La columna dominguera de Horacio Verbitsky en Página 12 desarrolló el escenario político que a su entender emergerá tras el 10 de diciembre. Destaca el rol de Urtubey como la personalización de los que desean el fin del kirchnerismo y la materialización de un Scioli que desea un realineamiento con EEUU.

El análisis de Verbitsky dio un amplio espacio al rol del gobernador salteño en la política en general y el peronismo en particular en el marco de una campaña que según el columnista “si de Maurizio Macrì y Sergio Massa dependiera, ninguno podría acceder a una segunda oportunidad en noviembre. La esperanza que les queda reside en la insatisfactoria candidatura de Daniel Scioli, quien también debe alcanzar una meta porcentual que parece próxima, aunque tampoco está asegurada”

Según Berbitsky, “una presidencia de Scioli, con o sin segunda vuelta, reconfiguraría el mapa político después del 10 de diciembre”. Justamente allí, empieza a aparecer la figura de Urtubey que formaría parte de una colisión dos tradiciones muy arraigadas: “la que coloca en el centro de gravedad a quien posee el mandato institucional y aquella que privilegia la irradiación del liderazgo político sobre cualquier requisito formal. Ambas han sido formuladas con claridad por los respectivos voceros. El gobernador salteño Juan Manuel Urtubey anunció que el gobierno y la conducción de Cristina terminan en dos meses. Zannini replicó que ese liderazgo político continuará más allá de la restricción constitucional que impide un nuevo mandato de la presidente cuyo gobierno culmina con el segundo índice de aprobación de la democracia argentina (sólo superado por Kirchner, que no postuló su reelección) y latinoamericana (apenas por debajo de Evo Morales, que encabeza ese ranking privilegiado). En los tres casos en que ambas formas de ejercicio del poder no coincidieron, el liderazgo político prevaleció sobre el institucional y el desenlace fue penoso: Ricardo Balbín entorpeció el gobierno de Arturo Illia en la década de 1960, Perón el de Héctor Cámpora en la siguiente, y Alfonsín el de Fernando De la Rúa en la primera de este siglo. Además de la jefatura política y de un núcleo militante organizado cuya verdadera consistencia se pondrá a prueba fuera del gobierno, CFK retendrá posiciones en los bloques legislativos, en el ministerio público y en el Banco Central. Para desprenderse de esas amarras DOS podría provocar deslizamientos que desequilibren el balance en su favor o aguardar a 2017 para armar las listas legislativas en ese sentido”.

El análisis continua luego con el rol de Urtubey bajo el subtítulo “Ideología y negocios” donde Verbitsky plantea que “Por más que haya posado en campaña junto con otros presidentes del populismo regional [por los presidentes de Bolivia y Brasil], la opción de Scioli está más al norte, según deja entender sin ambigüedad Urtubey, con independencia de que sea el próximo canciller de Scioli o decida permanecer en Salta. Desde allí ejerce su rol como hombre fuerte de una liga de gobernadores, que sólo valora a Scioli como alternativa ante Cristina, pero en la intimidad no lo considera más que un primus inter pares, según definición del propio Urtubey. Un realineamiento con Estados Unidos iría en contra de tendencias profundas de la sociedad argentina. El Centro de Investigación Pew difundió en junio un estudio de opinión pública global que incluyó 45.345 entrevistas personales y telefónicas realizadas en 40 países entre adultos de más de 18 años. La Argentina es el país con la peor opinión sobre Estados Unidos, salvo aquellos con numerosa población musulmana o que compiten con Washington por la primacía mundial. La mediana de los 40 países arroja una mala opinión de Estados Unidos del 24 por ciento de la población. La Argentina casi la duplica, con el 43 por ciento, sólo superada por Jordania (83 por ciento), Rusia (81 por ciento), los territorios palestinos ocupados por Israel (73 por ciento), Pakistán (62 por ciento), Líbano (60 por ciento), Turquía (58 por ciento), China (49 por ciento) y Alemania (45 por ciento).