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Con una flor en el ojo

Argentina espera la promulgación de la ley que el congreso nacional aprobó por unanimidad para regular algunos aspectos del uso medicinal del Cannabis. Qué sucede con el autocultivo. (Daniel Murillo)

La norma pretende obligar al estado a hacerse cargo de la provisión de ciertos derivados de la planta a cierto tipo de pacientes anotados en un registro, y simula liberar la investigación de la marihuana en el país, libre claramente en legislación de 1989 y tratados internacionales de más larga data.

Que en nuestra tierra se haya decidido no investigar las virtudes de esta planta maravillosa que hoy mueve millones de dólares legales en el mundo aliviando dolores indecibles, nada tiene que ver con ley alguna. El freno encuentra su origen más en una amalgama de hipocresía, ignorancia y pacatería.

La militancia cannábica tuvo que ser muy meticulosa en la instalación de la lucha por sus derechos. Hubo que medir cada palabra, curar cada imagen, cubrir todos los flancos a la hora de lidiar con la típica hipocresía de un país que, selectivamente, se horroriza con muy poco.

La palabra “medicinal” fue el escudo protector de un reclamo mucho más grande y creciente que repudia lo ridículo de cuestionar libertades individuales garantizadas en nuestra constitución. Las madres de la epilepsia, los pacientes con sus testimonios indiscutibles, sumado a la falta de argumentos en contra del cannabis, obligó al congreso a hacer de cuenta que transformaba la realidad. Le dio una manito a un pequeño sector de usuarios y dejó de lado la columna vertebral del problema que pasa por reconocer la soberanía medicinal de los argentinos autorizando el autocultivo.

Si en esta historia está claro que el enemigo es el dolor, tenemos claro también que la herramienta en disputa es la planta, entonces no pueden quedar fuera de escena los cultivadores que desde hace décadas vienen experimentando con las diferentes cepas, llevando adelante registros del efecto de cada variedad en diversas patologías y salvando vidas en muchos casos.

Nuestros dirigentes demoran tanto que hoy Argentina está por tropezar con las mismas piedras que Canadá tropezó hace décadas. Dejamos afuera a los cultivadores, los criminalizamos, ignoramos el cultivo solidario, no sopesamos que el sistema público de salud está bastante enfermo como para ponerse a gastar plata en un insumo urgente que la mayoría de los pacientes puede producir en su casa sin pagarle un centavo a nadie.

Para calmar el pedido de libertad, el discurso oficial asegura que arrancará la investigación cuanto antes, que en algún momento se producirá flores de cannabis en nuestro país, y que mientras tanto se entregarán gratuitamente productos importados de alto costo a quién el programa nacional decida acoger como paciente cannábico.

Como contraparte, los que pedimos libertad vemos fraudes multimillonarios en el PAMI con análisis a gente muerta, hospitales como el de Colonia Santa Rosa dónde no se puede internar a nadie porque no hay comida, o el de Orán, donde chorrea caca del techo y el otro día casi explota la cocina. Faltan medicamentos en los centros de salud y las obras sociales siguen con su costumbre de poner palos en la rueda ante el más mínimo pedido del afiliado y así… Sin embargo, hay que confiar en que el gobierno proveerá de marihuana a la población cuando hoy le falta el ibuprofeno.

Costos

El cannabis medicinal no se suministra solo en forma de aceite, puede usarse en la cocina, ser vaporizado o utilizado tópicamente en pomada. Por ello, en teoría y si se busca aliviar de verdad a la población, el estado tendrá en algún momento que importar flores. El kilo de las mismas en un país pionero como Canadá y según la revista especializada THC, tiene un costo de 15 mil dólares.

Como se desprende del párrafo anterior, se observa claramente un potencial negocio multimillonario que por el momento el país no piensa discutir. De la misma manera, nos negamos a discutir la posibilidad de generar trabajo a gran escala. La planta sirve en el campo textil, en la industria automotriz, alimenticia, cosmética. Hoy hay zapatillas de reconocidas marcas 100% de cáñamo, carrocerías y partes de vehículos del mismo material.

Con estos datos en la mano, cuesta entender a los tabacaleros llorando porque no les alcanza ni el fondo especial para sobrevivir vendiendo a unos pocos dólares el kilo de una planta que mata 6 millones de personas por año en el planeta.

Resulta increíble que los que definen los marcos normativos de nuestra sociedad no terminen de comprender que el autocultivo de marihuana alivia costos, lucha contra el narcotráfico y a la larga se transforma en una red imparable de salud pública.

La inseguridad del estado no puede taparse conculcando derechos y criminalizando actores sociales que cumplen un rol fundamental además de único. No pueden seguir allanando cultivos, encarcelando inocentes y destruyendo este alivio natural.

El sistema judicial está atorado de causas que sólo generan gastos siderales, se resuelven sólo en un 10% y no cambian nada. El que venda drogas a la cárcel, para el ciudadano de buena fe, como mínimo, libertad.

El milagro del Cannabis

La Marihuana tiene la capacidad de cultivar a los que se preguntan por sus virtudes o mala fama. Salta es un claro ejemplo. La comunidad cannábica local logró, tocando algunas puertas e inundando los medios con información y testimonios, que se apruebe una ley en tiempo récord. Dentro de las normativas a medias tintas que lograron varias provincias, la local se muestra como una de las más progresistas.

El ministro de salud, Roque Mascarello, dice no tener prejuicios ni pruritos que lo afecten a la hora de reglamentar la norma. Sostuvo que apenas nación definiera, Salta reglamentaría su ley y abastecería a los usuarios acreditados y registrados la medicina derivada del cannábis que convenga según los parámetros de la ANMAT.

En la tierra de la resistencia por la educación religiosa en las escuelas públicas, resulta difícil de creer que el IPS termine entregando cogollos a sus afiliados para aliviar sus dolencias e incrementar su calidad de vida. Sin embargo, la demanda de aceite, flores y cremas no para de crecer y muestra la urgencia con la que los estados tienen que actuar.

Ojalá no fuera mucho soñar con la producción local de fitopreparados de calidad, la generación de empleo, el alivio de los dolores o la simple comprensión de que una flor no puede hacerle daño a nadie… por lo pronto, esperamos que el debate de verdad se abra pronto.