La escritora y periodista Marta Dillon acaba de publicar su libro “Aparecida”, donde habla sobre el descubrimiento de los restos de su mamá, desaparecida durante la dictadura. “No es posible hablar de la madre sin hablar de una misma”, expresó.

En una entrevista publicada este miércoles en el sitio ArteZeta, la escritora y periodista Marta Dillon habló sobre su reciente libro “Aparecida”, en el que reflexiona sobre el hallazgo en 2010 de los restos de su madre, quien desapareció durante la dictadura militar, en 1976.

“Empecé a escribir cuando ya no daba más de postergar ese trabajo. Y empecé en cuadernos, en papeles sueltos, hasta que me senté y me dejé llevar por lo que proponía el texto y todo lo acumulado en tantos años de memoria, olvido, ausencia y lucha también. Estuve un año metida en el texto, casi no hacía otra cosa, aunque seguí con mi trabajo cotidiano en (el suplemento de Página 12) Las12 y los que se fueron presentando, siempre tenía ahí, como en un lugar de mi cabeza, ese texto. Como nunca en mi vida tiré páginas y páginas, reescribí, descarté, corregí, me peleé con María Moreno, que fue quien me leía paso a paso y me alentó siempre a seguir derecho, como le gustaba decir a ella, con paciencia, culo y pasión”, relató Dillon en la entrevista.

“Creo que no es posible hablar de la madre sin hablar de una misma, que aún cuando se pueda tomar distancia, lo que se aprende de ella está en el cuerpo, en mi cuerpo y porque su vida fue breve pero su ausencia larga y con esa ausencia es como aprendí a vivir. Creo que tengo muchas cosas de mi mamá y creo también que elegí hacer pie en mi vida en las cosas que más me gustan de ella. Pero ¿cómo saber qué es primero? ¿Cómo tener la certeza de que no he construido una madre a mi medida? Es un ida y vuelta, lo que aprendí de ella vive en mí y soy la mujer que soy porque ella estuvo un tiempo y otro más largo, no. Mi maternidad, con la mayor y con el menor, me remite a mi tiempo con ella. Creo que supo imprimir en mi cuerpo el lenguaje del amor y eso es lo que intento con mis dos hijos. También intento vivir mi propia vida, algo que también ella hizo; en eso encuentro semejanzas”, agregó.

La autora finaliza asegurando: “Nunca me detuve a imaginarla. A la vez me llena de una nostalgia que no se acaba. Me encantaría verla en la cabecera de la mesa los domingos, sacándose de encima a los nietos y a los bisnietos, diciéndome por qué no me cuido un poco más la cara y me pongo cremas, que me estoy arrugando toda, con largas polleras de colores y una vida intensa más allá de su familia”.

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