El rectorado de la UCaSal no consigue imponer la normalidad dentro de la institución. Por el contrario, incluso sus principales directivos propician, con un peligroso combo de ineptitud y despotismo, el caos. Crece la tensión y el malestar en alumnos y profesionales del lugar. (DOM)
Los problemas no cesan dentro de la Universidad Católica de Salta, entre otras cosas porque quienes deberían solucionarlos, en realidad los generan.
El primer semestre de este año estuvo marcado por el conflicto con los estudiantes tras el cierre del área de deportes; ahora el malestar ha crecido aún más entre profesores y administrativos, que observan con molestia el derroche en las altas esferas y la arbitrariedad en designaciones y el otorgamientos de suba de sueldos.
Génesis
Para entender la dimensión del conflicto, debemos remontarnos a la anterior gestión, al predecesor de Jorge Antonio Manzaráz.
Antes de echar a Alfredo Puig del rectorado de la Universidad Católica, el Monseñor Mario Cargnello actuó más como político que como sacerdote. Si bien debe haber elevado sus plegarias para que Dios lo ayudara a tomar una sabia decisión, lo cierto es que, por las dudas, encargó a Datamática una costosa encuesta para saber cuál era la opinión que había en la Casa de Altos Estudios sobre el entonces rector. No sabemos que aconsejó el santísimo; tampoco lo que había en el sobre cerrado que Datamática entregó en manos al Monseñor; sabemos, sí, que Cargnello terminó echando, con cierta terrenal diplomacia, a Puig.
Uno de los errores que desencadenaron la partida del hombre del PRS fue el despido de profesores que habían prestado sus servicios por años en el lugar. Aunque ahora se comenta que Puig sólo tomó conocimiento de la emisión de los vulgares telegramas de despidos cuando éstos ya habían llegado a los destinatarios y la ira de proporciones bíblicas se hacía sentir por toda la provincia, lo cierto es que su caída en desgracia fue empujada por un sector de eméritos profesores (molestos por ser tratados “como mucamas paraguayas” -sic) y la iglesia: la partida de Puig significó que la iglesia podría volver a tener todo el poder.
Así llegó Jorge Antonio Manzaráz, nombrado por los presbíteros que responden al Monseñor. En la UCaSal desconfiaron, primero, su posible capacidad de gestión: venía de dirigir un seminario con apenas un puñado de concurrentes y pasó a una institución de 48 mil alumnos presenciales, otros 50 mil a distancia (y que pagan cuotas superiores a los mil pesos por mes). Después cuestionaron su capacidad académica: recordemos que llegó con una especialización en psicología, aunque nunca ejerció y su tesis había sido muy discutida pues tenía como objeto de estudio a Jesús.
Predeciblemente, la complejidad de la institución, especialmente en las relaciones de poder interno, lo sobrepasó.
Siempre fue callado, un hombre de pocas palabras y se terminó encerrando aún más sobre sí mismo: el rectorado se convirtió de repente en lugar que semeja a una fortaleza: la secretaria sólo atiende a través de un cristal, como si fuera una cajera de un banco y la puerta se abre como un portero. La oficina del rector de la Universidad siempre estuvo abierta de par en par, o por lo menos, nunca como hasta ahora había dado la impresión que para poder hablar con el rector había que ser uno de los Ocean’s eleven.
Para contrarrestar la mala imagen que el autismo del nuevo rectorado estaba dando en la comunidad universitaria, Cargnello envió a Francisco Núñez. De alguna manera pensó que Manzaráz y Núñez se complementarían, algo así como el gordo y el flaco. Sólo que las dicotomías serían otras: uno se maneja en mute, el otro habla hasta por los codos; aquel transmite una sensación de seriedad, éste es el gracioso y copado del lugar; uno llega en bicicleta a trabajar pese a su súper sueldo; el otro no tiene drama en ostentar un auto de un cuarto de millón de pesos. Y así desembarcó “Pancho” Núñez como Vicerrector en Formación. Llegó de Orán, de la iglesia de la Viña.
La idea de Cargnello de formar un contrapunto con Manzaráz funcionó sólo por algunos días. Algunos pensaron que realmente eran Dr. Jekyll/ Mr. Hyde, pero a medida que pasaron los días todos empezaron a entender que ambos funcionaban, más allá de los matices, como dos Hydes. Ambos nombraron gente a discreción, congelaron sueldos de enemigos, en algunos casos hasta los echaron y promovieron aumentos entre los integrantes de sus tropas. “Sólo están bien los que están cerca del Poder”, es lo que se sabe en la Católica.
Un área clave que maneja Núñez es el vicerrectorado de Investigación, donde hay un sueldo de 15 mil por mes y donde se investiga poco y nada.
En la forma en que tratan a los enemigos se atisba una diferencia entre Núñez y Manzaráz. Un integrante de la comunidad universitaria resumió así el modus operandi de ambos: “Cuando Manzarás te caga, te traslada, te humilla, te rebaja de tu cargo y te manda a cualquier otro lado. Pero cuando Pancho te caga, te liquida”.
Uno de los liquidados por Pancho fue Gerardo Videz, entonces vicerrector Académico: lo rajaron sin previo aviso, sin justa causa, y el chiste le puede costar a la Universidad millones en un juicio laboral.
Otro de los liquidados fue el padre Toledo, que dirigía el área relacionada con las comunidades indígenas. Y también Jorge “El Duende” Ortíz tuvo su exilio obligado con esta nueva gestión
Este no es el único caso en un juzgado que destrozará las arcas de la casa de altos estudios. Los lectores de Cuarto Poder recordarán los despidos arbitrarios orquestados por Manzaráz/Núñez en el área de educación física: profesores afuera, incluso el dueño de un gimnasio tuvo que retirar sus elementos del lugar, tras ser despedido, sólo porque su hijo, Luciano Acedo Salim, había protestado contra la destrucción del área deportiva.
Además de los despidos, Núñez también fue el gran ideólogo de tratar de contrarrestar el efecto de quitar el área deportiva reemplazándola por juegos como el trompo, yo-yo, saltar la soga, el elástico, el dominó y la bolita, entre otras actividades desopilantes a los que la universidad trató de catalogar como “deportes”. En esas semanas de conflicto, Núñez consumió el 60% de la publicidad anual que la Católica tiene con El Tribuno: decenas de avisos, a $1.500 pesos (canje con becas) para tratar de limpiar la cara de la universidad promocionando eventos a los que no iba nadie (Otro gran fracaso fue el “cine debate”: pusieron dos avisos de 3 mil pesos cada uno; y en ninguna de las funciones asistieron más de 5 personas).
Hubo algunos despilfarros más. Por ejemplo, la costosa cátedra abierta a cargo de Bernardo Kliksberg. El curso “Los desafíos éticos de nuestro tiempo”, tuvo un poco ético costo de 100 mil pesos, más la tarifa del hotel 5 estrellas donde se hospeda el hombre que por su currículum fue catalogado en Salta como “autoridad mundial en temas de pobreza”, “gurú mundial de la Responsabilidad Social Empresarial y en temas de pobreza” y “Defensor incansable de la ética y la reducción de las desigualdades económicas y sociales”. (sic).
Después de tantos gastos, Pancho trató de dar alguna muestra de austeridad. No dejaría de veranear en Punta del Este, pero sí cambió su Renault Fluence Cupé de 240 mil pesos, por un Fiat 500 de 200 mil pesos (Sí, el mismo que tiene, por ejemplo, Karina Jelinek). Es verdad que 40 mil pesos no es tanto, pero al menos el Fiat es más pequeño y algunos deben pensar que la diferencia monetaria es mayor.
¿Apocalipsis?
Hace dos meses un extraño rumor recorrió el campus. Decía que Manzaráz sería reemplazado por Ricardo Gómez Diez. El rumor, ahora se sabe, salió del mismo Manzaráz, que de esa forma consiguió un nuevo espaldarazo a su gestión por parte de los presbíteros que responden directamente a Cargnello.
¿Por qué esta necesidad de Manzaráz de montar una puesta en escena para que un externo lo confirme en su cargo? Pues Manzaráz necesitaba recobrar fuerza, pues algunos de los atropellos ejercidos dejaron mal parada a la institución: en el año en que se festejaban los 50 años de su fundación, y con la presencia del gobernador en el lugar, hubo una fuerte protestas de alumnos y los incidentes llegaron a la prensa local. El día de festejo y orgullo, se convirtió en uno de vergüenza.
Pero la reafirmación de Manzaráz no es definitiva. Los anteriores en ostentar ese cargo saben que Cargnello acostumbra echar a los rectores de su institución en febrero, el primer día de renovación de actividades.
Cargnello tiene, entonces, un par de meses para pensar qué hacer con la Universidad Católica, pues todo parece indicar que el 2014 será otro año de conflictos, caos y tensiones, simplemente porque la paciencia se está agotando y el miedo ya no alcanza para acallar el descontento.