Ayer se cumplieron treinta años de la detención del Clan Puccio. Juan José Defagot, uno de los policías que participó del operativo, recuerda cómo fueron esos momentos. “Los cercamos anulando teléfonos públicos”, explicó.

El 23 de agosto de 1985, Arquímedes Puccio y su familia fueron detenidos. Estaban acusados de secuestro y asesinato. Al momento de ser capturados, tenían a una mujer en su poder, escondida en el sótano de lo que parecía una vivienda de clase media de un barrio acomodado.

El ex comisario Juan José Defagot (64), integrante de la brigada que interceptó al jefe del clan y rescató con vida a su última víctima, Nélida Bollini de Prado, contó en Perfil los momentos que se vivieron ese 23 de agosto.

“Advertimos que se repetían llamados desde determinadas centrales. Los cercamos anulando teléfonos públicos de cinco o seis cuadras alrededor de la zona. Cuando se produce el llamado es localizado en la estación de servicio de Laferrere y Mariano Acosta. Al verse superado y sorprendido, Puccio sale fuera de sí y dice: ‘¿Qué pasa?’. Nosotros le replicamos: ‘No te hagas el tonto. ¿Dónde tenés a la mujer?’. Nos dice que está en la casa, que está en una habitación “bien tratada”. Se mostró sumiso porque estaba apuntado con cinco pistolas y dos ametralladoras. No tenía escapatoria”, comentó en la entrevista.

Defagot agregó: “32 días tardamos en localizarlo. No estaba armado porque esa noche no iban a hacer el cobro. Fue un trabajo espeluznante porque vivimos todos esos días en los coches. Citamos a la Bonaerense y pasamos a buscar a Servini de Cubría. Revisamos toda la casa y no podíamos encontrar a Bollini. No aparecía. Hasta que, de forma fortuita, encontramos un sótano. Al entrar, vemos un espacio de 5 x 4 muy bien acomodado, con herramientas, con estantes, muy limpio. Había un armario grande de chapa, lleno de herramientas, muy pesado, entonces un suboficial, García Acosta, se apoya en el armario y ve que se mueve. Tenía rueditas, se abría como una puerta. Detrás había una puerta placa que rompimos, atrás estaba Bollini atada con una cadena y candado a un camastro. Tenía los ojos vendados y la boca tapada. Era la segunda vez que veíamos el fardo de alfalfa que le echaban agua con un ventilador para que dé olor a campo para desorientar a la persona. Las paredes estaban empapeladas con diarios y el techo tenía colgadas bolsas de arpillera. Había una radio prendida para que no se escuche nada de afuera”.

El ex comisario aseguró que la secuestrada “estaba muy sorprendida, con cara de pánico” al momento de su rescate. “No nos creía que éramos policías. Cuando bajó Servini de Cubría, se sentó al lado de ella y la tranquilizó. Pedimos una ambulancia en el acto para que la atienda. En 32 días no había visto el sol, comía lo que le daban, hacía sus necesidades en un tacho. Estaba totalmente humillada, realmente nos impactó mucho. Lo primero que hicimos fue comunicarle a los familiares que la habíamos salvado. Fue muy emocionante. Liberar a un secuestrado siempre era lo más que podíamos pretender, era increíble, como un cirujano que salva a una persona”.