En su edición dominguera, el diario Clarín, pincelo las mecánicas de  disputa que existe en los Valles Calchaquíes y enfrenta a vecinos con diaguitas supuestamente truchos.

La nota en cuestión fue firmada por el periodista Gabriel Levinas quien recuerda que en los valles calchaquíes de la provincia de Salta se vive una disputa absurda y cruel que enfrenta a sus habitantes”. Diaguitas auto-asumidos, que difícilmente puedan acreditar su ascendencia y amparados en una ley, la 26.160, que fue pensada para proteger del despojo a los verdaderos “originarios”, tratan de apoderarse de las propiedades de pequeños agricultores que pueden acreditar el mismo origen étnico que ellos, pero que además poseen, desde hace muchos años, títulos legales de propiedad”, enfatiza el periodista.

Levinas relata el caso de un caciques de la zona de Colomé que es nacido en Bolivia y se llama Rómulo Mamani; el caso de un médico del hospital de Cachi, Salta, que ahora fue nombrado cacique de la zona y es hijo de una alemana y su propio padre no se reconoce como diaguita; y otro de apellido Rivadaneira cuyo padre compró en los ‘60 unas tierras productivas en Pucará, en las márgenes del Río Guasamayo, cuyos hijos luego vendieron hasta que la esposa de uno de ellos, Esther Ríos de Rivadaneira, se convirtió repentinamente en diaguita y volvió a reclamar, esta vez como cacique de Angastaco, las tierras que su marido había perdido y vendido perjudicando a su propio sobrino, Eduardo Rivadaneira.

“Pero el colmo del delirio fue cuando el padre del cacique de La Poma, Telmo Salva, senador provincial durante 22 años, quien no se reconoce a sí mismo como diaguita, tuvo el deseo de apoderarse de una pequeña y hermosa finca de tres hectáreas propiedad del ingeniero electricista Edgardo Nieva y mandó a su hijo Armando Salva a encargarse del asunto. Este “diaguita” repentino metió de prepo, dentro de la casa de adobe donde vivía Nieva, 20 diaguitas a sueldo que se quedaron conviviendo con el legítimo dueño”, denuncia Levinas quien relata que “Conversando con el ingeniero, pudimos escuchar una desopilante versión de “Casa tomada” de Julio Cortazar, y asombrarnos de la paciencia casi budista de este fornido salteño que esperó en esas condiciones hasta que finalmente la justicia le dio la razón y los expulsó”.

Con el caso “Salva”, el periodista desentraña lo que para él es la metodología sencilla pero eficaz para iniciar los reclamos: convencer a pobladores de inscribirse en el padrón como Diaguitas que se subordinan a los supuestamente caciques truchos conformando una “nueva versión del puntero político, en originarios, con la promesa de que los nuevos indígenas  van a tener tierras comunitarias para labrar, tierras.

“Una de las consecuencias más dolorosas de esto es que cada vez más se van enfrentando amigos, vecinos y parientes cercanos en un peligroso juego que de a poco va mutando hacia hechos de violencia; como pasó con el hijo de Juan Bonifacio, quien fue agredido -según denuncia- por hombres de los Salva y estuvo más de un mes en estado de coma y hoy padece una sensible disminución de sus facultades motrices”.