Entre rifas de dinero público, selfies con obras ajenas y bolsones sospechosos, el cierre de campaña salteño no defraudó: entregó chimentos, papelones y un festival de cinismo electoral. Todos compiten, pero pocos convencen.
En una provincia donde el ingenio político suele expresarse con más estridencia que sustancia, el cierre de campaña para las legislativas del domingo dejó un repertorio digno de repasar: desde rifas de dinero estatal hasta inauguraciones estratégicas, pasando por bolsones misteriosos y concursos de acrobacias urbanas. Cada espacio político ofreció su propio acto —o acto fallido—, en una carrera donde el espectáculo reemplazó al contenido y la lógica electoral se abrazó al absurdo.
Libertarios: “sorteo” es la nueva militancia
La Libertad Avanza decidió dejar su marca con una propuesta tan inédita como preocupante: rifar los fondos públicos que el Estado entrega a los partidos para la campaña. Y no, no es una metáfora. Es literal.
La diputada nacional Emilia Orozco, heredera fiel del histrionismo de su mentor Alfredo Olmedo, publicó un video de alto voltaje demagógico en el que promete devolver al pueblo los casi 30 millones de pesos asignados por la Justicia Electoral. ¿Cómo? Sorteándolos. Con escribano, aclara ella, porque la transparencia es importante, sobre todo cuando se reparte plata ajena en cuotas de 520 mil pesos. Eso sí, sólo en municipios donde el partido tenga sede, porque ni el sorteo escapa a la lógica territorial del aparato.
La diputada, convertida en maestra de ceremonias de esta campaña-lotería, lanza una frase que casi pasa desapercibida pero merece atención: “Es la primera vez que La Libertad Avanza se presenta en Salta”. Lo que no dice es que ella ya se presentó varias veces: como candidata de Olmedo primero, luego como candidata de Milei. A veces libertaria, a veces olmedista. Como el precio del dólar, fluctúa.
No hubo choripán, no hubo acto. Hubo marketing. Y un mensaje claro: la política como espectáculo, el electorado como cliente, y la ideología como anécdota.
Oficialismo recargado: inauguraciones, caminatas y bendiciones
Mientras Orozco sorteaba plata, el oficialismo jugó a lo seguro: hizo lo que mejor sabe hacer en tiempo de elecciones. No, no nos referimos a proponer ideas. Hablamos de cortar cintas, habilitar obras inconclusas y multiplicar las fotos con casco en mano.
Así, “Guillo” Kripper y “Vitín” Lamberto posaron sonrientes en la “habilitada” Plaza Alvarado, un espacio que aún huele a cemento fresco pero ya suma puntos en la planilla electoral. La diferencia entre habilitar e inaugurar puede parecer nimia, pero en campaña todo es semántica.
David Leiva, fiel a su estilo de cantor de barrio devenido en político, hizo lo propio en Solidaridad, junto a su compañero de fórmula Omar Exeni. Allí recorrieron la canchita en recuperación, como si patear una pelota sirviera para gambetear la falta de propuestas concretas.
Bernardo Biella, el médico todoterreno que encabeza ambas listas del oficialismo (Unidos por Salta y Vamos Salta, dos nombres para un mismo aparato), se llevó el espaldarazo más esperado: el intendente Emiliano Durand le grabó nada menos que cinco videos pidiendo su voto. La insistencia fue tal que algunos vecinos ya lo confundían con un reel de pastillas para la presión.
En cambio, Flavia Royón eligió el bajo perfil, confiando en que su imagen técnica y su capital de simpatías en el electorado libertario pueda sorprender en las urnas. No rifó plata ni cortó cintas. A lo sumo, cortó con la sobreactuación.
El eterno deja vú del PJ bolsonero
El peronismo, intervenido pero nunca domesticado, ensayó un cierre de campaña clásico con caravana y consignas encendidas. Bajo el lema “Paremos la motosierra de Milei”, los candidatos del Frente Justicialista Salteño salieron a cazar votos como en los viejos tiempos: con mística, con carteles y —aparentemente— con mercadería.
Porque todo iba relativamente bien hasta que el periodista Ricardo Gallegos denunció la llegada de un camión desde Rosario cargado con alimentos no perecederos destinados, presuntamente, a la confección de 20.000 bolsones de campaña. El escenario: la sede de la Tupac Amaru, en la calle Necochea, donde banderas políticas y rostros de la Lista 67 se mezclaban con paquetes de arroz y fideos.
La escena se volvió tragicómica cuando un móvil de Canal 10 irrumpió en el lugar y la referente local de la Tupac, Mónica Sánchez, apareció nerviosa y con remitos en mano —o eso decía— para jurar que todo era legal. ¿Mercadería estatal? No, aseguró. Pero hasta hoy, los papeles que lo demuestren siguen en alguna dimensión desconocida. La pregunta flotó en el aire: ¿para qué te traje, Mónica?
Así, el peronismo cerró su campaña del modo más previsible: con olor a clientelismo y una defensa atropellada que recordó más a un sketch de Capusotto que a una estrategia electoral seria.
La “antipolítica” de Susana del Frari: a prueba de electrocuciones
Si hablamos de espectáculos bizarros, la diva indiscutida del show preelectoral fue Susana del Frari. La periodista devenida en candidata a concejal por el Partido Conservador Popular no se anduvo con vueltas: su estrategia fue tan rudimentaria como peligrosa. Instó a los vecinos a descolgar carteles proselitistas colgados en postes altos a cambio de… ¡una moto!
Sí, leyó bien. El que juntaba más carteles “colocados irregularmente” ganaba una moto. También había kilos de asado y otros premios menores. Todo eso sucedió el jueves, en Plaza España, donde Del Frari organizó una especie de kermés urbana con espíritu de limpieza vecinal, aunque con una ética más que dudosa.
La sorpresa llegó cuando al convite se presentó el candidato a diputado por el partido Felicidad, Facundo Guzmán. En sus manos portaba ostentosos fardos de carteles recolectados. ¿El detalle? ¡Eran todos del Partido Conservador Popular! Entre risas incómodas, Del Frari agradeció la “colaboración” y reconoció que incluso su partido había colgado carteles donde no debía. La imagen simplemente fue cine y la antipolítica terminó delatándose a sí misma.
Claro que nadie pareció preocuparse demasiado por el detalle de que incentivar a vecinos a escalar postes electrificados no es precisamente un gesto de responsabilidad. Afortunadamente, la moto no terminó en el hospital.
Campaña sin altura (salvo por los carteles)
A días de las elecciones, la campaña salteña se despide como llegó: entre promesas recicladas, escándalos repetidos y candidatos que prefieren la pose a la propuesta. Poco debate, mucha puesta en escena. La política local se sigue escribiendo como un libreto de humor involuntario, donde la ironía ya no es una herramienta crítica, sino el único modo posible de mirar la realidad sin perder la cordura.
¿Votar con entusiasmo? Difícil. ¿Votar con resignación? Probable. Este domingo, las urnas no sólo dirán quién gana, sino también qué tan bajo hemos decidido que se puede hacer campaña sin que a nadie le importe.