El ex concejal Aroldo Tonini y el periodista Daniel Avalos se cruzaron por la educación religiosa. Ocurrió luego de que el primero condenara una columna de Avalos por FM Aries en la que se opuso al dictado de religión en las escuelas públicas. (Audio)

Ocurrió el lunes a la tarde en el programa “Hablemos de Política” que se emite por FM Aries. Hasta allí se dirigió el ex concejal Aroldo Tonini, un reconocido militante católico, quien en el mediodía del propio lunes se había comunicado con la emisora para replicar una columna en la que el periodista lamentó que el debate educativo en Salta estuviera atravesado por la religión en pleno siglo XXI.

La emisora dio el derecho a réplica y el ex funcionario y el periodista e historiador que trabaja en este medio debatieron al respecto a lo largo de 40 minutos, 25 de los cuales están presentes en el audio que aquí reproducimos.

La columna de la discordia

Con respecto a la columna que generó el debate se difundió el lunes 27 de marzo en el programa “Compartiendo su mañana” que conduce el periodista Mario Peña. La misma se titulaba “El debate ausente” y la transcribimos a continuación de manera íntegra:

Buen día Mario. El tema de la educación religiosa obliga a muchos a desplegar energías para discutir si la misma es deseable o no y qué hacer con ese dictamen que el Procurador Fiscal de la Corte Suprema de Justicia, Víctor Abramovich, emitió hace un par de semana impugnando el dictado de ese contenido en las escuelas públicas.

Y mientras nos ocupamos de ello, no abordamos lo que pedagogos de otros puntos del país y del mundo sí discuten. Por ejemplo la necesidad de adaptar la educación a la renovación tecnológica permanente que produce el llamado “trabajo inmaterial”, ese capaz de crear bienes intangibles como el conocimiento, la información, la comunicación y que siendo primordialmente un trabajo intelectual y afectivo, “manufactura” las subjetividades sociales y no la materia prima como ocurría en la época industrial de los siglos XIX y XX.

Hombres y mujeres de esta línea que reciben el no rotundo de muchos otros pedagogos que aseguran que ese tipo de educación es funcional a modelos económicos que impulsan la flexibilidad, movilidad y hasta la precariedad laboral sin olvidar, dicen, que países como los nuestros se hallan en una etapa de desarrollo que debería inclinarnos a fortalecer una educación funcional a la industrialziación.

En fin, debates que aportarían mucho aunque en Salta quedan un tanto excluidos porque debemos discutir no con criterios de los siglos XX y XXI sino con criterios atados al siglo XVI. He allí el carácter desconcertante de esta provincia cuyo gobierno asegura que es moderno, aunque en los hechos nos abofetee con una realidad que nos ata al pasado.

Y entonces uno se pregunta porque ese empeño en exaltar “el color local” de la salteñidad que incluye una supuesta religiosidad, aun cuando ello pueda considerarse el símbolo de la frustración, el atraso y cierta sordidez provinciana.

Semejante pregunta requería de elaboradas respuestas que acá no podemos desarrollar, aunque una de esas explicaciones es la siguiente: la procedencia educativa de quienes nos gobiernan: 12 de los 14 ministros y el propio gobernador egresaron de colegios privados y católicos.

Dos de ellos provienen del colegio San Pablo, institución cuyo impulso fundacional provino de una asociación de padres que en 1969 respondieron al llamado de la jerarquía católica que exhortaba a evangelizar la cultura y proveer a los hijos de instituciones que los formen “en la doctrina católica…”; otros cuatro estudiaron en los colegios Salesiano y Belgrano; la ministra de Educación lo hizo en el Santa Rosa de Viterbo; el de Seguridad en el San Alfonso; algún otro en el San Judas Tadeo y algún otro como el precandidato a diputado nacional, Mariano Ovejero, egresó del Bachillerato Humanista Moderno.

De aquí proviene también el propio gobernador y el dato no es inocuo.  Su origen está vinculado a Robustiano Patrón Costas y su amigo el Monseñor Tavella. El primero símbolo de un patriciado que otorgaba dirección ideológica y política a la provincia; mientras el segundo fue el forjador de un relato histórico salteño que resalta la ciudad católica, la herencia hispánica y la milenaria alianza entre poder espiritual y temporal.

Ese colegio, además, es el que más se benefició con la ley que hizo obligatoria la enseñanza religiosa. No sólo porque dependiendo de la jerarquía católica local, fue la punta de lanza para ingresar al dominio de lo público, sino también porque la ley la faculto a formar y certificar a los docentes que deben impartir esa enseñanza.

Un bachillerato que explícitamente declara como objetivos cosas como las que siguen: “la formación integral del Hombre, creado a imagen y semejanza de Dios y redimido por Cristo (…) la formación moral de la conciencia en la fidelidad a la ley de Dios (…) (…) Forma integralmente al alumno para que se incorpore a la sociedad actual, ejercitándolo en la práctica de la moral católica y la recta conciencia cívica”.