El libro “Doble Crimen”, de Maximiliano Rodríguez, reúne las 34 crónicas del juicio por el crimen de las turistas francesas. Una gran metáfora de esta provincia y sus habitantes. El salteño no puede dejar de leerlo y preguntarse en manos de quiénes estamos y quiénes somos. (Federico Anzardi)
Maximiliano Rodríguez llega a la redacción de Cuarto Poder con la confianza del que se sabe parte, empieza a cebar mates y señala una notebook negra. Cuenta que en ella escribió las 34 crónicas diarias que reflejaron de manera completa el juicio por el robo, violación y asesinato de Cassandre Bouvier y Houria Moumni, las turistas que aparecieron muertas en el mirador de la Quebrada de San Lorenzo el 29 de julio de 2011. Esos textos se publicaron en la web de este semanario casi al mismo tiempo en que se daba por cerrada cada jornada en Ciudad Judicial. Rodríguez redactaba en tiempo real y enviaba los artículos desde el lugar, sentado en un rincón de la sala donde se desarrollaba el juicio oral y público que condenó a Gustavo Lasi a treinta años de prisión y absolvió Santos Clemente Vera y Daniel Vilte Laxi.
Ahora, todas las crónicas se reúnen en un solo volumen, junto a entrevistas y otros textos inéditos. El conjunto es “Doble Crimen”, un libro que Ediciones El Cuarto publicará este lunes y resultará imprescindible para comprender dónde estamos parados como sociedad.
El libro trae una entrevista inédita a Jean Michel Bouvier. El padre de Cassandre es el familiar más mediático, el emblema de la lucha por conocer la verdad. El hombre se instaló en Salta durante todo el juicio oral y pudo conocer un poco de la salteñidad, pero no entenderla. “No comprendo cómo puede vivir una sociedad así, en esta trama oscura”, dice, en el libro.
“Hay un caso en la Quebrada, a comienzos del Siglo XX o a fines del XIX, contado por Juan Carlos Dávalos en un cuento que se llama ‘El atajacaminos’. Es el crimen de un gaucho, en el mismo lugar. Entonces esto es como la trampa siniestra de la que habla Bouvier. Es como la ciénaga que nos muestra Lucrecia Martel, es todo tan de entrecasa, tan de habitaciones cerradas, que llega un momento en que la cosa tiene mal olor. Por eso me parece que es un libro muy para la gente de Salta. Para que lo lea el salteño y el que conozca nuestra sociedad, porque tiene que ver con nosotros”, cuenta Rodríguez. El libro, de 400 páginas, será presentado este lunes 9 de marzo, a las 18 horas, en el Hotel Alejandro I. “Me hablaron de distribución nacional, de París, qué sé yo, pero yo pienso que es muy para nosotros. Salta tiene que ver con esto”, completa.
Tiene razón, Maxi, cuando imagina al lector ideal. “Doble Crimen” dispara preguntas y nos pincha a todos los que vivimos en Salta. Utiliza el caso como una gran metáfora de esta provincia y sus habitantes. El salteño no puede dejar de leerlo y preguntarse en manos de quiénes estamos y quiénes somos.
En la teoría de la salteñidad revelada que muestra este libro no hacen falta análisis de ADN ni peritos expertos que brinden testimonio. Las evidencias más importantes están en esos cuarenta policías que antes de subir a la Quebrada paran a comprar coca y cigarrillos y sólo siete alcanzan la cima porque el resto no está en óptimo estado físico, en el oficial que encuentra dos proyectiles y su arma correspondiente de manera casi milagrosa, en el suicidio del Jefe de la Brigada que sospechaba de esas pruebas. Está en el ascenso de los policías que supuestamente resolvieron el caso y ahora están procesados por torturas. En las conexiones con el poder político que no se investigaron.
“¿La cosa se investigó mal porque son tontos, no sabían hacerlo, o si verdaderamente estamos gobernados por una banda de inescrupulosos que además son impunes? Trato de pensar lo mejor posible y ni así me sale la primera opción”, dice Rodríguez.
El libro se lee como una novela policial que va revelando tramas, sospechosos, pruebas, confirmando hipótesis y descartando otras. Tiene momentos estremecedores, como el relato de los familiares de las víctimas recorriendo la Quebrada, estallando de dolor en medio de una nube de abogados, policías y periodistas.
“En el libro no hay ningún hecho que no sea comprobable. No hay ningún ‘podría’, ‘habría’, ningún potencial. El lector tendrá una herramienta para comprender por qué estamos en el estado en el que estamos con este caso. Quizás teníamos que leerlo como libro para entender qué nos pasó y qué les pasó a estas chicas”, dice Rodríguez, que en las crónicas critica al poder político, a la Policía y al accionar del juez Martín Pérez, pero elogia al Tribunal.
“El juicio fue justo y confirmó que lo que se le dijo tres años antes a la opinión pública desde el poder político y desde el Poder Judicial, como así también desde el Ministerio Público, era falso. La duda que el lector va a develar es que esa duda no fue inocente. No le puedo decir cuál fue la intencionalidad, pero sí que no fue inocente”, dice.
“Lamentablemente, dos personas de tres tuvieron que llegar a una instancia de juicio oral y público, proclamando su inocencia, y que un tribunal tuviera que determinarlo de esa manera –sigue Maxi-. Es muy difícil decirles a Daniel Vilte y a Santos Clemente Vera ‘tu nombre está limpio’. Porque durante tres años se le vendió a la sociedad salteña que ellos eran los culpables. Y después no se pudo comprobar judicialmente. Pero como contrapartida de esa impunidad, al juez que hizo eso se lo ascendió. Se le dio una responsabilidad mayor, un sueldo mejor y un mejor pasar. El fiscal que acusó, Eduardo Barrionuevo, también fue ascendido, hoy es juez, ascendido por el mismo gobernador”.
A medida que transcurren las crónicas, Rodríguez va relatando lo que sucede en el juicio y también hace su propia deducción de lo que escucha y ve. Analiza rostros, gestos, compara testimonios, se hace preguntas, cuestiona métodos, siempre desde su lugar en la sala. Allí van pasando los personajes, los 200 testigos, de los cuales noventa fueron policías o funcionarios. Se suceden los testimonios, algunos insólitos, como los mozos del bar de la Quebrada asegurando que la humita es un plato que se vende mucho. Los careos nerviosos. Las palabras que no terminan de cerrar. Y también brillan los que no fueron citados, generalmente personas bien relacionadas.
“Las detenciones de gente sin poder siempre son más fáciles que andar indagando entre grandes casonas e hijos de la alta sociedad. Las pruebas a medida, los plomos sospechosos en la escena del crimen, las torturas a los detenidos y toda la inconsistencia de la investigación aparecen como una regla general”, escribe Maxi en el libro.
Rodríguez reconoce que una de las conclusiones a las que llegó tras el trabajo fue sobre la efectividad de los juicios por jurado. “Creo que nos costaría mucho como sociedad hacer más justo el proceso oral y público con los juicios por jurado. Estuve desde el minuto cero hasta el último, cubrí todas las jornadas del juicio. Y al finalizar quedé con tandas dudas como certezas. Me parece que no estamos preparados, los ciudadanos, para enfrentar los juicios por jurado. Me parece una responsabilidad demasiado grande. Pensar en la gentecita que pueden llegar a traer de un paraje en el medio de la nada y sentarla seis meses en un juicio por corrupción o cuestiones penales graves me parece una cosa jodida”, dice.
Tras la sentencia, el caso sigue en marcha, ya que a las apelaciones hay que sumarle otras causas, como las denuncias por torturas, falsos testimonios y pruebas fraudulentas. Además, Rodríguez dice que la indemnización que va a tener que pagar la provincia de Salta a los familiares de las víctimas es millonaria. “Hay un embargo de 22 millones de pesos, que ya debe ascender a los 40, en contra de Maitines SA, que es la dueña de las tierras. Es decir, la Quebrada de San Lorenzo, hoy es propiedad de los Bouvier y los Moumni. Es parte de la indemnización que se está debatiendo en el ámbito civil. Ya está embargada. Porque la empresa que explotaba el predio, Puma Expeditions, tenía una cláusula en el contrato de alquiler, que hacía responsable al dueño de la propiedad de la responsabilidad civil”, explica.
Para finalizar, Maxi cuenta cómo el trabajo periodístico del día a día puede resultar, sin pensarlo, una manera de explicar situaciones que serán recordadas durante años. “La crónica del último día tiene un título acertado que no era el original. Era ‘La sentencia’ y aquí, en esta redacción, le cambiaron el título y le pusieron ‘La sentencia que desnuda la vergüenza’. Y me parece que ese título dice lo que en definitiva fue el juicio oral y público en el que se condenó a Gustavo Lasi: se hizo justicia confirmando la impunidad”.