Una mujer fue agredida en el supermercado. Le pidió al cajero que se apurara porque no se sentía bien. El cajero la puteó y después la golpeó.
La hipótesis que tenemos es que la plata no alcanza para nada y todos están trabajando con un humor de mierda.
Aunque no se puede descartar que al cajero que golpeó a Claudia en un supermercado céntrico el miércoles pasado le faltaran jugadores por otro motivo.
Detallamos el incidente, que nos llegan sin la especificación del Súper donde aconteció. Citamos de Radio Salta:
Claudia, el miércoles, a la salida de su trabajo, pasó por el supermercado a comprar leche, pan, azúcar y otros productos. Ella sufre de ataques de pánico desde hace ocho años y, por ello, evita quedarse mucho tiempo en lugares cerrados o con mucha gente porque entra en crisis.
Luego de juntar la mercadería en un canasto, se colocó en la fila de la única caja habilitada, detrás de una mujer mayor. Ambas se pusieron a conversar para pasar el tiempo porque el movimiento de la caja era lento. La abuela advirtió que el muchacho no se apuraba y lanzó una broma con la que todos, incluso el cajero, se rieron.
“Cuando fue mi turno el cajero pasó los productos, me dijo cuánto era y le pagué con un billete de $100, pero veía que demoraba en darme el vuelto por lo que le dije que por favor se apurara porque no me sentía bien”, relató Claudia.
Según el testimonio de la mujer, que consta en denuncia policial, el joven de la caja levantó la voz y respondió: “Te vas a tener que embolsar las cosas vos porque a mí me pagan para cobrar y no para embolsar”. La mujer le señaló que le estaba faltando el respeto y le reiteró que no se sentía bien.
“En ese momento me empezó a decir que por qué lo apuraba, que quién era yo y empezó a gritar, lo cual fue advertido por el encargado de las cajas”, recordó.
“Cuando se acercó el encargado, el cajero se levantó y me pegó un golpe de puño en el hombro izquierdo que me hizo tirar el celular”, expresó la clienta a este diario.
En ese momento Claudia ya experimentaba los síntomas de una crisis de pánico: sentía que se le cerraba el pecho y la garganta, no podía hablar y la respiración se le aceleró.
El encargado de la caja y el gerente la asistieron en un sector del local, pero ella solo pensaba en irse del lugar lo más rápido posible.
Finalmente, y cuando se sintió mejor, las autoridades de la sucursal le pagaron a la víctima un taxi hasta su casa.
“Yo no quiero que esto le pase a nadie ni que se repita. No me interesa que lo despidan al chico porque debe tener familia, pero sí que lo saquen de atención al cliente”, expresó la mujer.