Hasta anoche, y salvo imponderables judiciales, el plan de la ex Presidenta era retornar a su provincia. Prevé que se complicará la situación económica y social para el Gobierno y ello potenciará su protagonismo.
Aún en gestión, Cristina Kirchner solía recordar que El Calafate era su «lugar en el mundo». Acaso por el peso de la administración, en su segundo mandato, aprovechó con lógica turística cada fin de semana largo para irse a descansar a su provincia por adopción. Ahora, ya fuera del poder real y con la balanza de la Justicia encima, la ex Presidenta también volvería rápido a refugiarse en alguna de sus muchas propiedades patagónicas. Visto al revés: la de estos días sería una visita exprés a la Ciudad. Al menos, así se especulaba hasta anoche en su entorno. Sólo un imponderable judicial podría demorar la partida.
Tras un pernocte de horas, en el mismo departamento lujoso en la paqueta Recoleta que ocupa ahora, la ex mandataria viajó rauda al Sur a principios de diciembre para ni siquiera cruzarse con Mauricio Macri en un protocolar intercambio de atributos. Sigue sintiendo el mismo desprecio por su sucesor. Su regreso veloz, ahora, se relacionaría con una intencionalidad política: como Cristina cree que la situación económica y social se complicará en las próximas semanas, meses, lo prefiere a su contrincante en el centro del ring, recibiendo los golpes del ajuste.
Más allá de la ilusión por una vuelta a través de las urnas, y de la retórica que retumba en los medios, la preocupación de la ex presidenta, salvando las distancias, es parecida a la de su ex compañero de fórmula, Amado Boudou: no terminar en la cárcel. En ámbitos políticos y judiciales se avala, en general, la teoría de que la causa por el dólar futuro que hoy la lleva a Comodoro Py no tendría sustento para complicarla. Diferente es el caso de la investigación por Hotesur: allí los papeles que pasaron por el mismo juez Claudio Bonadio y hoy están en un limbo, con magistrados mirando para otro lado, queman.
Esa realidad no impide, sin embargo, agitar su posible regreso político. Más bien lo alimenta: cuanto más grande sea el apoyo popular, genuino, a la ex presidenta, el mensaje a la corporación política y judicial será claro. Un procesamiento pero, sobre todo, una eventual detención de Cristina, actuaría como un revulsivo para un escenario que ya de por sí es complicado. En un mar de aguas fétidas, mejor no hacer olas: la pudredumbre puede tapar a todos.
Fuente: Clarín