La diputada olmedista/libertaria salió a bancar al presidente en medio del escándalo por la estafa de $Libra.
En la vertiginosa carrera de descalificación y defensa que caracteriza a la política argentina de hoy, el respaldo de la diputada nacional Emilia Orozco al presidente Javier Milei en medio del escándalo cripto, expone de manera cruda los límites de la coherencia dentro de los movimientos libertarios. Mientras la figura del presidente sigue siendo un centro de controversias y encrucijadas, su defensa incondicional por parte de Orozco refleja la desconexión con la realidad legal y social del país.
El caso es que Orozco, además de poner en duda la ley y las estructuras democráticas que intentan balancear el poder en la Argentina, se ha lanzado en un desmedido ataque contra aquellos dentro de su propio sector que intentaron tomar distancia de las tensiones surgidas del escándalo cripto. Según su visión, cualquier disidencia es sinónimo de traición, y no tiene reparo en tildar de «falsos liberales oportunistas» a aquellos que critican las decisiones de Milei.
«A ver, falsos liberales oportunistas truchos de Salta, no los veo salir a bancar a nuestro Presidente ¿Ya se arrepintieron y se volvieron a dar vuelta? Manga de caraduras, vuelvan con Massa», publicó Orozco en sus redes.
Si bien, el posteo puede ser entendido como un mediocre intento de exhibir lealtad al presidente, el discurso de Orozco deja al descubierto las tensiones internas de su partido y la fragilidad de sus principios.
La defensa inquebrantable de Orozco a un presidente acusado de estar involucrado en un escándalo de fraude digital solo hace eco en un sector reducido de la sociedad que prefiere abrazar el dogma sobre la ética y la legalidad. Mientras en el ámbito legislativo, se intentan modificar las normas para un país más justo y democrático, estas voces parecen estar alineadas con el deseo de hacer del caos una bandera ideológica.
La irracionalidad del ataque a los que no comulgan con el pensamiento oficialista de La Libertad Avanza se ve en los absurdos comentarios de Orozco, quien no duda en utilizar el mismo tono belicista que caracteriza a otros de sus colegas, como Carlos Zapata. Pero, más allá de las invectivas, lo que se demuestra es la falta de espacio para un debate político serio y responsable.
La contradicción en el corazón del libertarismo es visible, y Orozco se convierte en una portavoz de la desinformación y la polarización sin tregua. Así, la pregunta que se impone es si verdaderamente la política de la «libertad» está sirviendo al pueblo, o si solo se ha transformado en un juego de poder sin rumbo ni ética.