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Despacito

Foto: Gastón Iñiguez

Foto: Gastón Iñiguez

Andrea Mendoza, profesora de secundario en lengua y literatura, analiza el mensaje que encierra la letra del tema más escuchado y bailado de los últimos meses en nuestra provincia y el mundo. (Gastón Iñiguez)

Simplemente movernos. Bailar, dejar que nuestro cuerpo encuentre el ritmo, dejarnos llevar. Esa pareciera la premisa que mueve y garantiza el éxito de miles de canciones que se nos imponen por medio de la moda. Con una receta que no falla: voces agudas, estribillos pegadizos y un tun-tun constante que hace que la música se vaya grabando en la corteza del cerebro. Así, despacito vamos adentrando, incorporando o simplemente asimilando un cúmulo de representaciones sociales, de clase, de género casi sin darnos cuenta… es sólo para bailar, es sólo para divertirnos, es lo que nos dicen sus defensores. Pero las palabras son palabras y eso implica que son un sinfín de imágenes que nos muestran una construcción particular de mundo, una ventana por donde nos invitan a mirar y mirarnos desde una perspectiva particular, aunque muchas veces generalizada. Por eso nos atrevemos a pensar en lo dicho, en lo no dicho. En aquellas cosas que pasan por detrás del discurso que nos propone mover el culo como una mercancía más.

Así se nos presenta esta canción, como tantas otras mientras disfrazan una objetivación de lo femenino como aquello que tengo que poseer. Aquello que hay que conquistar, en consecuencia, colonizar o lo que es peor, completar.

Nos adentramos en la letra de esta canción y una de las posibles construcciones que se desprenden es una constante…la mujer y su cuerpo: “Si bien es difícil dar una definición que abarque lo que es una mujer cabalmente, los discursos sociales nos van mostrando una serie de parámetros que construyen una imagen de mujer. No una imagen real de lo que las mujeres son (somos) más bien un deber ser, un deber actuar, un prototipo o más bien un modelo para armar, siempre incompleto al que le hace falta un otro (siempre un hombre macho) para empezar a ser. En esta construcción tenemos un emisor hablándole a un receptor con el que me tengo que identificar, es decir es a mí a quién este ‘guapo’ le habla, soy yo su presa, tengo que sentirme irresistiblemente atractiva, debo sentirme alagada. Este emisor aparece como la única voz capaz de describir la situación; es decir sabe lo que quiere y lo que -yo- (receptor) quiero”.

 “Desde su voz nos propone una descripción del cuerpo femenino, si bien omite dar característica físicas concretas, cosa que garantiza que cualquiera entre dentro del juego. No ahorra en metáforas para construir una imagen de la feminidad, así se propone firmar en mi laberinto o hacer de mi cuerpo un manuscrito y como si fuera poco hacerme olvidar mi apellido. Nada inocente esta última propuesta porque me insinúa un olvido de mi pasado, raíces, lo que soy aunque no quiera. Así a partir de que él me -escriba- puedo ser…Tú eres el imán y yo el metal (…) y hacer de tu cuerpo todo un manuscrito”.

El video que ilustra el tema no se queda atrás en hacer explícito lo que por ahí quedaba relegado a la imaginación del público. Arranca mostrando la parte del cuerpo femenino que todos esperamos ver: el culo; sí señores, ese culo imposible de redondo, sin estrías ni celulitis; un culo bronceado y bien entrenado. El culo al que todo hombre, desde chiquito, le dicen la tele, los amigos del barrio y los tíos cancheros, que debe poseer si es que quiere que los congéneres le rindan homenaje en asados y entre risotadas le palmeen la espalda. No importa la cara de la mujer dueña del culo en este caso, eso es secundario, sólo que ese culo sea la promesa de la felicidad plena al menos por lo que dure el tema. Así lo demuestra el cantante; acodado en una pared con cara de “ganador” mirando las curvas femeninas y amenazando con no poder controlarse si ella lo sigue provocando: Ya, ya me está gustando más de lo normal…Todos mis sentidos van pidiendo más…Esto hay que tomarlo sin ningún apuro (…)

Luego de unas cuantas tomas del mar, cuerpos sudorosos y los músculos del cantante en primer plano, otra vez la imagen del ideal de hombre: como el modelo de Calvin Klein, si aspiras a “tener” ese culo tenés que ir primero al gym chango, viene el compañero del cantante; el rapero soez que le palmea la espalda y al ritmo de frases rápidas e “inteligentes” le dirá sin tapujos al público, todo lo que el machote debe hacer con el cuerpo de la mujer… desde los besos babosos al bam-bam pasando por preguntas filosóficas que “profundizan” en la cuestión… porque ante todo es un romántico y solo quiere-quiere-quiere ver cuánto amor a ti te cabe.

Pasito a pasito, suave, suavecito el rapero va dejando bien en claro que ella ante todo es un rompecabezas complicado y que la forma de resolverlo es con la pieza que él gentilmente propone colocar-le…

Así es como al final logra convencerla y se van pegando, poquito a poquito, hasta que ELLA lo besa con esa destreza, entonces se devela la verdad detrás de todo esto… que la bella mujer es pura malicia, pero eso si, delicada….como un bambi.

Lo peor de todo ni siquiera es ver jóvenes y hasta niñas cantar el tema de moda en los recreos sin pensar en el mensaje, imitando la coreo y recitando los estribillos. Lo triste es percibir como estas ideas preconfiguradas por el machismo se van metiendo en el imaginario juvenil desde temprano: la mujer es un objeto, complicado, lleno de malicia, que provoca  al hombre y lo esquiva. El mito moderno de Adán, Eva y la manzana pero llevado a otro nivel donde no hay lugar para cuestionamientos, como en la religión, porque se trata sólo de diversión y bailar pero que en realidad refuerza y justifica la violencia hacia la mujer desde muchos aspectos ideológicos que la dejan en un lugar débil, manejable y estereotipado.