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El 678 libertario

Para aquellos que no lo hayan vivido, remembremos siguiendo a Wikipedia: 678 fue un programa periodístico y político durante la reciente hegemonía kirchnerista. La productora dueña del programa era privada y pertenecía al empresario Cristóbal López, productora que tenía su propio canal privado, pero el programa, hasta diciembre de 2015, se transmitió por la televisión estatal y pública.

Se centraba en la crítica al tratamiento de la información política y social por parte de los medios masivos de comunicación y al desarrollo de los distintos sectores políticos en el país. Esta visión opuesta a los históricos formadores de la opinión pública argentina fue reprobada por otros periodistas.

6, 7, 8 tenía una posición tomada caracterizada por una fuerte adhesión al kirchnerismo, y con frecuencia se invitaba a periodistas e intelectuales opositores al oficialismo a debatir en el programa, como en el caso de Robert Cox o el de Beatriz Sarlo, que fue muy difundido en el momento. En efecto, cómo olvidar cuando el conductor Orlando Barone pretendió vincular a Sarlo con Clarín y ésta, que no trabajaba para ese medio, lo cortó con aquello de “conmigo no, Barone que vos trabajaste en Extra…”. Extra era una revista vinculada a la dictadura militar, dirigida por entonces por Bernardo Neustadt. Ese “conmigo no, Barone” pasó a la historia y aún se lo recuerda como un seco parate a un periodismo ultraoficialista.

El programa fue considerado por algunos medios opositores al Gobierno de entonces como un “programa de propaganda”. Según el diario Perfil, era “el programa más oficialista” de la televisión argentina. Era cuestionado por opositores al gobierno por su defensa del mismo y por ser un programa de un canal público perteneciente al Estado aunque fuera producido por una productora privada que tenía su propio canal (por entonces, el Canal 9). Se transmitió desde 2006 hasta diciembre de 2015.

Debo reconocer que soy un asiduo consumidor de programas políticos nacionales, no así de los provinciales porque no llega el cable a donde vivo, y como tal suelo, o al menos solía, ver algunos programas en el canal TN de Clarín o en La Nación + hasta los meses pasados. Sin perjuicio de ello, y gracias a Internet, soy asiduo lector de los diarios nacionales y provinciales, de modo que se podría decir que estoy bastante bien informado.

A partir de la asunción del nuevo gobierno libertario confieso, también, que me es imposible seguir los programas de Eduardo Feinman, Luis Majul, Jonathan Viale, Antonio Lage, Diego Leuco, Pablo Rossi, y compañía, por el sobreactuado y chocante oficialismo que los mueve. Es decir, son una especie de 678 libertario, mileísta, con la diferencia que no se emiten sus respectivos programas por un medio oficial, aunque lo parezcan. Pretender justificar lo injustificable, como encontrar normal lo que a todas luces es una enorme anormalidad les hace abandonar el rol que los periodistas y el periodismo deben tener.

En efecto, a George Orwell se le atribuye aquello de que «El periodismo es la publicación de lo que alguien no quiere que publiques; todo lo demás son relaciones públicas». En el mismo sentido, el término “tábano” fue utilizado por Platón en la Apología para describir la actuación de Sócrates como un incómodo aguijón para la escena política ateniense, como un espuela o una mosca que pica despertando a un caballo lento.

Es por ello que el uruguayo Natalio Botana, propietario y director fundador del diario Crítica, el “ciudadano Kane” de estas latitudes, habría de usar la misma figura del tábano para caracterizar el rol de control que habría de tener y que siempre debía esgrimir el periodismo. Tanto fue así que Botana, el primer transformador del periodismo criollo, tuvo ese fuerte rol con el gobierno de Yrigoyen, pero también al poco tiempo de la revolución del 30 contra Uriburu. Tanto fue así que el propio Polo Lugones, hijo del célebre escritor reverenciado en nuestro país Leopoldo Lugones, lo tuvo preso a él, a Botana, y a su mujer, la poeta anarquista Salvadora Medina Onrubia, más a 15 periodistas del medio, para tratar de sacarle con su invento, la picana eléctrica, información que le resultaba de interés.

La cuestión es que el periodismo actual, sea por aquello de la modernidad líquida y por la cultura digital que lo hace tambalear, o por lo que fuere, siente una especie de “atracción fatal” no por el tábano de Platón o de Botana, sino por el lento caballo al cual ese mismo periodismo debería acicatear e incomodar.