Su familia jamás se desprendió de la ubre del Estado. Aún así, la intendenta se despachó contra un concejal a quien acusó de vivir toda su vida de la municipalidad. 

 

Reza un popular axioma que «entre fantasmas no hay que pisarse la sábana». No parece haberlo entendido la intendenta Bettina Romero, que esta mañana, sin sonrojarse, apuntó contra «los políticos que viven del estado». Una referencia dirigida hacia el concejal Freddy Constanzo, quien había pedido en plena sesión a los santos patronos de Salta que Romero no sea reelecta.

«Seguramente están incómodos porque debe ser chocante que estuvieron con tantos gobiernos y de repente escuchan a un vecino que dice es la primera vez que veo las máquinas», fueron las palabras de la intendenta.

Cualquiera que escuche a la mandataria podría pensar que empezó vendiendo maicenitas o tejiendo macramé en la feria de Soli, pero la historia la ubica en el círculo más recalcitrante de vividores del Estado. Su padre solía imputar los salarios de los trabajadores de El Tribuno al gobierno provincial y prácticamente no hubo actividad privada en la que no hayan ingresado como familia haciendo uso de los resortes del Estado.

La más reciente incorporación al ejército de mantenidos fue el ingreso a la legislatura Juan Esteban Romero, más conocido por amasijar a golpes a un desmalezador que por haber impulsado proyectos en beneficio de la ciudadanía.

¿Hasta dónde llega el sentido de la vergüenza del romerato?