La historia sin fin: Bolaño revive en otro libro póstumo. Entre las incontables páginas sin publicar que dejó el escritor chileno, se rescata ahora una novela de juventud que es cocina literaria de la premiada Los detectives salvajes.

BARCELONA.- Para algunos, es la clausura de un siglo de literatura prodigioso, gobernado por gigantes de la talla de Rulfo, Borges, Cortázar y García Márquez. Para otros, una piedra lanzada al futuro en la que va cifrada una literatura por venir, como prefiere ver Jorge Herralde, editor en vida de Roberto Bolaño, que hace una década definía la monumental pentalogía póstuma 2666 como «el primer gran clásico del siglo XXI». Lo cierto es que si el autor chileno hoy ocupa el centro del canon a ambos lados del Atlántico es por mérito de su propia obra, de cuyo reconocimiento apenas pudo disfrutar a partir del Premio Rómulo Gallegos en 1999 por Los detectives salvajes (1998).

Lo curioso del caso Bolaño es que desde su muerte en Barcelona, en 2003, a la espera de un hígado, con sólo 50 años, esa obra, su fama y hasta su leyenda no han dejado de crecer e hincharse. A la larga ristra de títulos póstumos, ya casi una decena, se suma ahora un nuevo capítulo -queda descontado que no será el último-, la novela de juventud El espíritu de la ciencia ficción, que llegará a las librerías este jueves y se presentará internacionalmente en la Feria del Libro de Guadalajara.

La obra, a la que LA NACION tuvo acceso, está fechada en 1984 en Blanes (Costa Brava) y corresponde al mismo período creativo de Monsieur Pain y su primera novela publicada, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, escrita a cuatro manos junto a A. G. Porta. Mucho más lograda que anteriores rescates póstumos, El espíritu de la ciencia ficción marca un notable punto de inflexión en su obra primeriza, o quizás una introducción a su fructífera madurez, en la que el chileno desplegaría todo el poderío de su particular universo narrativo.

El libro funciona como antecedente o germen de Los detectives salvajes. Incluso sus protagonistas, Jan Schrella y Remo Morán, semejan versiones juveniles de 17 o 18 años, quizá previas, de Arturo Belano y Ulices Lima. Corren los años 70 y los jóvenes poetas subsisten en una miserable azotea de la Avenida de los Insurgentes, en México DF. Mientras Remo intenta abrirse camino en la literatura escribiendo reseñas y frecuentando talleres literarios, el agorafóbico Jan se la pasa encerrado leyendo novelas de ciencia ficción y escribiendo desquiciadas cartas a sus autores de cabecera: Alice Sheldon, Fritz Leiber, Ursula K. Le Guin. Una pesquisa jalona la trama, fragmentada entre postales realistas y escenas oníricas, y apunta al porqué de la ebullición poética del DF de entonces.

Plagada de personajes bizarros, noches de borrachera e historias cruzadas, El espíritu de la ciencia ficción avanza a un ritmo hipnótico sobre una estructura compleja que combina varios géneros: el epistolar, la novela de aprendizaje o iniciación -en este caso a la poesía, al sexo y al amor-, el relato detectivesco e incluso la desgravación de una delirante entrevista hecha a uno de los protagonistas cuando triunfa en el futuro, texto que abre el libro y continúa en breves capítulos intercalados.

La estructura fractal de la obra bolañesca, de la que hablan algunos especialistas, se hace evidente aquí por los innumerables motivos, argumentos y personajes que luego el chileno expandiría en sus grandes títulos: desde la ubicua y kafkiana Universidad desconocida hasta personajes como el de la vieja poeta mendicante Estrellita, que remite a la poetisa Auxilio Lacouture de Amuleto (1999) o incluso de la Cesárea Tinajero de Los detectives…

Así, como novela primeriza, El espíritu de la ciencia ficción supera todas las expectativas por su rompedor planteo y factura. La pregunta que sólo podría responder Bolaño es si tiene interés y valor de por sí para los lectores, más allá de los especialistas y los fanáticos. Porque el chileno pasó en limpio su última versión en una libreta y le puso punto final, pero jamás se decidió a publicarla. De hecho, la edición de Alfaguara reproduce en un apéndice imágenes de ese manuscrito, así como versiones previas y cuadernos de notas, y abre con el prólogo «El arcón de Roberto Bolaño», donde el mexicano Christopher Domínguez Michael compara el llamado «Archivo Bolaño» con el célebre baúl de Pessoa: ambos no tendrían fin.

Lo cierto es que el espíritu y la obra del chileno continuarán expandiéndose a buen ritmo. Aún existen muchas páginas inéditas, manuscritas y electrónicas, como las novelas primerizas La virgen de Barcelona (1980), DF, La Paloma, Tobruk (1983) y Diorama (1984), y 26 cuentos más recientes. Las probabilidades de que buena parte de todo eso salga a la luz son muy altas, porque el material está en poder del legendario y ambicioso agente literario neoyorquino Andrew Wylie, en representación de los herederos: su viuda oficial, Carolina López, y sus dos hijos. Y gracias a las agresivas gestiones del Chacal Wylie, toda la obra del chileno migró este año de Anagrama a Alfaguara. Un corpus literario conformado por 21 títulos, que irán reeditándose en la recién inaugurada Biblioteca Roberto Bolaño del Grupo Penguin Random House, pero que con toda seguridad acabarán siendo unos cuantos más.

Fuente: La Nación