Daría la impresion que para diario El Tribuno, el narcotráfico no es un delito, sino una oportunidad de empleo. En su última entrega del ciclo “Cómo normalizar lo inaceptable”, el matutino salteño nos sorprende con un título digno de una feria de emprendedores: “Trasladar y comercializar cocaína es ya una fuente laboral en la frontera norte”. ¿Qué sigue? ¿Paritarias para pasadores? ¿Cursos de RappiNarco?
La nota, que intenta pintar un paisaje sociológico de la frontera, termina blanqueando una realidad sangrienta con un tono casi administrativo. Nos informan, con una tranquilidad pasmosa, que transportar cocaína en heladeras, colchones y mudanzas falsas ya forma parte de la economía local, mientras los narcos se mezclan entre los comerciantes legales como si vendieran medias en una feria. Un dato de color: la droga secuestrada recientemente iba oculta en una F-100 cargada de muebles. Lástima que el conductor no se especializaba en maniobras evasivas: dobló de golpe y se estampó contra un árbol. Un CV menos en el “mercado laboral”.
El texto también destaca que la venta al menudeo crece sin pausa en pueblos originarios, como si fuera una tendencia de consumo o un fenómeno de libre mercado. Pero no se habla de las causas estructurales, de la precariedad, de la complicidad institucional ni del entramado mafioso que se expande como metástasis. Eso sí, se menciona que las fuerzas de seguridad secuestran drogas y detienen personas “proporcionalmente”. Qué alivio, ¿no?
La frutilla del postre es que todo esto se narra en un tono casi neutro, como si hablaran de cosecha de papa o intercambio de figuritas. Periodismo de riesgo… pero el riesgo es que lo leas y no te indignes.
Porque una cosa es informar, y otra muy distinta es titular como si el narcotráfico fuera una salida laboral más. ¿El mensaje entre líneas? Que si no hay laburo, quizás podés probar con unos kilos de coca y una heladera vieja. Total, ya es una fuente de trabajo.