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Crónica del juicio. Día 28: Final abierto

Los testigos de la anteúltima jornada volvieron a beneficiar las situaciones de Daniel Vilte y Santos Clemente Vera. Uno de los testigos dijo que la Brigada de Investigaciones plantó un revólver en un jardín. Daniel Vilte volvió a la sala luego de que sufriera dos puñaladas en la cárcel. (Maximiliano Rodríguez)

La presencia nuevamente en la sala de Daniel Vilte Laxi marca la jornada. El acusado estuvo ausente durante una semana, luego de ser apuñalado por otro preso en la cárcel de Villas Las Rosas. La agresión habría sido ajena al hecho juzgado y al juicio oral y público que lo tiene como imputado. Sin embargo, la gravedad del atentado muestra a las claras la ineficiencia del Servicio Penitenciario Salteño, dependiente del Ministerio de Seguridad, a cargo de Alejandro Cornejo D´Andrea. A nadie puede escapar que el imputado goza del principio de inocencia, pero fue atacado por un condenado por homicidio a once años de prisión. No hace falta ser muy veloz para entender la inconveniencia de alojar a una persona procesada, que aún se presume inocente, con un sentenciado por asesinato. Una cuenta más del rosario que deja este proceso penal. En el rostro, Daniel Vilte aún guarda el rastro del ataque con arma blanca. Helene Kottak se detuvo varios minutos antes de comenzar la audiencia para mirar fijamente al reo. Durante esos minutos previos a la audiencia, la mujer se mantuvo de pie y fijó su mirada en el imputado. Todo el resto de la jornada la mujer hizo más o menos lo mismo, pero ya sentada tal como dispuso el tribunal semanas atrás.

Cerca de las 10 comenzó la audiencia y durante toda la jornada el silencio en la sala fue absoluto. Los presentes en el recinto siguen cada instancia con total atención. El juicio está terminando en lo que a los testimonios se refiere. Cada uno de los presentes arma su propio juicio sobre lo ocurrido en las ocho semanas y la opinión sobre los jueces es unánime: se tiene total confianza sobre el tribunal. El Tercer Poder del Estado tiene eso. Un tribunal que genera confianza entre quienes ven y escuchan el proceso, algo que no se repite con el magistrado Martin Pérez, quien fue el encargado de resolver el caso como juez de instrucción.

Los testimonios del día volvieron a dinamitar las acusaciones en contra de Santos Clemente Vera y Daniel Vilte. El círculo se cierra solamente sobre la figura de Gustavo Lasi. Los últimos testigos que quedan programados son María Brañez y David Tolaba que deberán ampliar lo que ya declararon. Es lo que pidieron las familias de las víctimas. Esas declaraciones son la coartada de Vera y por eso será un día clave para Santos Clemente. La defensa de Daniel Vilte, en cambio, cerró su estrategia de testigos y pruebas. Vilte parece mejor posicionado ante el final de juicio aunque pese a ello no puede escapar a nadie que la situación de uno involucra directamente al otro si la querella logra “atrapar” en la acusación a Vera con la ampliación de testimoniales. La figura de Vera podría arrastrar a Vilte porque si Vera está involucrado, la palabra de Gustavo Lasi cobraría valor y entonces lo que dijo respecto a Daniel Vilte y el crimen, también podría ser cierto. Todo eso se definirá en tan sólo 24 horas. En apenas ese lapso la balanza se inclina. El juicio marca su propio ritmo como proceso judicial. Todos los participes tienen experiencia y oficio en este tipo de debates. Cada uno en su lugar. Incluso se conocen. Los jueces están armando la resolución paso a paso.

Arma no plantada

Con una fuerte tonada cordobesa -aunque es sanlorenceño- declaró primero Mariano Ortega. Es el hombre para quien Daniel Vilte quería comprar el arma en Villa Lavalle.  Ortega confirmó que le había solicitado un arma a Daniel Vilte para su defensa personal. El joven que actualmente trabaja en el rubro gastronómico en Córdoba, en el 2011 se desempeñaba en una empresa petrolera, dijo. Ortega conocía a Vilte del colegio en San Lorenzo. Un día lo encontró en Salta y lo invitó a comer una pizza. Fue como a las 10 de la mañana. “Le comenté que necesitaba un arma porque trabajaba con plata y ya me habían querido asaltar. Él me dijo que conocía a alguien que vendía. Después me fui a Córdoba y a los días me llamó diciendo que la había conseguido. Me dijo que había conseguido un arma calibre 22, pero cuando me dijo el precio le dije que no me interesaba”, relató. El “amigo piola” para quien Daniel Vilte dijo haber buscado un arma ante los jueces, se declaró “conocido” de Vilte. Nadie quiere ser amigo de Daniel Vilte. Su abogado defensor, Marcelo Arancibia, delante de todos le agradeció al testigo haber venido a declarar. Por supuesto que el tono de Arancibia decía otra cosa. El presidente del tribunal Ángel Longarte miraba la maniobra de Arancibia por sobre los lentes. Serio Longarte, con corbata roja y camisa blanca veía el mensaje simbólico del abogado. El defensor de Vilte tiene esos movimientos. Es hábil. El testigo le costó y lo estaba cobrando. Longarte tiene criterio.

Milagro desacreditado

La declaración de Miguel Ricardo Sarmiento había sido propuesta cuando el tribunal escuchó a su padre, Raúl “diablo” Sarmiento, decir que la policía le plantó un arma en el jardín. Su testimonio y el interrogatorio de las partes giro en torno a ese revólver enterrado en el jardín de la casa paterna. El segundo milagro ocurrido el 4 de agosto de 2011 también fue desacreditado. Igual había sucedido con el primer milagro, el secuestro de los dos plomos en el mirador el 1 de agosto. Dos plomos que fueron sacados del casquillo con una pinza. Un revólver enterrado y secuestrado dos días después, de pura casualidad. Testigos poco creyentes algunos. “Estaba por sentarme a comer y mi señora me dice: andá a la casa del papá, que está la policía. Vivíamos a una cuadra nomás. Cuando estaba por pasar me pararon en la puerta. Salió el jefe de la brigada, un tal Mamaní, que me dice que es un allanamiento por robo y me deja pasar. Había policías por distintas partes de la casa. Ellos han traído a los testigos, un hombre y una mujer”, afirma el joven hijo de Raúl.

Según su relato, pasados unos diez minutos desde que llegó a casa de su padre “un policía dice testigo, testigo. Encontramos un envoltorio”. Era el momento justo del segundo milagro de la Brigada de Investigaciones y del oficial Walter Mamaní. “Yo me enojé en ese momento, porque no podía ser que sacaran eso de ahí. ¿Cómo van a hacer eso? Si eso no estaba ahí? Le dije, lo has puesto vos”. Para el testigo no era nada creíble que sacaran ese revolver de tan pequeño pocito. “El trapo estaba limpio, la pistolita también”. Sus palabras parecían disparos cortos y contundentes. A esta altura del relato, el fiscal no sabía cómo atajar al testigo. No había dudas sobre lo que contaba. Su padre –quien fue detenido e implicado ese mismo día- había contado exactamente lo mismo ante el tribunal. Félix Elías entendió claramente que la acusación en contra de Daniel Vilte naufragaba ante la evidencia de pruebas fraudulentas. Con ese revólver acusaron al albañil y el Juez Pérez lo tomó como valido. Sin embargo, este segundo milagro del oficial de la Brigada de Investigaciones lleva casi tres años siendo investigado por la Justicia salteña y contaría con la promoción de acción penal. Estos policías milagrosos, un mes después de estos “hallazgos” fueron ascendidos y condecorados por el poder político provincial. Ese inmerecido reconocimiento se realizó ante la presencia del entonces juez Martin Pérez. Otro premiado y ascendido.

Motosierras

El tercer testigo de la jornada es un comerciante. Es John Johnston, un norteamericano que es el dueño del Castillo de San Lorenzo. El testigo fue muchas veces al mirador de San Lorenzo. Camina habitualmente por ese lugar. El trayecto lo hace por detrás de El Castillo y subiendo por el sendero que pasa por el barrio privado Buena Vista. El testigo no escuchó nunca gritos, ni pedidos de auxilio. Lo único que pudo aportar el ciudadano estadounidense es que pudo escuchar durante aquellos días de julio el uso intensivo de motosierras dentro del barrio privado. El hombre hace treinta años que vive en Salta pero su acento anglosajón lo hace parecer un recién llegado. Johnston cree que Santos Clemente Vera es “totalmente inocente”, porque le parece “una persona totalmente honesta”. El aporte del testigo es ínfimo. Si aportó algo su testimonio, benefició ampliamente la coartada de Santos Clemente Vera. Los abogados defensores del jardinero sostienen que durante el crimen, el 15 de julio de 2011, Santos Vera junto a su sobrino, David Tolaba, estaba podando un sereno con motosierras. Su declaración duró una media hora. Fue un testimonio propuesto por la querella, pero parecía un testigo de Vera.

Reconstrucción

Así fue muriendo la jornada. Los jueces comenzaron a dar cierre a todas las actuaciones de cara al final de juicio. Se dio lectura de la indagatoria que brindó Gustavo Lasi el 12 de septiembre de 2011, cuando le mostraron los resultados de ADN en su contra. En aquella oportunidad negó la violación de Cassandre y dijo que las chicas seguían vivas cuando él supuestamente se retiró del mirador. También se dio lectura al acta labrada durante la reconstrucción que hizo el juez Martín Pérez el 26 de agosto de 2011. En el acta quedaron plasmadas, no sólo la versión de Gustavi Lasi, sino la constante desmentida de los otros dos imputados. Martín Pérez reconstruyó con lo que Lasi decía, mientras Vilte y Vera lo desmentían a los gritos. Hasta este día estos dos imputados sostuvieron la misma versión. En 2011 el juez Martin Pérez y el fiscal Eduardo Barrionuevo eligieron creerle a Gustavo Lasi. La lectura del acta le dio oralidad y publicidad a esa reconstrucción de 2011.