Carlos Zannini, alter ego de Cristina Fernández, será candidato a vicepresidente. Tras ser señalado como malvado Rasputín K o la continuidad de lo mejor del kirchnerismo en la etapa que se abre, Cuarto Poder habló con el salteño que militó con él en la agrupación maoísta Vanguardia Comunista durante los 70. (Daniel Avalos)
Pedro Notarfrancesco tiene 58 años y es dueño de la pasión que abrazó en su juventud: empujar para que la sociedad se deslice hacia una dirección que considera deseable y justa. Sólo la devastación menemista de los 90 lo dejó un poco huérfano de organización. Eso y un problema de salud que al final de la primera década del siglo XXI lo alejó de una militancia que había retomado en 2003, cuando se vinculó con el Movimiento Libres del Sur en Salta. En la segunda mitad de los 80, fue el Secretario del Interior primero y el Secretario Gremial después de la Unión Obrera Gráfica de Córdoba donde protagonizo una huelga de casi 100 días con los trabajadores del diario La Calle de Río Cuarto. Antes militaba en el Partido de la Liberación, al que había ingresado en los 70 cuando se denominaba Vanguardia Comunista. Fue allí que su vida se cruzó con la de Carlos Zannini, el poderoso operador K confirmado ahora como candidato a vicepresidente en la fórmula que encabezara Daniel Scioli.
Pedro Notarfrancesco, cuando era conocido como «Viru» en la Córdoba de los 70.
Los caminos políticos del salteño al que todos apodan el “Tano” y el cordobés al que todos conocen como el “Chino”, se bifurcaron hace décadas en cuánto apuestas políticas y resultados prácticos se refiere. Pero ni una cosa ni la otra le impiden al primero explicitar el afecto que siente por el segundo. “Siempre lo aprecié porque era muy buen compañero, solidario, entregado y jugado”.
Cuando Notarfrancesco habla de los 70´ no lo hace en el tono setentista con el que algunos sentencian que todo lo maravilloso ya ocurrió mientras el resto debe conformarse a una vida políticamente mediocre. Nada de eso hay en el hablar pausado del “Tano” que al ser consultado sobre cómo conoció al hombre que con su candidatura a vicepresidente acaparó los titulares gráficos, radiales y televisivos, responde lo siguiente: “En el año 74 fui a Córdoba a estudiar Derecho. Cuando entré a la facultad me vinculé, por intermedio de un hermano que ya estudiaba en Córdoba, con la agrupación estudiantil TUPAC que hoy está vinculada al Partido de la Liberación pero que en aquel momento respondía a Vanguardia Comunista. El dirigente de la TUPAC en ese momento en Córdoba era Carlos Zannini. Ahí lo conozco al ‘Chino’ porque empiezo a militar con ellos. Después yo abandono la carrera y me voy a estudiar Arquitectura, pero seguí militando con la agrupación y él seguía siendo el responsable. Era muy responsable, muy bien formado y de mucha capacidad”.
La TUPAC (Tendencia Universitaria Popular Antiimperialista Combativa) surgió en 1969 como el frente universitario de Vanguardia Comunista, el partido de orientación maoísta que había sido fundado cuatro años antes. La publicación “Vida y luchas de Vanguardia Comunista” nos aproxima a la historia de esa organización. Allí militantes y exmilitantes precisan que además del frente universitario y de varios abogados que defendían presos políticos, lograron insertarse en el sindicalismo clasista de la industria automotriz cordobesa que por entonces protagonizó grandes luchas populares. La razón de esa presencia de VC en los sindicatos se explica también por la referencia que Notarfrancesco señala: “En la época que nosotros militábamos, la línea del partido, como la de otros partidos de izquierda, era que los militantes fuéramos al movimiento obrero. Por eso Zannini además de estudiar trabajaba en una fábrica o algo así y yo entré a la Renault de Córdoba. Ahí milite dos años”.
El contacto entre uno y otro no duró mucho porque el responsable político de los universitarios de la TUPAC fue encarcelado. Según Notarfrancesco, eso ocurrió en 1975 y en el marco de las movilizaciones que eran fruto de las tensiones entre el gobierno de Isabel Perón y los sindicatos. “En una de esas grandes movilizaciones lo detienen a Zannini que estaba apuntado como dirigente estudiantil importante. Estuvo preso hasta 1979, creo que en La Plata”. Otras versiones ubican esa detención en 1976 aunque independientemente de ello lo cierto es que efectivamente Zannini fue llevado al penal de La Plata y su propio encarcelamiento evidenciaba cómo la intensidad represiva estaba en aumento y empezaba a resultar letal para las organizaciones revolucionarias en general y de Vanguardia Comunista en particular.
En diciembre de 1976, por ejemplo, varios militantes de la organización fueron desaparecidos en uno de los casos más renombrados del terrorismo de Estado: el secuestro de las Madres de Plaza de Mayo que se organizaban en torno a la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio de San Cristóbal de la ciudad de Buenos Aires. Allí y por acción de un Alfredo Astiz -que se infiltró en el grupo para desarticularlo- fueron secuestradas entre los días 8 y 10 de diciembre las monjas francesas Leonié Duquet y Alice Domon, las madres Azucena Villaflor, Mary Ponce y Esther Careaga junto a otros activistas que incluían a cinco miembros de Vanguardia Comunista: Ángela Auad, Raquel Bulit, Gabriel Horane, Horacio Elbert y Patricia Oviedo. Entre junio y agosto de 1978 ocurrió otro golpe que al decir de exmilitantes fue “la más devastadora de las acciones represivas sobre VC”: el secuestro de 60 personas entre militantes y familiares de los cuales 18 continúan desaparecidos. Entre estos se encontraba el Secretario General del partido: Roberto Luis Cristina.
De maoísta a peronista
En medio del proceso que inauguró el uso de centros clandestinos de detención y la desaparición de personas, Carlos Zanni recuperó su libertad. Corría el año 1979 y tras dejar la prisión regresó a Córdoba, donde volvió a encontrarse con Pedro Notarfrancesco. “Había una línea del partido para recontactar a los compañeros que iban saliendo. Y bueno…tuvimos una charla en la casa de un amigo común donde él estaba parando”. Del encuentro quedó claro que el objetivo de reinsertar a Zannini a la organización no se cumpliría. “En esos momentos priorizó terminar su carrera y después de un tiempo se fue al sur, a Río Gallegos. Fueron varios militantes de Vanguardia Comunista que se fueron al sur porque creo que había uno que era de allá”, rememora el “Tano” mientras bebe un pocillo de café.
Así fue. Zannini se recibió de abogado en 1983 y mientras vivía de algunos casos judiciales que manos amigas le acercaban retomó la política sin mucho éxito y de la mano del justicialismo: asesoró al candidato a intendente peronista “Meco” Oliva que perdió las elecciones en ese año que inauguraría la primavera alfonsinista. Sin mucho horizonte, efectivamente siguió los pasos de otros militantes de Vanguardia que habían partido al sur. Dos años después conoció a Néstor Kirchner en la Unidad Básica “Los muchachos peronistas” de Río Gallegos y empezó la larga historia que lo tuvo como asesor y secretario de gobierno de Néstor Kirchner en la intendencia de Rio Gallegos, ministro de Gobierno de Néstor Kirchner gobernador de Santa Cruz, diputado provincial y jefe del bloque K en la provincia patagónica, presidente del Superior Tribunal de Justicia de esa provincia y Secretario Legal y Técnico de la Presidencia de Néstor y Cristina durante 12 años.
Su deslizamiento desde el maoísmo al peronismo nunca fue del todo explicado, aunque algunos aspectos de su vida militante permitan ensayar algunas hipótesis. La inclinación de Zannini por los razonamientos teóricos políticos es uno de ellos; su cautiverio en La Plata con militantes peronistas con los que todavía mantiene la amistad como Carlos Kunkel o Jorge Taiana puede ser otro; e incluso razonamientos más prácticos que lo inclinaran a ver en los Kirchner un atajo para mejorar sus condiciones de vida tras años de clandestinidad, cárcel y precariedad económica.
Hoy, sin embargo, Zannini ha logrado una opinión unánime: la de ser un poderoso operador K, hombre clave en el diseño de objetivos estratégicos y maniobras políticas que ayuden a alcanzarlo, personaje asociado a los despachos y no a las calles, persona cuyo poder se explica por el conocimiento de una enrome cantidad de documentos públicos y secretos que ayudo a elaborar y a la que sólo pocos tienen acceso. Todos aspectos que sus detractores utilizan para pincelarlo como un malvado Rasputín K aunque desde la tribuna K aseguren otras verdades no menos evidentes: Zannini como operador que sin prescindir de las tareas de administración ayudó a generar un pensamiento que acompañe las medidas que revalorizaron el rol del Estado y de la Política; el razonador que puso sus conocimientos y capacidad especulativa al servicio de jefes carismáticos capaces de darle forma concreta a las pasiones políticas que anidan en amplios sectores. Un Zannini que aspira a hacer desde la vicepresidencia lo que hasta ahora hacía desde otro lugar: resguardar la figura de su actual jefa, acondicionarle el escenario para futuras y eventuales batallas y garantizar que ese aparato electoral que elige candidatos antes de que estos sean presentados ante la ciudadanía siga siendo controlado por la fuerza propia.
Disidencia y aprecio
De esas características de Zannini hablamos ahora con Pedro Notarfrancesco, la persona que hace cuatro décadas participaba de las reuniones que conducía el actual candidato a vicepresidente de la nación. Y con la misma claridad con la que el “Tano” enfatizó su aprecio personal por el excompañero, enfatiza la distancia política de hoy. “Hizo un viraje. Desde ese punto de vista tengo distancia política. Yo soy de Libres del Sur y tenemos una posición adversa al gobierno. Nosotros no estamos ni con Macri, ni con Massa, ni con Scioli porque queremos buscar una alternativa distinta”.
Pero eso no es todo. Notarfrancesco duda incluso que Zannini pueda hacer de comisario político K en un eventual gobierno de Daniel Scioli y lo ejemplifica recurriendo a otros casos. “Ya sucedió con Marioto. Los kirchneristas me decían que era la garantía de mantener el proyecto K en la gobernación de Buenos Aires, de marcarle la cancha a Scioli como quién dice. Pero mirá vos: le iban a marcar la cancha a Scioli y este terminó de precandidato a presidente o sea que no se la marcaron tanto. Creo que se ilusionan una vez más los sectores de la izquierda kirchnerista. Que Zannini tiene mucha capacidad política no hay duda; que no va a ser fácil para Scioli imponerle cosas, tampoco hay dudas. Pero tampoco creo que Carlos le vaya a marcar la cancha a Scioli porque éste ha demostrado que es muy hábil para mantenerse en la línea de flotación”.
Ni bien termina de decir esto, Notarfrancesco aclara otra vez que la distancia política nunca horadó su aprecio por Zannini. Y como para refrendar la sentencia, relata una anécdota desopilante y llena de frescura. Una que habla de los recuerdos que el salteño y el cordobés ahora instalado en la Casa Rosada guardan de aquellos intensos tiempos de la revolución donde ellos como otros miles se lanzaron a los extremos para así romper los límites y crear el futuro. Si el grabador registró la anécdota, ello obedeció a que como al pasar, como queriendo equilibrar la crítica que le hiciera a Zannini, Notarfrancesco exclamara: “Además lo he vuelto a ver a pesar de esa distancia política. Sucedió cuando asumió el gobierno de Kirchner…”, indica el entrevistado que al instante duda y aclara que no recordaba bien si el encuentro ocurrió en 2003 o en 2004. Lo que sí precisa es que había hecho un viaje a Buenos Aires y conociendo cuál era el nuevo lugar de trabajo de Zannini enfiló para la Rosada.
“Entonces me fui hasta la Casa Rosada y por supuesto me recibe la guardia. Con corrección pregunto si estaba el señor Zannini. El guardia me responde ‘Sí, pero está muy ocupado. Difícil que lo reciba aquí. ¿Quién lo busca?’ me pregunta. Y yo no le podía dar mi nombre porque en los tiempos de la universidad teníamos nombres clandestinos por la represión y así nos conocíamos. Bueno… la cuestión es que no se me ocurrían muchas cosas pero insisto y la guardia llama a una secretaria que vuelve a preguntarme qué hacía ahí. Y entonces le digo: ‘Mire, soy un amigo personal de él, soy de Salta, no creo que vuelva a venir a Buenos Aires en mucho tiempo y me gustaría verlo y saludarlo’. ‘¿Pero quién es usted?’ me pregunta. Y otra vez el tema del nombre. Porque él no me conocía por mi nombre entonces le digo mi apodo de aquellos años que era ‘Viru’ porque como yo tenía muchos rulos me decían ‘Virulana’ aunque Zannini me decía ‘Viru’. Entonces le digo a la secretaría: ‘Digale que aquí está el Viru de la TUPAC de Córdoba’. La secretaría agarra el teléfono y yo la escucho que le dice a otra persona ‘Sí, como te digo. Decile que está el Viru de la TUPAC de Córdoba’. Me mira la mujer y me indica que vaya a tal lado y agarre un teléfono para que hable con la otra secretaría. Cuando agarro el aparato del otro lado la mujer me dice ‘¿Quién es usted?’. Y vuelvo a decir lo mismo. Bueno… al rato aparece la secretaria y pregunta por el Viru de la TUPAC de Córdoba. Y me recibió. Y ahí nos encontramos después de muchos años. Él estaba muy ocupado. Me dijo ‘mirá no tengo mucho tiempo pero es un gusto recibirte’. Me hizo pasar a su oficina, la habló a la chica y le dijo ‘por 20 minutos no quiero que nadie me joda’. Bueno, ahí conversamos cuestiones personales, en qué andábamos y esas cosas. Así estuvimos 20 minutos hasta que se disculpó porque tenía mucho trabajo. Esa fue la última vez que lo vi”.
Ni bien termina el relato, uno sentía la necesidad de que ninguna repregunta contaminara la riqueza de esa anécdota a la que no le faltaba ni sobraba una palabra para ilustrar la fuerza de esos vínculos forjados en determinados procesos. De allí que el grabador permaneciera encendido sólo unos minutos más y con un único objetivo: brindarle a Notarfrancesco la posibilidad de la última palabra porque indudablemente su excompañero de militancia la monopoliza por lo menos durante cuatro años en todo el país. Y entonces le sugiero que Zannini bien podría decirle si se lo encontrara otra vez que lo que él protagoniza ahora no lleva al país al lugar que ambos soñaban de jóvenes, pero que sí es lo que más se le acerca en las actuales circunstancias. Notarfrancesco piensa un poco, alza los hombros y ejercita una mueca de indiferencia y responde: “Le diría que en estos momentos e incluso con la experiencia que han hecho ellos en el gobierno, se podría aspirar a más de lo que se ha hecho hasta ahora. Y seguramente si le podría decir esto, también le daría un gran abrazo porque como te dije antes tengo un gran afecto personal por él”.