Seguimos la conversación con el Licenciado y Profesor en Historia, Gabriel Anachuri, que en esta oportunidad nos cuenta sobre cómo afecta el pasado nuestro presente y como es hacer historia desde una perspectiva de género que revisa el accionar de las salteñas en los procesos históricos.
Gabriela Hernández
¿Qué nos puede decir sobre la deuda del siglo XVII? ¿Cómo impactó la guerra por la independencia en la economía local? ¿Cómo afectan estos hechos a nuestra realidad actual en Salta?
Este es un tema fascinante que revela las dinámicas profundas de la economía y sociedad de la época. Un observatorio privilegiado. La deuda en el siglo XVIII no puede entenderse fuera de su contexto específico, marcado por las estructuras sociales, políticas y religiosas del Antiguo Régimen. Al analizar la economía de esos siglos no podemos obviar la influencia de la religión, que regulaba las prácticas sociales, incluidas las económicas. La creencia en un orden divino que gobernaba las transacciones humanas se reflejaba en las normas sobre la usura, donde se condenaba la práctica de cobrar intereses superiores al 5% estipulado por la Iglesia. Sin embargo, a pesar de las restricciones impuestas por este orden moral, los actores económicos encontraron formas de sortear las limitaciones, demostrando la capacidad de adaptación y flexibilidad.
La deuda en esta época no solo fue una práctica económica, sino que también constituyó una estructura social fundamental. Casi todos los actores de la sociedad, desde las élites hasta las clases “populares”, participaban en transacciones de crédito, aunque con condiciones muy desiguales. En un contexto de ausencia de instituciones bancarias formales, las escribanías y los escribanos fueron actores clave, cumpliendo un rol fundamental en la formalización de las deudas. Las “obligaciones de pago” fueron esenciales para dinamizar la economía virreinal: sin ellas, no habrían sido viables actividades comerciales cruciales como el comercio de mulas hacia el centro global de Potosí o la compra y redistribución de los “efectos de Castilla”, productos del comercio transoceánico, que a partir de 1760 ingresan con más intensidad por Buenos Aires.
Le comparto algunos datos: entre 1760 y 1810, se registraron en Salta 1.127 obligaciones de pago, con un total de 5.656.845 pesos de plata, una cifra que destaca frente a otras ciudades de Hispanoamérica. Este volumen de operaciones crediticias evidencia la importancia del endeudamiento en la economía regional, especialmente en el comercio hacia Potosí, el centro minero global de la época. Un 67% de estas deudas se destinó a financiar el comercio de mulas y ganados, una actividad fundamental para la economía local, y otro porcentaje a la adquisición y distribución de productos como textiles, alcohol y utensilios de origen europeo. Un aspecto de estas obligaciones es cómo reflejan la mercantilización de las personas esclavizadas, quienes, tanto como individuos o grupos, fueron objeto de transacciones crediticias. La documentación registrada por los escribanos da cuenta de cómo las personas de origen africano eran utilizadas como garantía en préstamos, convirtiéndose en “mercancías” dentro de un sistema económico profundamente racializado. Este fenómeno subraya la interconexión entre la economía virreinal salteña y la esclavitud, revelando cómo las relaciones de crédito y la explotación de los cuerpos humanos se entrelazaban de forma estructural en el espacio local.
Además, es importante destacar que la deuda no solo afectaba a los comerciantes y grandes actores políticos, sino que también involucraba a las clases más bajas. Mujeres y varones de origen indígena, por ejemplo, recurrían a la deuda para solventar sus tributos o gastos familiares. Estas prácticas, que se observan en la documentación testamentaria y otras fuentes, muestran cómo la deuda se convirtió en una herramienta de supervivencia, particularmente en un contexto de opresión y desigualdad.
Las guerras por la independencia profundizan una crisis económica de gran magnitud, acentuando las desigualdades regionales y provocando una reorientación en las rutas comerciales. Se observa también una drástica disminución en la actividad crediticia, aunque, al mismo tiempo, surgen innovaciones significativas en las prácticas de endeudamiento. En un contexto marcado por la necesidad de financiar la guerra con los recursos disponibles en el tesoro y las entradas cotidianas, y ante la parálisis de los impuestos al comercio, los gobiernos provisionales que emergen tras el colapso de la Monarquía hispánica se ven obligados a recurrir al endeudamiento para sostener sus esfuerzos bélicos. Este cambio es particularmente notable después de la derrota en la batalla de Huaqui, que supuso la pérdida de Alto Perú y, por ende, de Potosí, que hasta ese momento había sido la principal fuente de financiamiento.
Es en este contexto de crisis que se desarrollan nuevas formas de endeudamiento, en las que el Estado asume el rol de principal prestatario, recurriendo a acreedores privados para financiar la guerra. Este fenómeno representa una transición crucial en las prácticas de crédito, ya que el Estado pasa de ser un actor pasivo a convertirse en un deudor activo dentro de la economía. Aunque estos mecanismos de endeudamiento llevan consigo elementos heredados de la era virreinal, también surgen nuevos modelos que estamos analizando en nuestros estudios recientes.
Estos hechos y estudios nos permiten comprender tanto los cambios como las continuidades en las prácticas de endeudamiento, desde una sociedad de Antiguo Régimen hasta la sociedad republicana. Además, nos brindan la oportunidad de identificar los vestigios de esas prácticas que aún persisten en nuestro presente, como las desigualdades en el acceso a financiación formal, especialmente entre las clases menos favorecidas. El endeudamiento, como fenómeno estructural, ha atravesado toda la sociedad, tanto ayer como hoy, y resalta la necesidad de desarrollar políticas públicas que favorezcan un acceso más equitativo al crédito.
Por otro lado, los estudios recientes muestran cómo el emergente Estado revolucionario recurrió masivamente al endeudamiento. Al igual que hoy, esta práctica representó un desafío para el gobierno, hasta el punto de que para 1818 se le hizo imposible cumplir con sus acreedores privados. Desde una perspectiva más macroeconómica, estos procesos nos permiten entender cómo las Guerras de Independencia y su financiación impactaron en la economía en su conjunto, contribuyendo al aumento de las desigualdades económicas regionales que, lamentablemente, siguen marcando la realidad argentina hasta el día de hoy. Este fenómeno abre una interrogante clave: ¿fue esta disparidad el origen de la Argentina desigual que conocemos hoy?