Una revista de mujeres salteñas privadas de su libertad en la Unidad Carcelaria Provincial N° 4 de Salta que sirve como canal para reflejar su realidad y desmitificar miradas sobre cómo viven adentro. (Andrea Sztychmasjter)

Empleadas domésticas, prostitutas, vendedoras callejeras, manteras, jefas de familia y madres que se hacen cargo solas de sus hijxs son las protagonistas de esta revista realizada desde el año pasado por medio del programa de Políticas Socio Educativas del Ministerio de Educación Ciencia y Tecnología y el Centro de actividades juveniles (CAJ) dentro de la Unidad Carcelaria Provincial N° 4 de mujeres. 

A partir del trabajo de la Licenciada en Comunicaciones sociales Guadalupe Macedo, las mujeres han transformado la revista en un espacio para expresar sus vivencias y desmitificar la percepción que la sociedad tiene de ellas. Entendiendo la importancia de la comunicación como un derecho, es que con el apoyo de la comunicadora, las mujeres privadas de su libertad han llevado a cabo este proyecto que además las aleja un poco de las actividades típicamente impuestas a la población femenina y trans dentro del sistema penitenciario; como bordado, tejido, crochet, cotillón y actividades domésticas.

Según relató la licenciada, luego de elegir el nombre de la revista, uno de los temas importantes que a las mujeres les interesaba contar y difundir fue la creencia del sueldo mensual que perciben por estar allí adentro. “Se encontraban preocupadas en mostrar a la sociedad que es mentira que las mujeres privadas de su libertad cobran $8000 por su trabajo, mostrando a través de entrevistas, que ellas sólo cobran un peculio de $250 pesos que no les alcanzaba para comprar sus elementos de higiene básicos”, relató Macedo.

De igual modo la violencia de género que viven fuera y dentro de las cárceles es otro tema que las atraviesa profundamente y también reflejaron en las páginas de la revista. Mujeres empobrecidas, vulnerables penalmente ya que no disponen de recursos para afrontar lo judicial. Son una población que tiene responsabilidades familiares; son madres que se constituyen como el único sostén de la familia, porque viven en hogares monoparentales. Incluso conviven hasta tres generaciones de mujeres de una misma familia, con niñxs adentro. Todas ellas con experiencias de violencia intrafamiliar (verbal, psicológica y física),  y con conflictos con fuerzas policiales y sin haber podido acceder a la educación.

La licenciada Macedo reflejó: “Dos mujeres se encuentran cursado la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Salta, que ofrece esta carrera dentro del contexto de privación de libertad” y señaló que en la dinámica carcelaria la educación para las mujeres es mucho más limitada que en los varones, con espacios de aprendizajes más acotados. “Se educa, forma, prepara para salir al exterior a las mujeres privadas de su libertad a partir de un estereotipo social, donde la mujer debe quedarse en casa, saber ocuparse de ella y realizar actividades manuales dejando de lado lo cognitivo, lo expresivo. Llevando a que un gran derecho de las personas, el de la comunicación, sea limitado, ocultando y prohibiendo espacios de expresión”, mencionó.

Una FM para varones

En 2013  se inauguró FM Libre en la cárcel de Villa Las Rosas. En aquella ocasión se informaba que los conductores se elegirán según la conducta y niveles intelectuales. Sin embargo este proyecto que se convirtió en una herramienta de formación y capacitación para los internos no llegó a la cárcel de mujeres, quienes todavía se ven limitadas en sus capacidades comunicativas y expresivas.

“La comunicación debe ser fundamental en la vida de las mujeres privadas de su libertad, debe ser propiciada y difundida por todos los sujetos para generar a través de ella intercambios sociales enriquecedores ya que continuamente estamos dialogando con otros construyendo y reconstruyéndonos”, señaló Macedo y agregó que por lo general los trabajos a los que accedieron las mujeres fueron precarios, ninguna de ellas trabajó en blanco, sólo realizaron “changuitas”.

La licenciada señala que la revista “Volver a sonreír” se constituyó como un espacio que propició el aprendizaje de nuevas concepciones de género, como es el caso de pensar a una “mujer travesti”, que entró a convivir con ellas, como una forma de ser mujer. Se trabajó a manera de taller sobre las identidades de género; y las mujeres pudieron poner en debate lo que percibían previamente como el sexo y como género.