes elaboraron un documento donde consignaron diversas responsabilidades estatales. El caso de la niña wichi -Juana, como mediáticamente se lo conoció- ocupó líneas del documento porque fue la muestra cabal de las irresponsabilidades de los encargados de efectuar justicia. Salta fue así reconocida otra vez a nivel país por vulnerar los derechos humanos y femeninos.

En noviembre de 2015 una niña wichi es violada por nueve criollos en Alto La Sierra. El caso toma estado público en mayo de 2016 ya que la niña estaba embarazada. En su debido momento, el Estado salteño no le garantizó el acceso a un aborto no punible según la normativa nacional y local vigente.

Este caso como tantos otros, quedará en la memoria del movimiento de mujeres de este país como el fiel reflejo de la doble violencia que sufren mujeres y niñas de comunidades originarias. Fue la abogada Mónica Menini quien relató que la niña jamás tuvo posibilidad de ir al colegio, como así tampoco su madre: “Los padres denuncian la violación, pero nunca más nadie se acercó. No tuvo ni tiene abogados, no accedió a la pastilla del día después, no le informaron sobre su derecho al aborto no punible, no le hicieron una cámara Gessel porque no había ningún traductor wichi en toda la provincia. La salud pública no existió y el Estado tampoco”, explicó la letrada.

El “Chineo”

¿Cuál es la matriz racista, sexista y machista por la cual el “chineo” sigue presente aun hoy en provincias argentinas con comunidades originarias?

El “chineo” no es una práctica desconocida por los efectores de justicia. Un juez de casación la definió así en un fallo del año 2008: “Se sabe que el llamado ‘chineo’ es una pauta cultural de nuestro oeste provincial. Se trata de jóvenes criollos que salen a buscar ‘chinitas’ (aborígenes niñas o adolescentes) a las que persiguen y toman sexualmente por la fuerza. Se trata de una pauta cultural tan internalizada que es vista como un juego juvenil y no como una actividad, no ya delictiva, sino denigrante para las víctimas”.

Queda expuesto que los propios hombres de la justicia son quienes definen a este delito desde una matriz cultural.

“Es de suma gravedad que abogados defensores de los agresores, y hasta magistrados, hagan un ejercicio ilegítimo y hasta ilegal de la antropología cuando intentan recurrir a ‘la costumbre’ o a la ‘cultura’ para justificar o ‘atenuar’ un delito y una práctica aberrante que contiene agravantes discriminatorios de género, etnia, edad y condición socioeconómica, por lo menos”, describió la antropóloga social Ana González y agregamos que pese a la escasa investigación sobre el “chineo”, es una práctica que debe ser urgentemente visibilizada.

Estas violencias sexuales evidencian el fuerte peso del patriarcado presente en las comunidades indígenas de Salta. Las violaciones en grupo o en “manada” como suelen denominarlas, develan ese “pacto” masculino y la complicidad necesaria para que sigan ocurriendo. Aunque estas violaciones ocurren en todas partes del mundo en las comunidades indígenas se complejiza aún más el acceso a la justicia, sobre todo por la imposibilidad de las propias víctimas de contar lo sucedido y por la falta de intérpretes de su idioma.

Cuerpos femeninos

Enrique Dussel en “1492 El encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad» (1994) habla de “la colonización del mundo de la vida (Lebenswelt)”, allí refiere que la colonización de la vida cotidiana del “indio y de la india” fue el primer proceso “europeo» de «modernización», de civilización, de “subsumir» (o alienar), al Otro como «lo Mismo». En ese sentido se refiere que mutaron de ser objeto de una praxis guerrera y violenta a una praxis erótica, pedagógica, cultural, política, económica; del dominio de los cuerpos por el machismo sexual. Allí el conquistador moderno, guerrero y violento era además un “ego fálico”.

Se percibe así que la dominación sobre el cuerpo de las mujeres en América se dio con la propia complicidad de los mismos varones de las comunidades quienes permitieron esta violencia de los colonizadores. La filosofa María Lugones explica que esto pudo darse porque la “colonialidad” logró romper con los vínculos de solidaridad, complementariedad y reciprocidad entre hombres y mujeres, formulando así posiciones antagónicas entre ellos. Lo que los conquistadores lograron fue una guerra interna, que sobre todo los deshumanizó. De esta manera Lugones plantea que el concepto de raza y género se producen al mismo tiempo en el proceso de conquista y colonización. En esta línea de pensamiento, el género se configuraría como una construcción netamente colonial, con una facultad de poder capaz de romper pueblos y cosmologías.

Interseccionalidad

Para entender cómo funciona este sistema, teóricas feministas han abordado el concepto de interseccionalidad que sirve para entender aquello que no se ve cuando categorías como raza y género se conceptualizan como separadas una de otras.

“Las hembras no-blancas eran consideradas animales en el sentido profundo de ser seres «sin género», marcadas sexualmente como hembras, pero sin las características de la femineidad. Las hembras racializadas como seres inferiores pasaron de ser concebidas como animales a ser concebidas como símiles de mujer en tantas versiones de «mujer» como fueron necesarias para los procesos del capitalismo eurocentrado global”. (Lugones, 2008: 94)

A partir de los feminismos negros la interseccionalidad plantea la premisa de que el género, la clase y la raza no pueden explicar la experiencia vivida ignorando los puntos de intersección. El análisis feminista de la interseccionalidad se caracterizó también por denunciar la perspectiva sesgada del feminismo hegemónico (o blanco) que, promoviendo la idea de una identidad común, invisibilizó a las mujeres de color y que no pertenecían a la clase social dominante.

“Rameo”

“Ramear” significa arrastrar, “arrastran de los pelos” a las niñas de las comunidades en grupo o en solitario, lo hacen como “rito de iniciación”, práctica que fue incluso extendida a los festejos del Carnaval, y que es vista como una “tradición” al igual que la práctica que también sobrevive con el nombre de “derecho de pernada”. En el «rameo» varones blancos violan y luego devuelven a sus comunidades a jóvenes menores de edad sin ningún tipo de sanción. El odio racial queda impreso. Durante décadas mujeres indígenas han intentado denunciar tan aberrante acto. Referentes como Octorina Zamora, del pueblo wichi; Noelia Chumbita, del pueblo diaguita; y Moira Millán, del pueblo Mapuche, se han referido a esto como constantes abusos sexuales en todas las comunidades Wichí, Qom, Pilagá, Moqoi, entre otras. «Esto es posible por la impunidad que se disfraza de ‘costumbre cultural’, pero esto no es cultura, es un crimen racista y queremos que se termine esta práctica atroz», explica Noelia Chumbita.