Por Elvira Ameal Paredes
Como si tratara de un episodio de la película La Redada (inspirada en la locura del genocida Antonio Domingo Bussi y su tenebroso jefe de policía el coronel Albino Mario Zimmerman), la noche del viernes en Salta se convirtió en un nuevo episodio de terror bajo las directivas del coronel Juan Manuel Pulleiro, quien habilitado ahora por un Decreto de necesidad y urgencia que se transformó en Ley, omite y esquiva a la justicia. El antes plazero y ahora Ministro de Seguridad, ordenó revisar 322 locales comerciales de toda la Provincia, provocando pánico e indignación en igual medida. Puteadas de todos los colores se oyeron desde el sector gastronómico, que incluso ya piensan en que el mismísimo Luis Barrionuevo interceda ante el goberndor Gustavo Sáenz por la cantidad de atropellos y malos tratos con que la policía embistió, con la complicidad de inspectores municipales. Barrionuevo lo sostiene a Saenz desde siempre, no conviene ni que se enoje, ni que retire el apoyo. Claro que si te pegan o te aprietan por laburar, el tema es otro. La cosa cambia.
A Pulleiro, se le sumó el Titiromerismo en pleno. Es de conocimiento público que los gastronómicos quedaron literalmente fallecientes después de la cuarentena ordenada por el COVID 19, al igual que el turismo. Ninguno de los dos sectores, podrá levantar cabeza por largo tiempo. Un pequeño ejemplo son dos lugares emblemáticos para los salteños y los turistas como el Café del Tiempo y el Hotel Casa Real, a quienes se los ha tragado la pandemia. El malestar en contra de Pulleiro se acrecentó de tal forma que en los próximos meses, no sería raro que Saénz deba soportar manifestaciones y escraches por la furia que provoca el accionar de la policía y la media sonrisa de un coronel que parece impasible. Como alguien dijo:”no sé quien se lo recetó a Gustavo, pero es como purga para el vientre seco, primero te duele la panza y después te hace cagar”. El descontrol en la brutalidad policial es tal, que una vieja militante de los Derechos Humanos, rememoró los tiempos de Joaquín Guil y su patota.
Más allá de la soberbia y la bestialidad con la que actúa la policía, en la Cámara de Comercio, en UTHGRA y en la Cámara de Turismo los teléfonos están al rojo vivo. Un empresario hotelero que no ahorra epítetos contra el gobierno provincial, dice a quien lo quiere oir: encima que tenemos todo cerrado, nos cagan a palos y pretenden que venga gente ¿El gobierno pensará que la reactivación vendrá de la mano de la represión? Pulleiro es un personaje no querido, ni dentro del propio Ejército. No lo rajaron los kirchnersitas, sino Macri. Lo que parece más grave todavía. No se entiende cuál es la lógica del coronel, que parece mucho más cómodo con la sociedad en la paz de un cementerio, a que la gente vaya recuperando sus actividades. No hay un plan para salir de la pandemia y eso se nota. Y se hace evidente en las apretadas y los apremios también. Si tenés que pegar o asustar, es porque no tenés salida. Ni te la imaginas, ni te la dictaron. Enojarte con la Titi o el Dr. Esteban, no da de morfar ni crea fuentes de trabajo. Y decir que no hay circulación viral, cuando desde el gobierno nacional te tiran otros datos, produce más miedo. Todos están desorientados en el país. Con mayor razón es que no se entiende porque la policía actúa así. ¿Busca una reacción? Ojo que puede venir antes que la imaginen.
En la Legislatura evitaron tratar el tema, porque muchos oficialistas consideraron que el famoso Decreto 255 es imposible de defender. Encima la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación se vino como abeja al panal, pensando que el juez Marcelo Domínguez les iba a fallar a favor. El astuto juez pateó la pelota al corner y quedó en manos de la Corte de Justicia que se va haciendo conocida como huerta seca. Si querés frutos frescos tenés que pagar, sino te cagás de hambre. Un fallo a medida del gobierno provincial podría tener consecuencias complicadas con el gobierno nacional. Entonces las asistencias pueden empezar a cortarse del todo de cara al inminente año electoral. En el orden nacional quieren sí o sí un diputado propio y no sería raro que surja alguna sorpresa impensada que rompa todas las previsiones. Hasta ahora, dijo un filósofo de bar, las encuestas le siguen dando a Gustavo, el tema es que dentro de poco, ni el coronavirus podrá contener el mal humor económico y si encima los cagás a palos a quienes producen, la cosa se va a empezar a complicar.
Todavía a nadie la cayó la ficha y estamos en agosto, es decir que el primer año de gestión se lo comió la pandemia y las malas decisiones. A un error se lo tapa con otro; todos quieren ser protagonistas; cada ministro hace la personal y hasta ahora no se ve nada. Si el plan era quedarse ocho años, parece que cuatro van a ser una eternidad. Porque si cambia el humor social, ¿cómo se hace sin plata y sin gestión? Los besos y las canciones no van a alcanzar. Y menos las improvisaciones. Los aprietes y malos tratos de la cana menos.