Una multinacional puso en marcha “Belleza por un Futuro” junto con la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley. El programa es una capacitación profesional para que mujeres en situación de vulnerabilidad social y económica aprendan sin costo los oficios de peluquería y maquillaje.
En medio de la tan mentada meta del gobierno de generar “empleo de calidad”, después de las masivas movilizaciones de mujeres contra las violencias machistas y los estereotipos de género, y de los reclamos de implementación real de la Ley de Educación Sexual Integral a 10 años de su sanción, la iniciativa más allá de generar polémica parece realmente una broma de mal gusto. Aunque analizándola detenidamente encaja perfectamente en los vientos de cambio liderados por el PRO.
Producto de las políticas llevadas por el gobierno nacional asistimos a una fuerte caída de la producción y del empleo. Y como cada vez que hay este tipo de crisis, el costo más alto lo pagan las mujeres. Son las más afectadas por los recortes en los programas sociales y las más desempleadas: en nuestro país el desempleo en las mujeres menores de 29 años es de aproximadamente el 22%, es decir que casi un cuarto de las mujeres de esa edad está sin trabajo.
Una muestra del impacto de los recortes de los programas sociales es el desmantelamiento del plan Progresar denunciado por los 160 trabajadores y trabajadoras despedidos en el Ministerio de Hacienda. Con todas las críticas que pueden hacérsele, el programa promovía que jóvenes de entre 18 y 24 años sin empleo, empleo informal o con un salario inferior al mínimo pudiesen iniciar o completar sus estudios y/o formación para el trabajo en cualquier nivel educativo recibiendo un apoyo económico y pudiendo continuar estudios superiores. Se puso en marcha a principios de 2014 y el 60% de los inscriptos fueron mujeres.
Pero, fiel a su política de vaciamiento del Estado y de tercerización de las políticas públicas, el actual gobierno nacional desmantela un programa como el Progresar y celebra con bombos y platillos el lanzamiento de “Belleza por futuro” entre otras tantas políticas similares. Celebración en la que subyace la estigmatizante concepción de que, más que gastar dinero en darles educación, a las pobres es mejor enseñarles un oficio; y si encima se le otorga el negocio a multinacionales y fundaciones, negocio redondo.
La misma empresa L’Oréal resaltó que el programa pudo ejecutarse gracias a un trabajo conjunto entre el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, la Subsecretaría de Responsabilidad Social y la Subsecretaría de Empleo del Ministerio de Trabajo; mientras que por la Ciudad de Buenos Aires participaron el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat y la Subsecretaría de Promoción Social. Por parte de lo que se conoce como “el tercer sector”, estuvo presente la Fundación Pescar. Esta es “una organización de la sociedad civil sin fines de lucro cuyo objetivo principal es promover y ejecutar acciones orientadas al fortalecimiento del vínculo entre educación, juventud y empleo”, según se definen a sí mismos. Está presidida por Edgardo Palmero, presidente de Grupo Palmero y auspiciada por cientos de empresas como Toyota, Coca Cola y la Universidad del Salvador entre otras.
Lo que esta colaboración viene a desnudar es tanto el rol del Estado como el contenido de las políticas públicas. No sólo no debería tercerizarse las políticas públicas sino que, tampoco, deberían impulsarse o apoyar programas privados que refuercen estereotipos de género como este, vinculando a las mujeres con los oficios relacionados con la belleza, la moda y el maquillaje.
“Acompañamos a las primeras 30 alumnas que hoy comienzan a capacitarse, crecer y soñar con una profesión”, escribió la ministra Stanley en su cuenta personal de Twitter. “Tijeras por un sueño”, llegó no tan sorprendentemente a titular Clarín.
En tanto que Marcelo Zimet, el CEO de la filial argentina de L’Oréal, fue más lejos, afirmando celebrar “la puesta en marcha de ‘Belleza por un futuro’ en Argentina como confirmación del impacto social positivo que puede generar la colaboración entre las empresas, el tercer sector y el ámbito público”. “Estamos felices”, agregó, “porque es un proyecto que reivindica la diversidad como nuevo paradigma de la igualdad de género y la formación para generar empleo”.
Nada para celebrar Marcelo. Si hay algo que las mujeres argentinas han comenzado a aprender después de dos multitudinarios 3 de junio al grito de ¡Ni una menos! y del histórico paro del último 19 de octubre, es que los estereotipos de belleza y los roles impuestos son las más poderosas cadenas de la opresión, la base de todas las violencias machistas.
Sin desmerecer ninguna profesión, las mujeres tienen el derecho de acceder a la formación y el empleo que deseen. Y es el Estado quien debe construir las condiciones para ello. Ciertamente las del gobierno nacional van en el sentido contrario.
Fuente: Por María Paula García. Notas