Nicolás Parma pasará 17 años tras las rejas. Dios se apiade de su alma.

En Santa Cruz se registró una condena que repercute en Salta.Fue condenado hoy a 17 años de prisión efectiva el cura Nicolás Parma por los delitos de abuso sexual simple y abuso sexual gravemente ultrajante contra por lo menos dos jóvenes que estaban bajo su custodia mientras eran pupilos en la parroquia Exaltación de la Cruz en Puerto Santa Cruz.

Es el segundo cura de la Congregación “Hermanos Discípulos de Jesús San Juan Bautista” sentenciado en dos meses: su fundador, Rosa Torino, fue condenado en Salta en julio a 12 años de prisión por delitos similares.

Los jueces Jorge Yance, Eduardo López y Joaquín Cabral consideraron en ambos delitos la condición de “doblemente agravado” por haber sido cometidos por un ministro de culto y encargado de la educación y guarda de dos menores convivientes, y determinaron que, en ambos casos, los delitos se repitieron a lo largo del tiempo.

El diario La Nación detalla la historia de las víctimas. Jonatan Alustiza tenía 14 años cuando llegó desde Pergamino a Puerto Santa Cruz. Estaba solo, sin dinero, ni amigos, y pronto le sacaron hasta el DNI. Lo que debía ser el inicio de un camino de búsqueda vocacional en una casa de formación religiosa se terminó convirtiendo en un calvario que se extendió por años.

Su denuncia y la de Yair Gyurkovitz por los ultrajantes abusos sexuales que sufrieron se volvieron claves en el juicio oral que se llevó adelante en Río Gallegos al cura Parma quien al igual que las víctimas escucharon la sentencia por zoom. Ellos desde sus provincias de origen y Parma desde la comisaría de Puerto Santa Cruz.

“Llegué al pueblo a la congregación en marzo del 2009, y estaba solo con Parma y otro hombre más. Vivía en la casa de formación que está junto a la Parroquia Exaltación de la Cruz, iba al Instituto María Auxiliadora. Ese mismo año empezaron los abusos, pero no podía hablar con nadie. No tenía ni teléfono ni dinero, y teníamos prohibido contar lo que pasaba dentro de la congregación”, cuenta hoy a La Nación, Alustiza quien dio su testimonio ante la Cámara Oral de Río Gallegos a través de videoconferencia.

En 2010 empezaron a llegar más chicos a la casa de formación de la congregación “Hermanos Discípulos de Jesús de San Juan Bautista”. Se trataba en su mayoría de chicos que fueron entregados por sus padres a la tutela de la Iglesia, que provenían de familias numerosas y de escasos recursos. La Iglesia les garantizaría protección, educación y cuidado. Nada de eso pasó, dos de esos entonces niños, son hoy los denunciantes de Parma.

“Hasta el 2012, que estuve allí, llegamos a ser 13 chicos a cargo de Parma. Yo y el otro denunciante somos las caras visibles de la denuncia, pero estoy seguro que hubo más menores abusados. Vivimos un horror en ese lugar. Éramos presos moralmente, no podíamos pensar, era imposible irte, yo empecé a pensar en el suicidio”, recuerda hoy Jonatan que ya tiene 26 años, se casó y busca dejar atrás su historia de abusos.

Tras muchos años de procesar el dolor hoy puede expresarlo: “Yo no sabía que el juego con el cura era un abuso, que eran ‘juegos’ con intención sexual; me decía que no se podía resistir y después me pedía disculpas. La posibilidad de pedir ayuda o contar a alguien era nula. Aun no sé cómo hice para aguantar tanto”, recuerda hoy.

Jonatan explica que en la escuela de Puerto Santa Cruz no tenían Educación Sexual Integral (ESI) y cuando empezaron las primeras clases empezó a detectar que algo de lo que el cura hacía estaba mal.

Pasaron varios años hasta que el joven pudo procesar que lo que sufrió en su adolescencia fue un abuso.
En 2012, a Jonatan, ya con el secundario terminado, lo trasladaron desde Puerto Santa Cruz a Salta para ingresar al noviciado. Allí, le contó lo sucedido al cura Rosa Torino, fundador de la Congregación de los abusos sufridos por parte de Parma. Sin embargo Torino, solo le dijo que debía perdonarlo y olvidar, que solo era una “debilidad del hermano” y debía resguardar el nombre de la congregación.

“En vez de apoyarme, se aprovechó de mi estado de fragilidad emocional, que yo estaba enfermo y mintiendo que había estudiado medicina, me dijo que debía revisar mis partes íntimas. El también abusó de mí”, detalla Alustiza.

Solo le quedó fugarse. Y así, sin dinero ni recursos, escapó de la congregación. Desde afuera, logró que le devolvieran sus documentos y le pagaran un pasaje para regresar a Buenos Aires. En esos años, solo una vez pudo ver a su familia. Pasarían algunos años hasta que pudiera comprender lo que le pasó y denunciarlo ante la Justicia. Años de enfermedad, depresión y deseos de dejarse morir.

La conexión Salta

Si bien Jonatan Alustiza es de Buenos Aires, la mayoría de los jóvenes que llegaban a la casa de formación eran oriundos de Salta, donde el excura Rosa Torino fundó el Instituto religioso “Hermanos Discípulos de Jesús de San Juan Bautista”. Las familias daban a sus hijos en guarda a la congregación, que luego los trasladaban a Puerto Santa Cruz. En 2016, una investigación periodística de Telenoche dejó a la vista que uno de los sacerdotes denunciados en Salta, había sido el cura de Puerto Santa Cruz durante cinco años, y los dos casos empezaron a conectarse.

La denuncia de Alustiza y de otro exnovicio y una exmonja desencadenó la investigación judicial y el posterior juicio. En julio pasado y luego de varias demoras, la justicia salteña condenó a Torino a 12 años de prisión efectiva por encontrarlo penalmente responsable de los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante agravado por ser ministro de culto en perjuicio de tres personas. La fiscalía apeló para pedir mayor condena. La denuncia original fue en Salta, pero el caso de Parma se derivó a Santa Cruz.

Nicolás Parma, que fue procesado en primera instancia por la jueza de instrucción Noelia Ursino, quedó detenido el 8 de octubre de 2018 en la comisaría de Puerto Santa Cruz. Fue procesado por concurso de delitos de índole sexual entre los que hay abuso simple, abuso sexual gravemente ultrajante contra menores de edad y corrupción de menores.