Convertido en botín de guerra por su ubicación privilegiada, el emblemático centro de salud atraviesa sus horas más oscuras, amenazado con ser transformado en un museo de música.

Por: Toki Oliver Colombres

 

Salta sumará otro museo. Esta vez será el de la Música y para ello, el Gobierno de la Provincia (es decir los salteños) entregará a la Municipalidad de Salta 217 millones de pesos para recuperar a Palúdica, ese viejo edificio emplazado sobre el Paseo Güemes en una de las manzanas más importantes de la ciudad.

El anuncio lo realizó el propio Gobernador al convocar para la firma del acuerdo a la intendenta Bettina Romero. Con la tinta aún fresca en el papel, el secretario Legal y Técnico de la Municipalidad de Salta, Daniel Nallar, se presentó en la histórica casona para tomar posesión del predio. Según los empleados, lo hizo de manera violenta, rompiendo candados de larguísima data, y “con actitud prepotente, como patrón de estancia”. 

El funcionario comunal, sin hacer declaraciones a la prensa, informó que desde la Municipalidad emitirían un comunicado. Llegó dos días más tarde, hondeando una bandera blanca para calmar los caldeados ánimos de los sesenta trabajadores de la Salud que concurren cada día a la Palúdica: “Un equipo de profesionales recorrió las instalaciones para verificar su estado y planificar futuras obras en el lugar. El secretario Legal y Técnico, Daniel Nallar, explicó a los empleados del lugar cuál es la situación en la que se encuentra el predio”, rezaba. 

Horas más tarde, el diario de la familia Romero se hacía eco de la noticia y de la causa que el mismo Juan Carlos Romero enarboló, allá por 1999 cuando, ostentando el cargo de Gobernador de Salta, intentó –infructuosamente- expropiar el edificio. 

La nota del diario El Tribuno daba cuenta del abandono del edificio, la existencia de roedores, instalaciones eléctricas mal realizadas y denunciaba la falta de habilitación municipal. Y fue la publicación, que supuestamente debía llevar calma, la que encendió la mecha de una bomba que lleva años a punto de estallar. “Hace seis años que la Municipalidad expropió la Palúdica supuestamente para hacer un museo de folclore. Nunca hizo nada; nunca cambió ni un foco de luz ni se interesó por el estado del edificio, pero ahora que hay plata, aparecen”, denunció uno de los empleados, al tiempo que preguntaba “¿por qué durante la pandemia, en que tanto se necesitaba de la Palúdica, ni uno sólo de los funcionarios apareció por acá?”

En la misma sintonía se inscribió otro de los sanitarios que, como si de un viaje en el tiempo se tratara, recordó que “después que lograran el traspaso de Nación a la Municipalidad en 2016, vinieron varios funcionarios a tomar posesión del edificio. Entre ellos estaba la secretaria de Cultura de entonces, Agustina Gallo, que hoy es mano derecha de la Intendenta. No pueden decir que no se acuerdan”

Un poco de historia

A principios del siglo XX, Argentina registraba unas 200.000 consultas anuales por paludismo, una enfermedad ocasionada por el parásito plasmodium y transmitida por la picadura de un mosquito infectado (el Anopheles pseudopunctipennis en Salta). Como suele suceder en nuestro país con este tipo de enfermedades, el área de mayor incidencia se ubicaba desde la frontera con Bolivia, en las provincias de Salta y Jujuy hasta San Luis. En la década del 40, los índices de mortalidad estaban alrededor de 300.000 casos por año.

Fue en este contexto que Luis Güemes, médico, investigador y nieto de Martín Miguel de Güemes, donó en 1923 al Estado Nacional un terreno de 10 mil metros cuadrados. La transferencia se efectuó con el cargo de que se destine a la creación de una estación sanitaria bajo la órbita del Ministerio de Higiene de la Nación, hoy Ministerio de Salud de la Nación, a fin de luchar contra la epidemia de paludismo.

“El edificio de la Palúdica se construyó a fines de la década del 30, cuando el ministro de Obras Publicas era el salteño Manuel Alvarado, el gobernador era Don Avelino Araoz, y el intendente era Ceferino Velarde. Y desde entonces funcionan allí oficinas nacionales”, recordó en los últimos días en las redes sociales una salteña a la que la nostalgia, la memoria y el enojo por el anuncio del museo musical le llegaron por partes iguales.

Fue así que nació “La Palúdica”. A lo largo de los años allí se instalaron la Dirección Nacional de Sanidad y Fronteras, el Programa Nacional de Vectores, Centro Nacional de Reconocimientos Médicos y el Laboratorio del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria. 

Con cada “nacional” llegaron personas, enamoradas de la salud, como Luis Güemes. Y, como si de una novela de Gabriel García Márquez se tratara, entre sus paredes, cada vez más descascaradas y humedecidas, se idearon una y mil estrategias para combatir el Paludismo, el Cólera, el Chagas, el Dengue, la Chikungunya, la Zika y la fiebre amarilla.

Las camionetas pintadas de un “verdeceleste” distintivo –las mismas que fueron convertidas en chatarra este enero- viajaban por toda la provincia transportando médicos y enfermeros con vacunas, estrategias sanitarias y pasión por detener el cólera o la fiebre amarilla.

En 1999, los de La Palúdica tuvieron el primer cimbronazo no vinculado a la salud desde su creación. El entonces gobernador de Salta, Juan Carlos Romero, había presentado un proyecto para expropiar el edificio a favor de la provincia e instalar las momias de Llullaillaco, según algunos; o un centro comercial, según otros. Lo cierto es que el ex presidente Carlos Menem traspasó formalmente La Palúdica a la Provincia, pero los trabajadores lograron que no se concretara.

Los sanitarios del edificio de una de las manzanas más caras de la ciudad continuaron trabajando en pos de la salud de los salteños en el medio de derrumbes, falta de mantenimiento y algunos empleados hasta llegaron a tomar a su propio cargo el pago de las facturas de servicios y teléfono o el mantenimiento de los vehículos.

La paz duraría hasta 2016, cuando Graciela Camaño, la diputada bonaerense y esposa del dirigente gremial Luis Barrionuevo (el de la frase: “hay que dejar de robar por dos años”), presentó un proyecto para que se transfiriera a la Municipalidad de Salta, a título gratuito, La Palúdica para que se construyera allí un museo de folclore.

Los legisladores –tanto de la Cámara Baja como Alta-, ajenos al valor histórico, legal e idiosincrático de La Palúdica, sancionaron la Ley 27.336, echando por tierra con sólo levantar sus manos, el legado de Luis Güemes y el fuerte impacto que su decisión tendría sólo unos años más tarde con la llegada del coronavirus.

Los nuevos propietarios no fueron bien recibidos por los trabajadores del Paseo Güemes, y el por entonces intendente de Salta, Gustavo Sáenz, debió enfrentar numerosos reclamos. Finalmente, en mayo de 2017, con Emilce Maury a la cabeza y otros funcionarios municipales, la Municipalidad de Salta tomó posesión del edificio.

PIDUA II

En abril de 2017, la Sociedad de Arquitectos de Salta (SAS) presentó un informe sobre el edificio de La Palúdica, “donde se han realizado durante 80 años trabajos en beneficio de la salud de la población del norte argentino” y dejaron ver la construcción había sufrido el olvido por parte del Estado nacional, provincial y municipal. Además, los profesionales recordaron que «durante casi cuatro siglos, el paludismo marcó la historia de Salta, condicionó su evolución demográfica y su crecimiento económico e influyó en sus rasgos culturales».

«El caso del predio de la Palúdica es un claro ejemplo de abandono y desinterés institucional de las diferentes jurisdicciones competentes, no solo en lo edilicio sino en lo funcional, si se tiene en cuenta que los escasos insumos disponibles deben ser provistos desde Buenos Aires», apuntó la SAS en su informe, que fue publicado en distintos medios de comunicación locales.

En el documento, además, los arquitectos cuestionaron que no se tuviera en cuenta el Plan Urbano Pidua II, que «prevé tendencias de crecimiento y establece premisas a tener en cuenta sobre la evolución de la ciudad para evitar la adopción de medidas dispersas y asistemáticas» y recomendaron que el museo sea emplazado en finca El Carmen o La Cruz a fin de descentralizar la actividad comercial y cultural de la ciudad.

Coronavirus sin Palúdica

En 2021, y tras enfrentar durante un año el coronavirus, Salta se posicionó como la segunda provincia del país con la tasa de letalidad que es la que computa los fallecimientos de las personas afectadas por una determinada enfermedad- más alta. Y la falta de una Palúdica que funcione correctamente se volvió a sentir.

Por ello, dos de los tres senadores nacionales por Salta, Nora Giménez y Sergio Leavy, presentaron dos proyectos que fueron elaborados junto a los empleados de Salud. El tercer senador, Juan Carlos Romero, no acompañó con su firma las iniciativas.

En ambas propuestas, con más similitudes que diferencias, los legisladores instan a sus pares, a derogar la Ley N° 27.336, expropiar a la Municipalidad de la Ciudad de Salta, en favor del Estado Nacional, el inmueble de la Palúdica y crear allí “el Polo Sanitario de Organismos Nacionales ´La Palúdica´, el cual tendrá por objeto el funcionamiento de una estación sanitaria constituida por Organismos Nacionales de Servicios Sanitarios y de Seguridad Social”.

Entre los argumentos para la expropiación a la comuna, los senadores señalaron que la Municipalidad incumplió al cargo impuesto por la ley 27335, ya que “tenía la obligación de preservar el patrimonio arquitectónico del edificio, y desde la entrada en vigencia de la norma, no se realizó ningún tipo de tareas de mantenimiento, ni refacción que den cumplimiento al compromiso asumido, dejando virtualmente el inmueble abandonado sufriendo el deterioro en el tiempo”

Además, tanto Giménez como Leavy, advirtieron el peligro latente de que los herederos de Luis Güemes reclamaran la propiedad por “la modificación del destino del inmueble”.

Más allá de los argumentos para el regreso del edificio al ámbito nacional, los legisladores propusieron que en el Polo Sanitario “La Palúdica” funcionen la Dirección de Sanidad de Fronteras, el Programa de Nacional de Vectores y oficinas de Desarrollo Social, Anses, Senasa y Pami de manera integral para el diseño de políticas sanitarias no sólo a favor de los salteños sino también de la Argentina en general.

“Visto que Salta es una de las provincias más pobres del país, y que su distancia de la Administración Central profundiza la complejidad de alcance de las Políticas Públicas Nacionales, resulta que el Polo Sanitario representaría un espacio físico, donde la presencia y actuación de los organismos públicos facilitarán su implementación a toda la Provincia por parte del Estado Nacional”, precisó Leavy en su proyecto.

Al conocer los proyectos, algunos científicos salteños propusieron la creación de un laboratorio de referencia para la región al que llamarían Centro Epidemiológico “La Palúdica”, algo como el Malbrán, pero en Salta. 

El desafío es grande, así como lo es legado que dejaría quien, respetando la voluntad del nieto del General Güemes, apueste a la salud pública y sea recordado por generaciones futuras por dejar una huella indeleble en su pueblo, como alguna vez lo hicieron nuestros próceres.

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OPINIÓN

¿LA CIENCIA IMPORTA?

Por Por Enrique J. Derlindati*

Año 2022, Salta, leemos que aunque se planifica infraestructura vial con elementos recomendados con base científica, se desestiman las obras por “costosas”; leemos que se desaloja un edificio pionero en la investigación aplicada a la salud pública y con un valor arquitectónico e histórico enorme con el objetivo generar un polo inmobiliario y lo justifican como “puesta en valor”., o de que nunca hubo un científico en los organismo de ciencia y tecnología provinciales, de su total ausencia en los entes municipales. Así es como vivimos actualmente. Como ejemplo cotidiano es más frecuente encontrar en los medios de “información” secciones de astrología y tarot que de ciencia y tecnología, casi no existe ninguna referencia a la ciencia o los científicos locales y su trabajo. Actualmente la sociedad está inmersa en una serie de procesos de cambio socioambientales complejos, donde las herramientas científicas son clave y no se ve explícitamente que se las tenga en cuenta.

Pero no solo es responsabilidad de los funcionarios. En nuestra cotidianidad, como ciudadanos, ¿Cuantas veces nos preguntamos qué es lo que se está haciendo en ámbito científico local? O como científicos ¿Cuántas de nuestras investigaciones responden o se aplican a las inquietudes de la comunidad? y ¿Qué hacemos para que estas investigaciones sean conocidas por todos? Con estas palabras no busco denunciar o quejarme, busco que reflexionemos juntos y tratemos de encontrar un camino beneficioso para todos. Tampoco pretende ser un ensayo sobre ciencia, resumir la historia de la ciencia en unas pocas palabras es casi imposible y hasta inadecuado, pero intentaré sintetizar aspectos claves que puedan ayudarnos a entender y reflexionar sobre su valoración (o desvalorización) actual.

La ciencia se inicia de manera casi intuitiva para responder preguntas de nuestro entorno a través del poder de la razón y la lógica, capaz de resolver todos los problemas incluso sin necesidad de experimentos o pruebas, es la escuela de personas como Aristóteles o Platón. Esta ciencia deriva en la filosofía, y su lógica se mantiene tan arraigada que incluso actualmente genera tal confusión que pone a un mismo nivel lo “que opino” de lo “que veo”, al mismo nivel “lo que pienso” de “lo que muestran las evidencias”. Esta confusión nos lleva a considerar que cualquier opinión es válida y a que en muchos casos las decisiones se tomen por simple capricho. Por ejemplo este razonamiento llevó a que durante siglos (y me atrevo a decir que actualmente también) se pensara que un objeto pesado cae más rápido que uno liviano sin probarlo empíricamente. Más delante, en el siglo XVI Galileo Galilai demostró que si dos piedras desiguales se dejan caer simultáneamente, estas llegan al suelo al mismo tiempo (y no, no lo hizo desde la torre de Pisa). Este simple hecho abrió una nueva etapa en la comprensión del entorno, inaugurando una etapa en la ciencia. Varios siglos después desembocó en la Revolución Industrial del siglo XIX que llevo a la humanidad a creer que la ciencia era “mágica” y capaz de transformarlo todo a través de las máquinas, la idea de ciencia y desarrollo se unen, y toda transformación es vista como algo positivo. Comienza la verdadera transformación del mundo por y para el humano. A partir del siglo XX Comienza la gran era de los descubrimientos científicos, aparecen los rayos X, el electrón, la radioactividad, la estructura del ADN, la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica o la teoría ecológica, y con esto la noción de que la ciencia servía para todo y explicaba absolutamente todo. Esta concepción con su mal entendimiento o aplicación llevo a grandes errores a veces con nefastas consecuencias. En el afán de mejorar la calidad de vida de las personas se usaron nuevos descubrimientos muchas veces sin comprender completamente sus efectos y de manera apresurada, o se buscó respuestas en la ciencia de preguntas de otras disciplinas como la existencia del alma o la existencia de dios. Así llegamos a la situación actual. En donde estamos en un planeta dominado por tecnología producto de estos avances científicos y al mismo tiempo nos encontramos en un proceso donde la ciencia es subvalorada. Volamos en aviones, recibimos y transmitimos datos a través de satélites pero dudamos si la tierra es plana o no, conocemos la biología de bacterias y virus, de su existencia, pero dudamos de las vacunas, y podemos nombrar muchas cosas más. Esta situación se vuelve más grave cuando vemos mandatarios y políticas públicas fundamentadas en opiniones y sus lógicas consecuencias.

Y aunque después de este párrafo sí parece un ensayo, volvamos al punto inicial. La ciencia no es mágica ni mucho menos, tampoco da la respuesta a todas las preguntas de la humanidad, pero si es una manera sistemática de entender y resolver problemas prácticos, reales. La investigación científica nos permite encontrar relaciones de causa y efecto, y dentro de límites claros predecir resultados. Nos permite anticiparnos a conflictos y problemas y resolverlos en base a evidencia. También nos permite cuestionar (no negar, que no es lo mismo) procesos conocidos y desarrollar soluciones nuevas. Es la herramienta que debemos tenerse en cuenta a la hora de tomar decisiones y para desarrollar políticas públicas en aspectos como ambiente, salud, economía y sociedad. Ya lo dijo Claude Bernard (1813-1878)  biólogo francés y fundador de la medicina experimental: “la ciencia es Nosotros”.

 

* El autor es Dr. en Ciencias Biológicas, Investigador y docente en las cátedras de Biología de la Conservación y Ecología en Comunidades Áridas y Semiáridas, Fac. de Cs. Naturales y Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta.