Graciela González es psicóloga, se ocupa del área de violencia de género y abuso infantil en la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. Señala el hecho común de que no se le crea al niño que denuncia y advierte sobre los riesgos de esa situación. “Hay jueces que no pueden verlo y piensan que es todo mentira”, apunta.

 Por Sonia Santoro para Pagina 12:

El abuso sexual “es mucho más común de lo que se cree. Hay mucha gente que se excita con los niños”. Quien habla es Graciela González, psicóloga que trabaja en abuso sexual infantil y desde 2014 impulsa el “Foro la palabra de los niñ@s frente a la problemática del abuso sexual” para combatir una avanzada contra las madres de niños y niñas abusados por sus padres. Resultado de ese espacio, compiló el libro La palabra de los niños. Silencio y banalidad en la escucha de niños abusados sexualmente. “Es comprensible que la gente no quiera creer que la gente abusa. Es como que yo te dijera “tu papá violó a tu hermana” o “tu marido violó a tu hija”. Es muy difícil. Uno tiende a pensar que no porque además se tiene la visión de que es un monstruo el abusador y no, es un tipo común y corriente”, dice.

 

– ¿Cómo llega a trabajar con estos temas?

 

–Me recibí muy chica, a los 21 años, en esa época ni siquiera el tema estaba en auge. Entré a la Fundación Alicia Moreau de Justo hace mucho también y la fundación se ocupaba de mujeres víctimas de violencia. Era la época en que Carlos Monzón había matada a su mujer Alicia Muñiz y muchas mujeres se acercaron a la institución a denunciar porque pensaban que si Monzón había ido preso, podría ir preso el marido de ellas que no era conocido. El hecho de atender mujeres víctimas de violencia hizo que la fundación tuviera que armar un equipo. Fuimos capacitándonos entre nosotros, haciendo cursos donde había, aprendimos algunas cosas por ensayo y error, por ejemplo, nunca cites juntos al hombre violento y a la mujer víctima. Estas mujeres venían con chicos, en ese momento no los estábamos tomando, los derivábamos. Nosotras estábamos formadas en perspectiva de género, además de violencia, y otra gente no. Entonces, llevaban a los chicos al hospital o a analistas particulares que culpaban a la madre de cómo ese chico estaba viendo esas escenas, de cómo ese chico sufría todo esto y ella no hacía nada. Entonces, nosotras intentábamos sacar a la mujer de la culpabilización en que estaba inmersa y teníamos el problema de que los terapeutas de los niños decían cosas que no eran… por carecer de perspectiva de género y porque el tema, como te dije antes, no estaba en auge.

 

–¿En los años 90?

 

–Sí. Nos dimos cuenta de que además de los chicos que eran víctimas de violencia, había una categoría que eran víctimas por ser testigos de violencia. Eran chicos que no eran agredidos por los padres pero se aterraban y se escondían y veían cómo le pegaban a la madre. Entonces es una categoría que empezamos a ver bastante. Después aparecieron varios chicos con sintomatología de abuso sexual. Chicos que contaban, otros no lo contaban pero tenían síntomas. Eso nos hizo especializarnos, leer. Estaba Irene Intebi que hablaba de esto. Y finalmente adquirimos una cierta experiencia en atender chicos víctimas de abuso. Primero partiendo de la base de que si un chico cuenta esto es muy difícil que sea mentira. De hecho, en un solo caso que tuve el chico estaba preparado para decir algo que le habían armado, pero preguntando, eso enseguida se desarma. En cambio a los chicos que les pasan las cosas sostienen el relato. Son chicos que están angustiados, lo peor que puede hacerse es no creerles. Y hay dos categorías, los chicos a los que no les creen, que las pasan mal. Y los chicos que le cuentan a alguien que les creen y entonces se arma un dispositivo para poder solucionar esto. En este camino tuvimos varias cosas buenas. La ley de protección integral de los derechos de los niños que derogó la ley del patronato, en la que el niño era como un objeto; acá el niño es sujeto de derecho. La ley de violencia nacional también sirvió. Y cuando parecía que esto mejoraba, empezamos a tener muchos problemas en la justicia. Hubo un artículo del diario La ley de un ex juez que se llama Cárdenas, que se llamaba “El abuso de la denuncia de abuso”… Es comprensible que la gente no quiera creer que la gente abusa. Es como que yo le dijera a alguien “tu papá violó a tu hermana” o “tu marido violó a tu hija”. Es muy difícil. Uno tiende a pensar que no porque además se tiene la visión de que es un monstruo el abusador y no, es un tipo común y corriente. Entonces, en este momento que el juez publica este articulo y dice que en realidad hay mujeres que son malas y despechadas y cuando se divorcian no solo no quieren compartir el chico con el padre sino que encima le inventan una denuncia de abuso para que no lo vean más, para sacarle dinero, etc. Todo esto viene condimentado con una teoría que no es científica, la del Síndrome de Alienación Parental, que la inventó un señor, Richard Gardner, que tiene una historia bastante interesante porque fue el asesor en el caso de la hija de Woody Allen. Entonces uno piensa en Woody Allen con las maravillosas películas que hace y no lo puede creer. Bueno, eso nos pasa a todos. Yo entiendo que hay una serie de jueces y juezas que no pueden creer. Algunos no lo hacen de mala fe. Y otros defienden a rajatabla que el chico miente, que la madre lo manipuló y entonces le aplican lo que Gardner llamaba “la terapia de la amenaza”, le quitan el niño a la madre, le hacen la cabeza para que diga lo contrario, para hacerle creer que esto no ha sucedido nunca. Hay un caso famoso en Argentina, en que los tres chicos están con el padre. No es abusador, es violento. Pero decían que ella no se los quería dar y se los sacaron. O sea, una madre teme por sus hijos y no les permite que se encuentre con el violento o el abusador, y la justicia se los puede sacar y dárselos al abusador y después no se los deja ver a esa madre. Con lo cual, para reparar que el abusador no los ve, impiden que vea al otro progenitor. Nos hemos encontrado con muchísimos casos que fracasan en la justicia. La madre les cree, eso es bueno. Les cree la familia, la maestra. Llegan a la justicia y pasa un tiempo y las víctimas se convierten en victimarios que están anulando a este pobre hombre que como están diciendo esas mentiras no. Yo soy psicoanalista. Nosotros tenemos una teoría pero los casos son uno a uno. No hacemos encajar los casos en la teoría. Sino que aplicamos la teoría a casa caso. Ahora, esta gente no duda, dice “el abuso sexual no existe”.

 

–¿Y por qué surge el foro?

 

–Para hacer un espacio donde podamos juntarnos psicólogos, médicos, docentes que atienden estos casos. Madres, padres de chicos abusados. Para ponernos de acuerdo para armar teoría. Porque la teoría del SAP algo tiene porque avanza mucho. Entonces, analicemos cómo es ese discurso para poder combatirlo desde sus propios argumentos. Uno de los objetivos cuando nació el foro en el 2014 fue tratar de hacer una declaración de los colegios de psicólogos contra el SAP, y lo logramos. La Asociación de Psicólogos de Buenos Aires y la Federación de Psicólogos de la República Argentina lo tomaron. Entonces muchas madres usaron esa declaración para defenderse en la justicia. Uno dice, lo logré. Pero no, porque lo que logramos es que se armen de otra forma. Entonces ahora no dicen SAP, hacen lo mismo, aplican lo mismo pero no lo mencionan como concepto.

 

–¿Por qué no se puede combatir?

 

–No sé. A veces pienso si no será una cuestión de dinero. Si es una cuestión de clase. Siempre el abusador tiene más plata, aun el más pobre siempre va con un abogado mientras las mujeres van penando por ahí.

 

–Es una cuestión de género.

 

–Exacto. Una cosa que digo en el libro es que los más chicos tienen que ser considerados hijos por todos, no por sus padres. Todos tendríamos que saltar para ayudar a un chico que le pasa algo. Sucede bastante, hay un movimiento. O sea, ahora ya nadie va a salir decir que está bien abusar de un chico o pegarle a una mujer… lo cual no quiere decir que no lo piensen.

 

–Pero en relación al abuso sexual hay más rechazo.

 

–Hay gente a la que le parece una aberración. Por eso digo que hay jueces que no pueden creerlo, entonces no pueden verlo y piensan que es todo mentira. Pero otros creo que saben que es verdad. De hecho hubo un caso famoso en San Isidro que unas chicas denuncian a un abuelo por abuso. Ese abuelo era un ex juez de San Isidro, la mitad de la familia apoya a las chicas, la otra mitad, entre ellos dos jueces de San Isidro en actividad dicen que lo hacen para la herencia. Es muy difícil creerlo. Los casos de abuso son muy aberrantes. Yo cuando alguien lo cuenta, preferiría que no fuera verdad. Es más, cuando uno entrevista al que sindican como abusador y dice “yo no fui”. Ojalá, le digo, que no sea. Pero eso se trasluce. Y se trasluce también cuando los chicos mienten.

 

–¿Qué significa que los chicos no mienten?

 

–Cuando decimos “los niños no mienten” es que no mienten en cuestiones graves, porque un chico puede mentir. Si le preguntás “¿Quién rompió esto?” Te dice: “yo no”. Pero no puede mentir en conocimientos que no tiene. Por ejemplo, todas las mujeres antes de parir estuvimos avisadas de cómo era el parto, fuimos al curso. Ahora el momento en que sale el niño, como no lo había vivido, no lo esperaba. Una no sabe antes. Entonces, no es que los nenes no hablan de sexo, no es que no ven cosas, a veces ven canales que no deberían. El asunto es cómo incorporan eso. Y si lo vivió, es muy distinta la vivencia.

 

Un caso que tuve el síntoma de la nena era que le quemaba la ropa. Quería desnudarse todo el tiempo. Había sido abusada sexualmente. Porque el abuso no consiste solo en la penetración o el manoseo. ¿Cómo había sido el abuso? Mientras la mama estaba haciendo algo, el padre le ponía películas pornográficas a la nena de 6 años. No la tocaba, nada. Se sentaba con ella en el living a ver porno. La nena se excitaba muchísimo, no podía comprender, no podía procesar. Y la ropa le quemaba. Y aparte quería desnudarse como veía en las películas.

 

El padre pidió que le hicieran un peritaje ginecológico. Para mí eso fue la confirmación de que él había abusado de la nena porque él sabía lo que había hecho, sabía que había estado mal pero sabía que no la había tocado. Entonces, con un peritaje ginecológico iba a saltar que no tenía nada la nena. Pero que un padre pida un peritaje ginecológico a su hija de seis años es abuso.

 

–¿Y qué pasó?

 

–No se la dieron. O sea, que el abuso no es solamente que manoseen o penetren al chico sino exhibiciones obscenas, mostrarle películas, hacerlo desnudar o desnudarse. Los efectos son los mismos. Yo lo relaciono con los nenes testigos de violencia. No les están pegando a ellos pero están viendo cómo fajan a la madre o a la hermana mayor. Se asustan. Tienen casi la misma sintomatología del chico al cual golpean.

–¿Y qué habría que hacer para contrarrestar lo que pasa en la justicia?

 

–Nosotros estamos obligados a denunciar como profesionales. Los maestros también. Una de las cosas que suceden cuando se denuncia es que si no se condena a la persona le hacen un juicio por daños y perjuicios a uno. Entonces estamos en una situación medio sin salida.

 

Me pasó con una nena que le dice a los padres “el tío abuelo me tocó” en una visita. Se armó un desbarajuste. El papá se junta con sus hermanos y cuenta. Se ponen a llorar las hermanas y dicen “a nosotras también cuando éramos chicas”. ¿Y por qué no me dijeron?, dijo él. Bueno, no te dicen porque les da vergüenza, o porque tal vez le dijeron a la mamá y no les creyó. No es lindo. La sensación de todo el mundo es que vos tenés la culpa, que vos te vestiste así, vos lo provocaste, entonces se callan la boca. Entonces él dijo “Yo qué hago?”. Yo le dije que apoye a las hermanas y que lo denuncien ellas y saquemos a la nena del medio. Porque esta nena lo contó, los padres la protegieron. Es una situación horrible pero como cualquier trauma. Uno puede seguir viviendo con eso si elabora ese trauma, el asunto es cuando no tiene palabras y queda flotando y nadie te ampara con ese trauma. O sea, los traumas se pueden superar, no es que se le arruinó la vida para siempre. No. Es muy difícil darse cuenta. Cuánta gente hay que fue abusada. Yo siempre digo en talleres que doy, medio en broma, que todas fuimos abusadas, a quién no le pusieron una mano en la calle o la tocaron en el colectivo. Y una vez dos señoras bastante mayores se pusieron a llorar y contaron por primera vez que hacía 50 años un vecino las había manoseado y que las madres les pegaron a ellas porque “cómo les decían eso de ese señor”. Entonces, esto es mucho más común de lo que se cree. Hay mucha gente que se excita con los niños. Vos fijate que la publicidad lo toma. Hay como una hipersexualización de las nenas. Y si eso existe es porque hay consumidores. Por eso hay que hacer una campaña del tipo “no obliguemos a los chicos a que besen a las tías”. Me refiero a que los chicos a veces se niegan a que los abracen o que los besen y la gente insiste. O no quieren ir donde antes iban y uno los obliga.

 

–No hay mucha conciencia.

 

–Y otra cosa que es nueva es la teoría del apego, que dice que los chicos tienen que dormir entremedio de los padres hasta los tres años o que hay que darle la teta hasta esa edad… a esa edad el chico tiene dientes, come otras cosas. Es como que otra vez mandan a las mujeres a la casa a ocuparse únicamente del pibe y encima en una simbiosis. No sé si es bueno para la conciencia subjetiva que un chico pueda recordar cómo tomaba la teta. Meter al pibe en el medio para dormir… se lo puede ahogar incluso.

 

–¿Y qué pasa con las nuevas tecnologías, hay más riesgo?

 

–Uno tiene que hablar con los chicos. Decirle “no mandes fotos desnudo”, “no está mal que chatees con desconocidos pero no te encuentres”. Cuando yo era chica nos decían “Superman no es verdad, es una película, no se te ocurra tirarte del techo con una capa”. La mayoría de la gente no se tiraba de los techos porque veía Superman.

 

Creo que los chicos tienen que tener los elementos porque algunos dicen “si les decís muchas cosas pierden la inocencia”. Pero si no les decís, no los proteges.

 

–¿También pasa con las mujeres?

 

–Muchas mujeres viven mal. Si salís de noche y vas en short corrés riesgo, ahora si volvés a tu casa por ahí tenés un novio que te faja. O sea las mujeres siempre corremos más riesgo. Muchos que refutan los argumentos feministas dicen que si un varón sale a la calle tiene mucho más riesgo de que lo maten que una mujer. Es cierto. Mueren más varones asesinados que mujeres, pero no los mata la mujer.

 

–No los mata alguien que se supone que los quiere.

 

–Esa es la diferencia.